Rosalía Reyes pinta con los pies, con pericia destapa el bote del alcohol y toma los pinceles, los limpia, luego, con un trapo pequeño los seca y comienza a diseminar el color en la paleta y de ahí a la tela.
Para ella, el color y la forma son liberadores, así el lienzo blanco poco a poco va tomando forma. Un colibrí, un paisaje. Su tobillo ataviado con una pulsera.
Desde hace casi dos décadas comenzó en la pintura, primero en la escuela de pintura de Durango, pero también en el poblado ‘8 de Agosto’ en el municipio de Nombre de Dios, donde realizaba periódicos y murales en la estancia infantil.
La pintura se lleva en sus trazos el dolor de la separación de un matrimonio, para ella, el crear es borrar el dolor del pasado, convertirlo en vida, su sueño de amor fue uno de los proyectos que más recuerda por ser liberador.
Rosalía Reyes se abre a crear la vida con sus trazos, darle y darse color por medio de la pintura. Su taller se encuentra al fondo de una finca de adobe justo a un lado de la carretera de Durango, junto con gallinas y gallos que juguetean.
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