Son las 12 del mediodía y el sol a cuestas en su espalda como en su rostro de tez morena no merma su entusiasmo, como tampoco su sonrisa cuando se dedica a trabajar en la labor, en la parcela en el corte de flor de muerto.
Ella es Sanjuana Isabel, de 25 años, originaria del ejido Las Isabeles en Lerdo, cerca de Villa Juárez, donde la ocupan para trabajar en esta temporada de cosecha de flor que tiene como destino lo mismo Monterrey, Ciudad Juárez o algún mercado de la región.
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Ella plática que en esta ocasión la ocupan para limpiar las cajas o rejas de plástico donde será embarcada la flor en racimos y tendrá que ir debidamente acomodada para soportar el traslado con suficiente ventilación durante 3 horas y media en el caso de Monterrey o hasta 8 o 9 horas en el caso de ir hasta la fronteriza Ciudad Juárez y que mejor que la delicadeza y atención de una mujer.
Relata que van seis años trabajando en la cosecha de flor de muerto y aunque ella es buena "asadoneando" en la siembra de otros cultivos, le gusta siempre participar en esta temporada, porque además de entrarle al trabajo del campo, es una manera de honrar a quien le enseñó las prácticas de la parcela y de quien aprendió muchas cosas más: su padrastro.
"Me gusta mucho trabajar en la labor, asadoneando, mi padrastro me enseñó y fue muy buen maestro", agrega en su relato.
A pregunta sobre su sentir en este corte de flor de muerto, que se vuelve casi un ritual más allá del ingreso económico que pudieran obtener los jornaleros, Sanjuana dice que estos momentos la llevan a la reflexión y al recuerdo de aquellos seres queridos que han partido y en especial de su padre, dejando escapar de sus negros ojos las lágrimas que afloran de ese sentimiento natural por quien le enseñó tanto.
De hecho asegura que venir al corte es también una forma de honrar su recuerdo para el que ha partido y que ya no está en esta vida terrenal.
EGO