Madres poderosas de La Laguna, la expresión de búsqueda de justicia legal ante la negligencia institucional

“El maltrato se da desde que empezamos a buscar justicia para nuestras hijas. Yo esperé cinco años para llegar al juicio", mencionó Cristela Soto.

Todas han tenido que luchar para encontrar justicia ante el asesinato brutal de sus hijas. (Manuel Guadarrama)
Editorial Milenio
Torreón, Coahuila. /

Todas han tenido que luchar para encontrar justicia ante el asesinato brutal de sus hijas y, de haberlos, para garantizar la seguridad de sus nietos.

Si bien al iniciar su andar en ventanillas burocráticas se encontraron solas y debieron resistir el propósito de disuasión ejercido por funcionarios públicos que intentaron incluso el evitar tipificar los delitos cargados de una violencia extrema como feminicidios, estas mujeres constituyeron la colectiva Madres Poderosas de La Laguna, donde buscan ahora ayuda otras mujeres para sus hijas, o para ellas mismas.

Por Daisy Viridiana habla su madre, Cristela Soto, quien tras cinco años de espera recientemente logró escuchar una sentencia ante el homicidio de su hija. El agresor, Édgar Omar Piña Hernández, quien fue el compañero sentimental de Daisy y padre de su hijo, alcanzó una sentencia de 42 años y seis meses de prisión.

“El maltrato se da desde que empezamos a buscar justicia para nuestras hijas. Yo esperé cinco años para llegar al juicio y resulta que nos atendieron cuando empezamos a hacer presión con las protestas. El día que iban a dictar la sentencia inclusive me enojé porque nos programaron la audiencia y luego nos desalojaron de la sala. Tienes que recordarles: ‘Aquí estoy yo para defender los derechos de mi hija y los de mi nieto. Para eso estoy yo aquí porque ahora sé cuáles son mis derechos”.

El encuentro entre las mujeres que conforman Madres Poderosas de La Laguna se ha dado en el contexto de la pérdida y el caos que deja el homicidio doloso sobre sus hijas, es decir, un crimen premeditado, con el agravante de que quienes los ejercen son hombres cercanos: la pareja, el esposo, el padre de los hijos o el compañero sentimental que tendría la encomienda de preservar, cuidar, proteger.

Lo mismo ocurrió con María Elena de la Fuente, madre de Cecilia Eguía, joven que fue asesinada en el otoño de 2014 por su pareja. María Elena recordó que al año siguiente acudió al Centro de Justicia y Empoderamiento para las Mujeres en Torreón, aún bajo la coordinación de Natalia Fernández, donde la atendieron con cierto margen de dignidad.


No obstante y ante la ineficiencia de los sistemas de procuración de justicia, ella emprendió una marcha en solitario de la fuente El Pensador hacia la Plaza Mayor. Y fue así como supo de la Red de Mujeres de la Laguna y cuando comprendió que los procesos legales son un largo peregrinar y la conclusión la deben impulsar las madres de las víctimas. Siempre.

Ella afirma que en las mujeres que mantienen la red, todas sin excepción, las madres han encontrado un abrazo solidario y sobre todo un acompañamiento social, legal, psicológico. De hermanas.

“Todas estamos intentando unir los cachitos de nuestro corazón y el de nuestras familias. Es así como empiezas a avanzar por un largo camino; empiezas a juntar cachitos de ti misma porque sabes que hay nietos que dependen de ti. Hay quienes han dejado a un lado a los hijos para ayudar a los nietos. Yo en 2015 tuve que marchar sola, del Pensador a la Plaza Mayor. Niguna está preparada para enfrentar los homicidios de sus hijas y nadie nos dice nada, nadie nos orienta para saber qué hacer en ese instante”.

Que la sociedad sepa lo que ocurre

El pasado mes de marzo los nombres de las hijas de estas mujeres se enclavaron en un antimonumento colocado en la prolongación de la calzada Colón y el bulevar Revolución. Allí las Madres Poderosas de La Laguna reiteraron la denuncia pública sobre los feminicidios ocurridos en la Comarca Lagunera.

