Por años, Oralia Esparza vio como su padre luchaba día a día para obtener lo necesario para el sustento de su familia establecida en el ejido San Francisco de Arriba, en San Pedro, Coahuila.
A diferencia de los grandes productores, ejidatarios como su padre, vivían con la zozobra de poder colocar su producción de algodón, que nunca fue bien pagada.
Los tiempos del Reparto Agrario en donde comenzó a florecer el algodón gracias al “Tata Lázaro”, se fueron, pero los años no han hecho justicia a los campesinos laguneros. Ni ayer, ni hoy han sido favorables y el futuro luce con una mayor incertidumbre.
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“El problema eterno de la venta de las pacas de algodón, particularmente en San Pedro mi pueblo. Mi padre Simón Esparza Rodríguez era campesino, beneficiario del Reparto Agrario. Los problemas siempre han estado en el sector algodonero, la realidad es que no ha sido rentable”, lamenta.
La miseria, el precio de las refacciones, gobiernos con oídos sordos, porque el precio nunca se fijó en México, recuerda que en los años cuarenta, su padre compró un radio de plástico, porque por ahí escuchaba el anuncio de los precios.
El río Nazas se desbordó y se inundaron comunidades:
“Mi papá se fue nadando hasta la Estación de Urquizo y de Rosita para poder traer algo qué comer, nosotros estábamos muy pequeños con mi madre, las imágenes que yo tengo fue de una vida difícil para mis papás”.
A los latifundistas les iba muy bien, pero a los ejidatarios le sacrificaban mucho el valor de su producción.
“El problema eterno de la venta de las pacas de algodón, particularmente en San Pedro mi pueblo, los precios para la venta se decidían en Nueva York, recuerdo niña, allá por los 50's la incertidumbre, de que si no se vendía, no tendríamos cómo pasar el invierno. Se decía: 'no habrá alcances'", recordó.
"Esa cantaleta era eterna. Por eso el "algodón de noche" y la siembra clandestina con agua robada. Para que los latifundistas nos compraran estos esfuerzos a precios miserables. Mi madre Evangelina Rodríguez Castillo y nosotros ayudábamos a mi papá, mi hermano con apenas 11 años, le ataban un tanque de combustible y lo estiraba nadando de orilla a orilla del río para esa siembra, que nos asegurara sobrevivir. Yo llevaba las gordas que mi madre rellenaba de frijoles para los trabajadores”.
La recién creada CONASUPO, el gobierno aprovechaba para darles despensas, “muy raquíticas”: Chile rojo, manteca Inca, azúcar y café, una cajita para ese tiempo que eran cinco en la familia.
La situación del algodón parece no haber cambiado al paso de los años, pero es precisamente el 'oro blanco', lo que inspiró a esta lagunera para crear este poema llamado 'Nostalgia', con el que ella resume su amor por sus raíces:
“Bordea bajo ardientes horas en la hendidura, la semilla confiada al sol (depositada la semilla del algodón) y la espera al níveo nacimiento (para que salga el capullo)… presuroso con manos como tú desnudas, te arranca (en la pizca), cuando empieza a consumarse el día… o te envuelve en luz de luna”.
En un año el gobierno no les dio despensa, les entregó una licuadora de la IEM Mexicana. Su madre se lamentaba y prefirieron irse a refugiar con su abuelita y su tía que era profesora ahí en el Ejido, San Francisco de Arriba.