La historia política en México y el mundo está llena de capítulos más que interesantes. Desde tradiciones bélicas hasta adicciones escondidas que con el tiempo se descubren, los perfiles al mando de los gobiernos son personas como cualquier otra, con costumbres tradicionales y en ocasiones, algunas excentricidades.
En este caso, el coahuilense Francisco I. Madero, presidente asesinado de la República e impulsor de la Revolución Mexicana, no sólo tuvo fama por ser autor de la Sucesión Presidencial, sino que varios capítulos de la historia del ocultismo también llevan su nombre.
Así es, entre algunos mitos y verdades, durante su periodo en la política la prensa lo atacó desde varios ángulos, como anuncios “a nombre” del espíritu de los chinos asesinados en Torreón, Coahuila, sin embargo, su inclinación por el espiritismo sí era acertada.
Seguidor de Allan Kardec
El nacido en San Pedro de las Colonias, Coahuila, tuvo un hermano de nombre Raúl que falleció a la edad de 4 años y a quien nunca dejó de escribirle al más allá. Francisco, quien estudió espiritismo en París, ciudad donde Allan Kardec, considerado el padre de esta vertiente del ocultismo, escribió gran parte de su obra.
En su regreso a México, el político y empresario comenzó la Sociedad de Estudios Psíquicos de San Pedro, donde según narran los historiadores, se llevaron a cabo varias sesiones reales de contacto con entes del más allá.
El espiritismo en México
El conocimiento en esta arte no sólo fue un pasatiempo de Madero, en su regreso de Francia se le consideró como un “médium escribiente”, es decir, alguien que pasaba a papel lo que los espíritus le dictaban. Capacidad que le ayudaría a escribir la Sucesión Presidencial y el Plan de San Luis.
Sin embargo, su orientación no era ni cercana a la percepción actual del espiritismo, ya que su intención fue acercarse hacia los “valores universales” y un humanismo más real que el de la sociedad de aquella época, elementos que fueron constantes en sus publicaciones como político y como seguidor de Kardec.
Hoy en día, la “religión” que profesó Madero es considerada como una excentricidad de un integrante más de la alta sociedad, pero cabe recalcar que la brújula que encontró en estas prácticas fueron más como una guía ética que una acción de charlatanería.
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