A Mariana y a su familia, el covid-19 les sacudió la vida con la muerte de su hermano, diagnosticado con este virus a los 48 años de edad. En ambulancia, llegó a la clínica 16 del IMSS y ya no supieron de él, nadie les informó siquiera que había fallecido horas después de su ingreso. Su cuerpo no soportó dos infartos y un derrame cerebral. Cuando volvieron a tener contacto con él, fue en una urna de cremación, hecho cenizas.
El 10 de junio fue cuando falleció. Narra que dos semanas antes una persona le apuntó a la cabeza tras un incidente vial ya que era chofer de la ruta Sol de Oriente a Joya en el municipio de Torreón. A partir de ese día, comenzó a sentirse mal tanto física como anímicamente, días más tarde se le presentó temperatura y fue entonces que decide acudir al médico, quien tras revisarlo, le dijo que observaba en la boca ampollas blancas y la garganta inflamada y les expresó que se sentía raro.
Una noche antes de su muerte, le dio un acceso de tos muy fuerte y su madre cuando fue a verlo a su recámara, lo encontró inconsciente por ello es que decidieron trasladarlo al IMSS en ambulancia ya que era derechohabiente.
Señala que el área de Trabajo Social, les solicitó tres números telefónicos para pasarles el reporte de la evolución de salud de su familiar: estos serían a las 12:30 y 18:00 horas, sin embargo, al llegar la tarde y no tener noticias de su hermano decidieron acudir al Centro Hospitalario en donde nadie les informaba sobre su estado.
“Una amiga de la familia que trabaja en la clínica 16 nos comentó antes de llegar al Seguro, que mi hermano ya había fallecido, queríamos pensar que no era así, buscamos respuestas entre el personal médico que no teníamos, llegamos hasta la subdirección médica. Resulta que no encontraban a mi hermano y él ya estaba en la morgue. No nos explicamos cómo es que pasamos por todo esto, fueron horas de ir a tocar puertas, buscando a mi hermano pidiendo una respuesta. Ni siquiera nos dieron la oportunidad de identificar el cuerpo, no dejaron abrir la bolsa por que supuestamente eran las disposiciones de las autoridades, ahora sé que debieron hacerlo”, compartió.
“Nos sacudió hasta el alma”
El hecho de que hubiera llamado la persona conocida que trabaja en el área de urgencias e informara del fallecimiento obviamente nos sacudió hasta el alma pero teníamos aunque muy pequeña, la esperanza de que se hubiera equivocado pero por desgracia no fue así.
Hay un acta de defunción que dice que la muerte de mi hermano fue por covid-19 y en esos casos no se permite velar al cuerpo. No tenían muchas opciones solo dos: una de ellas llevar el cuerpo a sepultar sin velorio o directamente que se le cremara, decidieron por la segunda.
“Nosotros no vimos realmente su cuerpo, lo llevaban en la bolsa negra y no nos permitieron verlo. Recordar todo esto nos hace sentir muy mal. Aún no lo podemos asimilar, han pasado casi tres meses y la tristeza está como el primer día que se fue. Nos duele en el alma que no nos pudimos despedir de un cuerpo. Ya no lo volvimos a ver. Queremos pensar que en el Seguro Social se equivocaron, que en su inconsciencia se fue, que va a regresar. El no haberlo visto, no haberle dado una despedida, no haberlo velado hace sentir una frustración y una angustia terrible”, comparte la entrevistada con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos.
La verdad es que nunca pensaron vivir una situación de esta naturaleza, sobre todo porque su hermano gozaba de buena salud, solo en tiempo de frío como en la mayoría, se presentaba el dolor de garganta, algún resfriado.
Jesús, su hermano, dejó a cinco hijas, esposa, a su madre y hermanos y se fue a otro plano sin el ritual habitual. Extraña la familia, poder tener una caja que velar, dónde colocar flores, ver a su familiar en una misa de “cuerpo presente”, estar en un panteón acompañados por quienes querían al fallecido…”esto nos ha quitado hasta el bien morir”.
Enfrentar la pérdida a través de la imagen: Susana Dingler
Desde la perspectiva de la tanatología es importante tener evidencias fotográficas de las personas fallecidas en la medida de lo posible, con el objetivo de que los deudos enfrenten la muerte a través de la imagen, de lo contrario habrá sensaciones como enojo, culpa e incredulidad ante el fallecimiento.
Sobre el tema, Susana Dingler Gutiérrez, Tanatóloga y Catedrática en la Universidad Iberoamericana Plantel Torreón, además de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila, señala que en estos tiempos de pandemia, se han implementado protocolos de salud que se tienen que cumplir en los centros hospitalarios cada vez que una persona fallece.
Por principio, se plasma que la tanatología es “el estudio de la vida que incluye a la muerte”. Del origen griego thanatos (muerte) y logos (estudio o tratado); por tanto, el objetivo de la tanatología es proporcionar ayuda profesional al paciente con una enfermedad en etapa terminal y a sus familias, o bien a una persona que esté viviendo algún tipo de pérdida.
“Si muere dentro del hospital el familiar y le podemos pedir al personal de salud que nos apoye con una fotografía desde nuestro teléfono, vamos a tener evidencia de que murió; otra de las recomendaciones es que cuando llega el servicio funerario también se capte el ataúd en la funeraria, para enfrentar la muerte a través de una imagen. Eso se hacía anteriormente para los familiares foráneos que por determinada circunstancia no podían llegar a los servicios funerarios y aplica para este momento”, afirmó.
Deudos, propensos a padecer estrés postraumático
Entre los deudos de quien muere por covid-19, pueden presentarse trastornos como el estrés postraumático y la depresión.
Alejandro Monreal, psicólogo y psicoterapeuta especialista en familia y pareja, señala que para los integrantes de la familia con mayor vulnerabilidad emocional, el no poder despedirse o formar parte del ritual de despedida, podría significar además, más tiempo en acostumbrarse a la nueva ausencia.
“El coronavirus vino a cambiar tanto la forma en la que vivimos como en la forma en la que nos vamos de aquí, en la que morimos. Hay que vivir un duelo ante la pérdida de un ser querido por fallecimiento. Antes de la pandemia mundial, teníamos una oportunidad tras un deceso, la de ir asimilando la muerte a través del ritual, nos íbamos ajustando paso a paso ante la situación, había un féretro, un cuerpo al que podíamos ver o no, una misa, una solidaridad familiar ante el momento, el abrazo. Sin embargo, cuando sucede de forma tan abrupta y no se puede realizar el ritual, se omiten varias etapas y entonces es posible que tengamos un duelo no resuelto, y va a costar más trabajo superarlo”, afirmó.
Afectaciones diferentes
También es importante aclarar que, esto no le va a ocurrir a todos los familiares ya que, depende de la personalidad de cada individuo, puesto que algunos tienen más posibilidad de manejar este tipo de crisis inesperadas.
Los más vulnerables emocionalmente son los más propensos a padecer estrés postraumático o depresión.
Expuso que este ritual que se da en los servicios funerarios está cargado de simbología y es acercar poco a poco al familiar, al amigo ante la idea de que la persona ya no estará cerca.
“En este momento de pandemia se tiene un protocolo definido por la autoridad, se trata de medidas preventivas para disminuir contagios pero son abruptos, no le están dando oportunidad a los deudos de asimilar gradualmente la pérdida de un ser querido. No hay oportunidad de vivir el duelo”, consideró.
Lo recomendable es que los familiares de personas que fallecieron por covid 19, reciban psicoterapia, los primeros auxilios psicológicos y la intervención en crisis de un especialista.
CALE