Con la fuerza que les da el mantener la esperanza de que se haga justicia, su valor civil y ciudadano les alcanzó para escribir en cruces de madera pintadas color de rosa los nombres de cada una de sus niñas: Claudia, Perla Guadalupe, Milagros, Elizabeth, Claudia, Daisy Viridiana, Cecy, Berenice, Danna Milagros, Paola, Karen Arely, Dalia, Sharon. Se trata de una lista pública con los nombres de 13 víctimas mortales del odio por género, de la celotipia, de la adicción y su estado psicótico. Víctimas que en su mayoría esperan que un juez dicte sentencia. Mientras tanto se sobrevive como una víctima colateral


A Bertha Quiñonez también un hombre le arrebató a su hija, Sharon, asesinada en noviembre de 2016. Su hija estudiaba un doctorado y era madre de Tabata, una bebita que vivía con ellas pero Bertha quiso considerar que su nieta tiene padre biológico, al que le enteró de los hechos. A quince días del asesinato de su hija, tuvo que resistir un golpe más, la sustracción de su nieta por parte de Gabriel.

“Nunca se hizo cargo de ella, nunca atendió sus necesidades. Yo quise enterar de la situación a la familia de su papá, pero de haber sabido lo que harían jamás les habría informado. De pronto al papá le nació el amor que nunca le demostró y comenzó a hablar de que se tenían que cobrar los seguros de mi hija. Yo tendría que preguntarle a Flor Rentería qué pasó con eso, porque debe haber una pensión alimenticia, pero el asunto es que él se la llevó y ahora no podemos tener cercanía con mi nieta”.

Bertha inició el proceso y al ver que no avanzaba contrató un abogado que sin más y para empezar las diligencias le cobró 25 mil pesos. La presunta búsqueda se limitó a la Laguna aun sabiendo que la bebé fue movilizada a la capital del estado. Cansada de las argucias legales, le pidió al abogado la devolución del dinero y él se lo negó.

Como en los otros casos, la ruta inicial fue el Centro de Justicia y Empoderamiento para las Mujeres. Y al avanzar la narrativa aparecen los nombres de funcionarios que niegan atenciones, o que piden a las madres que se actúe por cuenta propia. O que ayudan a los victimarios. O que prometen actuaciones que no ocurren. Funcionarios que pierden expedientes, que los cumplimentan mal o que cancelan audiencias.

Bertha pediría en su caso que las autoridades intervengan porque ahora su nieta tiene seis años y a pesar de pasar el primer año y medio de vida en su hogar, se le ha negado la convivencia.

Buscan ayuda en la CNDH

Dalia Jazmín fue asesinada en el año 2018 en la ciudad de Rodeo, un municipio ubicado al norte del estado de Durango, donde fue a pasar un fin de semana con su pareja. Imelda Martínez, su madre, tuvo que enfrentar este duro golpe al tiempo en que se dijo que nadie es eterno, pero ella debería resistir hasta que sus nietas alcancen su vida adulta.

Ella ahora explica que en el camino encontró respuestas en el Frente Nacional Ni Una Menos México y en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, un camino que se amplía y que puede ayudarlas en el tránsito de buscar justicia para sus hijas y sus nietas.


Este proceso la mantiene esperanzada toda vez que un día anterior a la entrevista que le concedieron a MILENIO se oficializó un protocolo firmado entre la CNDH y Ni Una Menos México Frente Nacional, para actuar de manera conjunta para realizar labores de atención al público, orientación, asesoramiento, acompañamiento y capacitación.

Asimismo, este convenio permitiría emitir medidas cautelares; brindar orientación jurídica; apoyo en traslados que tengan que ver con el seguimiento de casos, requerir de personal médico, otorgar apoyo psicológico y medidas de contención emocional, entre otros.

Las necesidades y prioridades de cada madre cambia de acuerdo a su circunstancia social, pero lo que encontraron en la colectiva Madres Poderosas de La Laguna fue una familia. 

Y si bien a alguna no le interesa que el estado le otorgue una pensión que se puede considerar irrisoria, sabe perfectamente que debe respaldar a las demás pues se mantienen en constante amenaza de pérdida de empleo cada vez que deben salir a protestar, al acudir a una audiencia o cuando se sientan en una mesa frente a las autoridades para pedir resultados.

“Ya nosotros bendito dios, con todo el caminar, tenemos para que se abran los procesos la experiencia, ahora sí ya sabemos cuáles son los derechos de nuestros nietos, de nosotras y de nuestras hijas, ahora sí ya lo sabemos, y a pesar de todo, de que ya lo sabemos, nos siguen pisoteando y no seguiremos defendiendo. Entonces, ¿qué es lo que hay que hacer? Exigir justicia y por eso ustedes (los trabajadores de prensa) son la voz de nosotras porque nos hacen valer”, concluyó doña Cristela.

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