Entre hilos, cuentas de oro y plata, cada año, decenas de mujeres pasan meses en Huamantla, Tlaxcala, dedicadas a bordar el vestuario de la virgen de La Caridad; es una tradición del municipio que, este 2023, cumple 60 años consecutivos.
Más de medio siglo en el que las mujeres, entre mayo y agosto de cada año, llegan a la casa de la extinta señorita Carito para bordar, en finos lienzos de tono blanco y azul, miles de canutillos, perlas y lentejuelas de oro; aunque este año, por primera vez, son de plata.
“Estamos cumpliendo sesenta años de la tradición, es un año diferente para todas, es un año de fiesta y coincide en que es el primer año en que el vestido y manto de la santísima virgen, su atuendo, ahora va bordado con plata”, relató Elvira Hernández.
La virgen, que es una antigua pieza de arte sacro, portará el suntuoso vestido mañana, 14 de agosto, fecha en la que los católicos de Huamantla celebran la Noche en que Nadie Duerme, cuando tapizan las calles con largos tapetes de aserrín y flores porque su santa patrona sale en procesión, vestida de gala y a bordo de un carruaje.
La tradición de bordar el vestido de la virgen en realidad tiene su origen en el año de 1878, cuando se tiene el registro de la primera pieza, y continuó hasta 1885; durante los años posteriores no hay evidencia, y fue hasta 1963 cuando la señorita Carito, después de sufrir un accidente que la dejó discapacitada, se puso a bordar el atuendo como una manta para que la virgen le hiciera el milagro de recuperar su movilidad.
Desde ese entonces, cada año bordaba el vestuario de la imagen religiosa; empezó la tradición ella sola y, con el paso del tiempo, se sumaron sus sobrinas Elvira y Laura, luego lo hicieron decenas de mujeres locales y foráneas.
La señorita Carito, falleció en 2015 y todavía se le recuerda en Huamantla como la precursora de una expresión de fe que dejó como herencia.
Y fue así como, hoy en día, participan en la confección y bordado del ajuar de la virgen al menos 70 mujeres cada año. Ya es una tradición permanente desde hace seis décadas que ni siquiera la pandemia de covid-19 impidió.
“Es una tradición familiar, pero desde hace sesenta años para acá se han ido agregando más personas que hacen el favor de apoyar para entregarle a la santísima virgen el atuendo para el día de su fiesta”, comentó Elvira, sobrina de Carito.
Así lo hizo Julieta Avilés; ella viaja cada año desde Chiapas a Huamantla para pasar unos días bordando ya sea el manto o el vestido. Se sumó a esta tradición desde que era una niña.
“Algunas somos desde esa temporada, desde el primer bordado, otras van entrando cada año como van pudiendo, pero no todas son desde hace sesenta años, también hay jovencitas”, expresó.
María Elena Hernández, Anita Fernández, Gamalí Pérez, Olga Pimentel, Teresa Portillo, Luz Lara, Susana Alfaro, Virginia Hernández, Kary Orquesta, Matilde Romero son algunas de las mujeres que este año colaboraron en la misión de bordar.
“Es una gran satisfacción de devoción, de fe, estar dando unas puntadas para el vestido, el manto de la santísima virgen. Esa es una satisfacción de fe”, remarcó Avilés.
Ninguna de las mujeres cobra un solo peso por ir a bordar; todas lo hacen por razones de fe y por agradecimiento a la virgen que les ha concedido un milagro.
“No cualquiera lo puede hacer”
Cualquiera puede bordar y coser, pero bordar el vestido de la virgen no cualquiera lo puede hacer porque es un trabajo meticuloso, no solo por los materiales en oro o plata, sino por cada una de las puntadas y técnicas para zurcir los canutillos y cuentas a las finas telas.
Así lo expresó Ana Ruth Fernández, una de las mujeres bordadoras, quien bordó durante 15 años seguidos, por algunos años dejó de bordar y retomó la tradición en 2020, cuando las autoridades declararon la pandemia de covid-19 y bordaron en confinamiento.
“A la mejor cualquiera puede coser, pero este trabajo no cualquiera lo puede hacer. Es un trabajo fino porque es precisamente para la virgen y lleva puntadas muy finas, lleva rellenos que si no se hace exacto el relleno desde ahí ya no sirve nuestra puntada”, explicó.
Estas mujeres son expertas en las puntadas de borreguito, pavo real, lluvia y arenilla; sentadas alrededor de los bastidores se olvidan de si son abogadas, maestras, doctoras, arquitectas, ingenieras.
Dentro de la Casa Carito todas saben tomar la aguja y el hilo para bordar, son versadas en tomar las pequeñas tijeras para trozar los canutillos de un solo tamaño, o recortar los fieltros que adaptan en los bastidores como moldes.
Este año, a petición de los donadores del vestido, por primera vez la pieza va bordada en plata y no en oro como lo hacían cada año, pero eso no es motivo para reducir la fe.
“Nos siguen dando la oportunidad de bordar, y siempre se dice que la virgen nos hace el milagro porque ella intercede ante dios para que nos realice cualquier milagro que nosotros necesitemos. Es una experiencia muy bonita que no se puede explicar, simplemente se vive, se lleva a cabo y cualquiera que viene se enamora de bordar”, indicó Fernández.
El sello femenino, 60 estrellas
Sesenta estrellas bordadas en plata y sujetas al manto de la virgen son el sello femenino y el testigo de las seis décadas continuas que han dedicado las mujeres de Huamantla a confeccionar y bordar el vestido.
Ese fue el acuerdo que hicieron entre ellas para celebrar, así que cada una bordó una estrella que salió de su imaginación e inspiración. Las piezas irán rodeadas por las figuras que, en la religión católica, representan a la oración del Padre Nuestro.
“Son sesenta estrellitas que representan los sesenta años ininterrumpidos que tiene el bordado; cuando la maestra Carito inició hace sesenta años, pero ella ya nada más tuvo la dicha de bordar cincuenta y dos años, y dejó el legado a sus sobrinas y aun grupo de setenta bordadoras que somos las que venimos”, indicó Matilde Romero.
Sesenta piezas bordadas en plata, que simbolizan el mismo número de mujeres que han dedicado parte de su vida a conservar una tradición tlaxcalteca.
Igual reflejan la personalidad, paciencia y creatividad de cada una de las bordadoras; en conjunto, son la insignia de la participación de las mujeres en las actividades que dan identidad a una comunidad como la del pueblo mágico de Huamantla.
“Todas las estrellas son tan diferentes, pero todas son muy hermosas”, exclamó Matilde después de bordar y exhibir la estrella que la representa a ella.
EHR