El Monte Everest es la montaña considerada la más alta del mundo con una altitud de 8 mil 848 metros sobre el nivel del mar. El objetivo del lagunero, fue ascender en trekking (caminata) a 6 mil metros de esteo coloso.
El último contacto vía Whatsapp por el que Eduardo Zacarías (Zack) relataba su experiencia, fue el mismo martes 8 de octubre a las 10:14 de la mañana de México por problemas en la señal en Nepal y fue hasta el sábado 12 a las 4:17 de la mañana cuando la comunicación por parte de Zack se reanudó y aunque todo estaba bien, el lagunero narró lo que quizás fueron los momentos más difíciles que pasó en su experiencia al Everest.
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Hace algunos años, Zacarías vio en Facebook a una persona que narraba su experiencia en esta montaña, ahí supo que era posible hacerlo para personas 'normales' sin alguna clase de experiencia profesional en alta montaña.
Desde entonces incluyó este viaje en su lista de cosas por hacer. Luego esta idea se la platicó a su mamá que al principio notó cierto miedo pero de inmediato ella reflejó su sentimiento de orgullo por él, lo que lo motivó a no dejarse vencer y tomar la decisión de emprender esta aventura que lo enfrentaría a una avalancha de emociones.
Su preparación tuvo que intensificarse para alcanzar el nivel óptimo para vivir esta experiencia. Normalmente practica el ciclismo, pero previamente al viaje todos los días entrenaba de 30 o 40 kilómetros y subía al helipuerto en Torreón de una o dos veces a la semana.
El contacto con el lagunero se recuperó el sábado por la madrugada.
Según recuerda Zack, el primer día de esta aventura, el encargado del grupo le llamó la atención porque iba muy a prisa, aún y que faltaban muchos días por caminar y de subidas pesadas.
La recomendación para el trekking fue que su paso fuera más lento para guardar energías, tuvo que aprender a dosificar su energía.
En uno de los albergues para los montañistas, había un área común de comedor donde convivían todos los grupos en su camino al Everest.
“Ahora estamos en la cena de nuevo con el platillo típico de aquí Dal Bath. Todo es madera en el interior y al centro un calentador de leña hace un buen clima aquí dentro pero afuera es muy baja la temperatura".
Es día de fiesta para los nepalíes y los sherpa se sientan a cenar en una mesa a parte y festejan con cantos y bailes el sonido de sus voces es agudo en los cantos como gaitas. Se escuchan muchas voces alrededor en todos los idiomas. La aldea de Dingboche sirvió para que el grupo lograra aclimatarse a la altura para poder luego subir rumbo a Lobuche, un pequeño asentamiento ubicado a 4 mil 940 msnm.
Hacen una pausa en su travesía hacia a Lobuche en un aldea dedicada a la memoria de todos aquellos que han perdido la vida en estas montañas. Ahí identificó la placa de Scott Fisher uno de los fallecidos en el año 1996 historia en la que se basa la película “Everest”.
La caminata las combinó con montañismo y acampadas. En esta ruta el paisaje cambió y se mostró gris, sólo piedras y al fondo los picos nevados emulando un escenario lunar. La temperatura fue de menos 10 grados centígrados.
La temperatura de veinte grados bajo cero, el reto a vencer
El whatsapp cobró niveles catárticos para Zack: “Qué pesado ha sido el día de hoy, hemos salido a las cinco de la mañana a subir el Kala Patthar y poder ver el amanecer en los picos más altos, el sol hace ver la nieve dorada. No pudimos verlo como habíamos planeado pues nos tomó más tiempo de lo esperado”.
Continúa su relato: “Ha sido la peor pendiente que he tomado, el frío era insoportable alrededor de -20 grados aparte de lo pesada que fue la subida, con el dolor de cabeza por la altura, me era súper difícil dar cada paso pues mis pies los tenía prácticamente congelados y de verdad me daba miedo quitarme las botas y que los dedos estuvieran morados y muertos, lo mismo con mis manos a pesar de haber usado unos buenos guantes de frío las sentía congeladas, hubo un momento en que decidí meter mis manos con guantes a las bolsas de la chaqueta y deje que los bastones arrastraran atados a mis brazos con las cintas de seguridad de las empuñaduras, no se cuantos metros avanzaba, tomaba un descanso pensando en regresar, luego me armaba de valor y continuaba unos metros más y luego descansaba”.
¿Pensaste en regresar?, “Sí, con uno de los guías, pero él me dijo que no podría hacerlo pues estaba batallando con la respiración. Por mi mente paso la imagen de las personas de ayer que estaban pensando en abortar llegar al BaseCamp del Everest estando a unos metros de él. Recordé lo que les dijo mi guía: Han caminado durante días para llegar ahí y ahora ahí lo tienen, el cansancio es mucho, pero vale la pena el esfuerzo”, externó.
Los seis mil metros, la avalancha de emociones
Y el esfuerzo valió la pena. La caminata, el dolor, el cansancio, todo valió la pena cuando el lagunero al fin logró llegar a los seis mil metros sobre el nivel del mar, lo que provocó una avalancha de emociones casi imposibles de controlar.
El corazón de Zack latía a toda velocidad. El cansancio era mucho, la respiración casi incontrolable. El viento helado, las bajas temperatura. Pero a lo largo de los días, en donde puso su físico al límite, un solo pensamiento fue su principal motivación: Su mamá.
“Me motivaba más ese orgullo que mi mamá siente por mí al saber que hice esto, algo que es tan diferente a los planes de todos. Ella es mi todo, la persona que ha dejado su vida por la mía”.
Estando en el Himalaya y alcanzar seis mil metros sobre el nivel del mar le dejó a Zack muchos aprendizajes:
“Estando allá arriba pensaba en mi madre, mi familia. Aprendí lo pequeño que es uno en el mundo. Que por más que uno crea haber conquistado ciertos aspectos de la naturaleza, basta con que ella dé un respiro para sacudirnos, la naturaleza ha estado por miles de años, nosotros apenas sobrevivimos unos minutos intentando apreciar desde esa altura”.
En su experiencia en el Everest, ingeniero que labora en la Comisión Federal de Electricidad, Zacarías Márquez conoció el fenómeno de las avalanchas que solo había visto en películas:
“Son acumulaciones de nieve se llaman seraks y están ahí pendiendo de un hilo esperando caiga el copo de nieve que lo rompa y al romperse hace un estruendo como los relámpagos a corta distancia, fuertisimo después ves caer toneladas de nieve que te mataría en un segundo”.
Y fue allá en el Everest donde vivió toda esa avalancha de emociones, que reflexionado sobre todo lo que realizó para este viaje, desde ahorrar, pedir un préstamo en el banco, apoyos privados como el de la empresa mueblera Metaholz, pedir vacaciones en su trabajo, además de la preparación física, mental y espiritual, todo valió la pena.