Fiesta de San Judas Tadeo entre sabores y color

A las afueras de la iglesia, se pueden percibir la celebración que se realiza por el apóstol año con año.

Desde la entrada a la iglesia, hay todo tipo de puestos para los feligreses que la visitan. (Lilia Ovalle)
Editorial Milenio
Torreón, Coahuila /

Con el atrio de la parroquia pleno de antiguos aromas a alimentos, de música popular y recuerdos religiosos, se vaticina una gran fiesta en conmemoración a San Judas Tadeo

Los preparativos para la conmemoración del santo patrono, crean un encuentro familiar donde los juegos mecánicos, el dulce color dorado del buñuelo y el olor a los elotes cocidos, serán una antojería para todos los asistentes.

En la entrada a la parroquia las veladoras lucen disponibles en las mesas de los vendedores y los gritos por atraer a los clientes vuelan por el aire en espera de llegar primero al oído del cliente.

-¡A quince pesos la veladora, pásele, pásele que tenemos de pura parafina!-, alardea la voz de un hombre que sabe de antemano que sus pabilos están enterrados en cera sintética, china.

Con música de fondo el Charro cantor, también llena de almíbar la atmósfera pues dice traer la música en el alma y un cantar en el pecho que lo desgarra por amor. La conciencia colectiva se nubla ante la rogativa que pasos después se reproduce en una grabadora, donde reclama querencia la voz de la cantante Ana Gabriel, de una forma menos sutil.

Vendedores de pan de pulque y pastel, de nueces traídas de Nazas y de vino de Parras, sin olvidar los rosarios, las estampitas, las pulseras albiverdes con San Judas y hasta el menudo light, según grita el marchante.

Como aves de mal agüero, entre los vendedores no faltaron los empleados de una funeraria que ofertan pedazos de tierra en un panteón como acto de previsión. 

No obstante, lo niños continuaban jugando en el atrio donde los puestos de ropa de segunda, de fruta picada y los juguetes se instalan dentro de un enorme tianguis que será bueno visitar en un domingo de misa y comunión dedicado al apóstol San Judas.

Ya después del sermón, donde continuamente se hace hincapié en la misericordia para los desposeídos, como lo son los migrantes hondureños y del El Salvador que se observan pidiendo una moneda por la ciudad.

Quizá se tenga tiempo para disfrutar de las gorditas al carbón o de un tamal de rojo, de rajas, de dulce o de chicharrón.