‘La Güera’ o ‘Marichaga’ vio su puesto medio vacío y su marido salió de prisa a buscar las cebollas. Dice que ha sido un tiempo difícil para todos pero ahora que no tiene obligación con sus hijas, quienes hicieron carreras universitarias estudiando y trabajando al mismo tiempo, puede sortear la pandemia.
Su vecina de puesto, doña Martha, enfrenta su reciente viudez. Poco quiere decir de eso porque la gente muere a diario de covid-19 o de cualquier otra cosa, y hoy debe sacar adelante el negocio a marchas forzadas, sin Antonio, su marido.
En vísperas de que se realice en cada ciudad y estado el tradicional Grito de Independencia, el Mercado Alianza luce con mucho cliente aunque ni remotamente como el año pasado, porque hoy si las familias hacen fiesta será porque el trabajo no falta, pero apuntan las marchantas, “deberán hacerle como los ricos, con invitación restringida”.
“El año ha estado horrible, con decirle que a veces no sale ni el chivo, ¿a poco voy a comer yo puro de esto? ¿Verdad que no? Se necesita jabón, frijol, la carne, todo eso y se lo digo a mi esposo, que se necesitan otras cosas. Nosotros no hemos pagado el agua en dos meses porque no hay lana”, confiesa Marichaga, quien en realidad se llama Santiaga.
Mientras atiende a sus clientes va repasando lo que le ha tocado vivir en medio de la pandemia. Debe surtir el gas y ese lo paga porque tiene tanque estacionario, pero las facturas del agua y la luz a veces se le acumulan. Por eso sin pensarlo mucho suspendió el sistema de televisión por cable.
“El agua no la he pagado y no me la han cortado aunque ya son dos meses, pero le digo a mi esposo que pague porque a mí no me gusta deber porque luego es peor, se acumula la deuda. Ayer que era domingo estaba solo el mercado. Está calmado pero ahí la llevamos, primeramente Dios. Está difícil, ¿por qué cree que mucha gente se deprime? Me dice él que no abra pero le digo que estará peor si no abro, ¿qué vamos a comer? Los gastos corren”.
Con dos hijas casadas y una que acaba de concluir sus estudios, la guerita recordó que cuando en Torreón se vivían a diario las balaceras, sus hijas tuvieron que apoyar y pagarse los estudios. Su esposo les dio hasta la prepa y como ellas querían carreras debieron trabajar. Ahora tienen una ingeniera, una terapeuta física y una diseñadora de modas. Sencillamente había que hacerlas responsables.
A pesar de su dolor, Martha debe continuar con el trabajo aunque las ventas han caído más del 50 por ciento. En su puesto colocó un altar donde le rinde devoción a su esposo, Antonio, quien falleció hace unos días de una enfermedad que en pocas horas lo fulminó y aunque Martha sabe que no fue covid-19, debido a que sus hijas lo llevaron a urgencias del IMSS, dice que su esposo terminó en la estadística como sospechoso.
“Cuando yo empecé con el negocio hice mi casa que es su casa y ahorita el terreno mejor lo vendí. Me gustaba porque estaba en esquina pero mejor lo vendí, lo tenía en el ejido El Águila y lo compré en el 2005 y este año se fue porque no tenía para fincarlo y pagar predial y todo. La gente está en la casa y la autoridad no nos ha apoyado ni por esto que anda. No hay dinero, la gente no tiene”.
Las palabras que dejó para su esposo en una veladora con su retrato, confirman la fe del creyente en un año que ha resultado difícil porque las despedidas pueden ser para siempre.
“Dios, tú eres el único dueño de la vida. Nos concedes el regalo de nacer con un propósito y de la misma forma cuando ya lo hemos cumplido nos llamas a tu reino de paz, cuando tú consideres que nuestra misión en este mundo ya está cumplida. Ni antes, ni después…”.
Caminar por la Alianza puede resultar un paseo que arrincona el recuerdo como en un cuadrilátero de box. Mientras en una cuadra la memoria olfativa lleva a la casa de la abuela con el arroz rojo y las enchiladas, a la siguiente la fruta podrida motiva al trote y la fuga. Pero la mirada se pierde entre el color y a veces es la música la que atrae a las personas.
Como una estampa de almanaque y realizando en su puesto un hermoso bodegón, otra vendedora apuntó: “tenemos que seguir adelante, si no le echa uno ganas se cae todo, yo tengo casi diez años con el puesto de frutas y verduras. Con esto de la pandemia una se lleva nomás para el gasto diario y pa’ surtir cualquier cosita. Tengo tres hijos y ayudan porque además tengo dos nietecitos que están allí”.
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