De lunes a viernes Verónica se levanta temprano para estar lista. Antes de la pandemia por covid-19 abordaba el autobús junto con su hija para llevarla a la escuela. Debido a que su vivienda se ubica en Rincón de Los Nogales, al oriente de Torreón, decidió buscar espacio en las escuelas más antiguas, es decir, las del centro, para evitar que su muchacha se quedara sola en casa.
Ahora que las clases han quedado suspendidas, Verónica debe abordar el camión a las 5:30 de la mañana, pues por fortuna no ha perdido su negocio. Ella tiene una fonda frente a la Clínica 16 del Instituto Mexicano del Seguro Social, y hace un año con el cambio de primaria a secundaria, inscribió a su niña en la Lázaro Cárdenas, antes conocida como Juan de La Cruz Borrego, “La Borrego”, frente al Bosque Venustiano Carranza.
Su amor de madre no la engaña y sabe que este año escolar, que apenas inició, está ya perdido. Fue a inicios de la semana anterior cuando le entregaron tres cuadernos, un juego de geometría, plumas y lápices en una caja de cartón verde donde se escribió una frase que podría haber sido dicha por ‘Yoda’ en la saga de Star Wars: “¡Fuerte, Coahuila es!”.
“Ahorita me los acaban de entregar, fue rápido. Nos están citando por la lista y los grados. Por WhatsApp hay un grupo y nos dicen: por ejemplo ayer fue el de tercero, ahora fue el de segundo C. Es por día, sección y todo. Yo tengo a mi niña aquí pero batallamos mucho porque de entrada ella no tiene celular y mi celular es para trabajar, ahorita vine rápido por esto pero la verdad me pregunto: ¿Para qué?”.
Su hija mayor tiene 19 años pero “se le casó”. Ahora Vero atiende a su muchacho de 17 y a la menor de 13 años, y lo hace sola porque el marido también se separó del núcleo familiar, quedando ella a cargo de todo y de todos.
“También nos dieron libros pero eso fue como más de un mes que nos los entregaron igual, así, pero ‘pos’ qué le digo. Ahorita me dieron esta cajita mas no la he abierto”. Después de asomarse confirma que son tres cuadernos, un juego de geometría, dos plumas, dos lápices y un libro. Se trata de un ejemplar de Las guaridas de las lechuzas, de Antonio Ramos Revillas.
“Por ejemplo en matemáticas les ponen cinco problemas, ¡pero si a ellos no les han explicado cómo es que lo pueden hacer!, pero a la una lo tienes que entregar. Yo la mera verdad me quedo pensando cómo le hago si todo el día trabajo, estoy sola y a veces que llega su hermano me comienza a mandar ‘Whats’ para que la ayude con la tarea. Yo digo que no va a aprender así. Vienen a la escuela y batallan, pos en la casa menos”.
Verónica cursó la secundaria pero entiende que los contenidos se actualizan y que en algunas otras áreas, como las ciencias sociales, cambian radicalmente ante la inclusión de nuevos contenidos. La ciencia todos los días considera la aparición de nuevas estrellas o satélites, y de vez en cuando anuncia la extinción de algún planeta o la llegada de un meteorito.
Ella además se siente agotada entre los viajes de ida y vuelta de la casa al trabajo y del trabajo al barrio, en el infame autobús, con el calor y la amenaza del virus, todo para continuar en la cocina dando alimentos y lavando platos sin parar, como si la vida fuera solo trabajar y la cocina el infierno personal de cada mujer.
“En mi caso ¿cómo voy a recordar todo eso? A lo mejor son cosas más nuevas que no me las sé ¿y cómo se las enseño? Si yo no me las sé no se la puedo explicar y tengo que andar pidiendo ayuda para mi hija. ¿Quién me puede ayudar para explicarle el esto y el otro? Si batallo mucho. Como estoy separada de mi esposo le dije que como no trabaja en la mañana, que se la lleve para que la ayude con la escuela. Sí le ayuda pero batalla también”.
Verónica en la fondita vende gorditas. A sus cuarenta años sabe que como está la situación debe buscar la permanencia en el puesto. Lo otro es perder la esperanza, el trabajo y sentarse a esperar que le alcance el coronavirus.
“La venta bajó muchísimo porque la renta, el agua, la luz, no, nada nos espera. Los clientes llegan, son fieles pero algunos ya no regresan porque también han perdido el trabajo o se mueven. De diez que teníamos llegan ahora la mitad, cocinamos para trabajadores y familiares de pacientes pero ahorita no hay trabajo, se tienen que ir y buscan por otros lados la manera de ganarse el sustento y comerse el taquito”.
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