Los hombres que no se dan entre algodones

Juan Felipe Pacheco Zamora, Víctor Manuel Navarro y Óscar Álvarez Martínez ven el destino 'negro', ya que no se han logrado comercializar miles de pacas.

Juan Felipe desde hace 24 años vende los tacos llamados 'El Rincón de los lamentos'. (Rolando Riestra)
Antes un buen pizcador obtenía 60 kilos y ahora se le echa 200 kilos, pero de mala calidad y lleva mucha basura. (Rolando Riestra)
Luis Carlos Valdés de León
San Pedro, Coahuila /

Juan Felipe Pacheco Zamora de 64 años es originario del Ejido Rosita. Tiene uno de los puestos de tacos de barbacoa más conocidos de esta comunidad y desde hace 24 años, su familia lo ha apoyado.

Añora los tiempos en que sólo se dedicaba al cultivo del algodón, vocación que le fue heredada por sus padres. Hoy las combina, ya que asegura, del tradicional cultivo lagunero, la incertidumbre es la única constante.

“Como este año hemos batallado mucho, salimos únicamente para lo indispensable, ahora rentamos 11 hectáreas y lo que sacamos lo vendemos en el despepite Nueva Laguna, pero es muy caro”, expuso.

El costo del cultivo del algodón, los derechos de agua pagan por ciclo hasta 11 mil pesos al año. Pero además la tierra está a mil a mil 200 pesos la hectárea a lo largo del ciclo 2019.

El bulto de 22 kilos de semilla de algodón se compra a 6 mil cien pesos y mientras no se venda las pacas de algodón, no se obtiene las ganancias.

Su puesto de tacos de barbacoa le han llamado, “El Rincón de los Lamentos”, ya que ahí acuden varios ejidatarios y productores a exponer sobre la mala situación que están viviendo ante la crisis del algodón, donde se privilegia al hilo de algodón extranjero más que al mexicano.

El algodón lo trajo de regreso de Estados Unidos

Con 63 años Víctor Manuel Navarro, tiene toda su vida dedicándose a labrar la tierra y a la siembra del algodón. Aún y que tuvo sus tierras, el destino hoy lo ha llevado a rentar una parcela de dos hectáreas en el Ejido El Estribo, municipio de San Pedro de las Colonias. 

Sin embargo, con nostalgia recuerda como se fue de indocumentado, etapa que le hizo pasar tragos amargos a lo largo de cinco años.

“Trabajé en la obra, en la ciudad, en carnicerías, pero allá es otra vida, otra forma de ser. No me gustó, hay discriminación para uno y mejor me vine. Siempre quise trabajar la tierra, es todo lo que podemos hacer nosotros. Definitivamente, el campo es mi vida. Hemos andado de ilegales en Estados Unidos, pero no nos quedamos allá. Aquí nací”.

El destino dice se ve “negro”, ya que no se han logrado comercializar miles de pacas de algodón de la producción 2018, y sin obtener un peso invertido ese año, ya tienen que enfrentar el ciclo 2019, con la incertidumbre que les genera el no poder competir con la importación de hilo asiático, ni con los bajos precios que los intermediarios les pagan el algodón.

A principios del año pasado, Vïctor Manuel solicitó un crédito de 100 mil pesos para poder sortear los gastos del cultivo que por años le ha dado identidad a su vida, el algodón.

“Se invierte en la preparación de la tierra, el barbecho, el bordeo para contener el agua. Se nivela la tierra con una escrepa, luego el riego, se le da tiempo al rastreo”.

Tan sólo la renta del terreno fue de 14 a 15 mil pesos el derecho de agua por el ciclo anual. La renta de dos hectáreas de terreno sale en dos mil pesos por cada una; el año pasado el bulto de 24 kilos de semilla de algodón costó cinco mil pesos y distribuyó en doce kilos por cada hectárea.

Sus hijos prefieren la maquila

Óscar Álvarez Martinez de 65 años, con pala en mano, andaba trabajando para bordear bordos de las 3.5 hectáreas de las tierras que trabaja en el Ejido El Estribo en San Pedro de las Colonias.

A principios del mes de marzo, sembró las semillas de algodón, cultivo al que desde que nació, se ha dedicado.

Para este campesino que saca fuerzas de las entrañas para poder movilizar la pala y surcar la tierra en donde ya comienzan a brotar las pequeñas plantitas de algodón. 

Aunque a su familia, sus hijos les gusta su oficio prefieren el camino fácil, y se han enlistado en las filas de la maquiladora, pues saben que el trabajo del campo implica sacrificios que hasta el momento sólo su padre ha sabido enfrenar.

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