'Aguanta' la pandemia con optimismo y trabajo en el Mercado Alianza

El ambiente es de fiesta en medio de la crisis y Miguel Antonio, apenas es un muchacho que dice, trabaja duro para sobrevivir.

Desde hace años Miguel Antonio se gana la vida en el Mercado Alianza. (Lilia Ovalle)
Editorial Milenio
Torreón, Coahuila /

Sus manos se mueven a una velocidad extraordinaria en tanto atiende a sus clientas. Las cucharas se encajan entre los granos y los chiles que pasan a la báscula para dar cuartos, medios o kilos. En una mano sostiene una bolsa y en la otra los frutos o verduras que se venden en el Mercado Alianza de Torreón.

El ambiente es de fiesta en medio de la crisis y Miguel Antonio, de apellidos Cárdenas Luévanos, apenas es un muchacho que dice, trabaja duro para sobrevivir. Cada palabra que sale de su boca es para reafirmar su confianza en un creador que todo lo sabe, todo lo ve y no lo deja caer en la idea de la crisis, la pandemia o la soledad.

Trabaja en la Alianza desde hace años. Lo hace con gusto y sin el deber de llevar el pan a la boca de los hijos o los padres. Vive solo y vive para él. El mercado es su mundo inmediato y en él ha encontrado amigos, clientes, y un ojo atento para evitar que el más grande o el más pequeño se lleven las cosas del negocio.

“Gracias a Dios estamos aquí en vida y como quiera la gente llega. Estando en pandemia o no, vendemos cosas que todos tenemos que comer y como quiera sale. Sí, nos está dando bendición mi padre, Dios”.

La música de fondo hace la fiesta y a este muchacho le gusta disfrutar del momento. Baila si puede, habla de corridito. Las ideas son concretas y aunque algunos puesteros dicen que están bajas las ventas, que está medio difícil y han tenido que dejar de surtir algunos productos en medio de la pandemia que propicia el covid-19, él encuentra en el trabajo la única solución a los problemas.

Como diría William Blake en sus sentencias escritas en El matrimonio del cielo y el infierno, “La abeja laboriosa no tiene tiempo para la tristeza”.

“Sí está medio difícil pero no, pos a chingarle, que más queda, si nos rajamos sale peor. Yo no tengo familia propia ni hijos ni nada, soy yo solo, yo solo, sin padres ni nada pero tenemos que salir adelante. Todos tenemos que salir adelante”.

Mientras comparte sus ideas pasa un triciclo conducido por una adulto y se detiene. Discretamente un niño toma una reja de plástico. El vehículo retoma el movimiento y el pequeño se aleja caminando.

Miguel le dice a un compañero: “Lleva una dura, guey, se la llevó”. Sin exhibición de fuerza o violencia un chico se acerca y le pide la reja. Regresa al puesto y la coloca en su sitio.

“Este es un negocio noble, sigue saliendo para que la gente llegue y adquiera productos (del campo) más baratos, alimentos más sanos y obtener incluso más limpieza. No nos gusta meter tanto mugrero y aquí tenemos todo de lo mejor para que la gente se vaya satisfecha a casa.

“Aquí tenemos la fruta, papa, verde, rojo, ancho, cebollas, tomates y limones. Lo básico como huevos, mirasoles, de todo tenemos. Y lo que no tenemos lo encontramos y se los damos”.

Para la foto posa con los amigos y su cubrebocas es el signo de este tiempo. Con la mitad del rostro cubierto por un estampado fragmentado donde se dibuja la sonrisa de un guasón soporta la pandemia, aguanta la crisis y ahuyenta el temor de caer ante una enfermedad para la cual no existe aún vacuna o antídoto.

CALE