A sus 58 años de edad, don Gerardo Saavedra acude todos los días a la Alameda Zaragoza de Torreón con el propósito de realizar su trabajo como lavacoches. Al menos han pasado dos décadas desde que un día decidió ganarse la vida de esta forma honesta, que le permite llevar el sustento a casa.
Sin embargo este año ha resultado particularmente difícil el continuar resistiendo la crisis financiera, misma que se agudizó a principios de marzo cuando las autoridades sanitarias declararon la llegada de covid-19, lo que obligó a aplicar una campaña nacional de confinamiento en casa y con ella el cierre temporal de los negocios que permiten a los trabajadores informales el poder prestar sus servicios de forma directa.
“Ahorita por la pandemia está medio complicado porque ya tiene bastante tiempo. Es que hay algo de trabajo pero no igual. Teníamos nuestros clientes, era algo constante y en marzo se cayó todo. Ahora a ver cómo está porque apenas acaban de abrir los bares, sí se arrima gente y todo pero no igual”, dijo don Gerardo.
Él recuerda que hace doce o trece años atrás fueron cambiados de sitio. Ellos tenían un punto en el centro de la Alameda Zaragoza y a cambio del lugar, el trabajo que realiza fue reglamentado por la autoridad municipal.
“Sí hay un padrón pero estamos organizados. Algunos están con el PRI, otros con el PAN y algunos con Antorcha. Estamos reconocidos con lo que hacemos y nos tienen reconocidos en Seguridad Pública, eso es para protección del ciudadano”.
Esta iniciativa reglamenta su trabajo como lavacoches e incluso para desempeñarse deben tener un gafete, no le ofrece ninguna garantía, con excepción de que llegue algún espontáneo a querer sumarse a la tarea.
“Cuando nos enfermamos nos cooperamos para ayudarnos entre nosotros, hay juntas. No somos un sindicato sino una asociación, ahorita somos como 36. A la semana esto está pesado porque lavamos dos o tres carros, a penas pa chivear diario, pa’todo, es el fin de semana cuando nos va más o menos bien. Con la reactivación de los restaurantes y los bares esperamos más clientela”.
En el caso de don Gerardo, su familia es numerosa y entre todos se apoyan, pero a él le gusta el trabajo y diariamente sale a buscar el sustento. Él agradece que en medio de la pandemia ninguno de sus compañeros haya sido contagiado porque aunque sea solo un pedacito de tela, ellos si pueden se colocan el cubrebocas y salen a trabajar.
CALE