La mascota estelar es un Pug que recibe con un desgano muy bien simulado a los entusiastas visitantes del museo.
Su cuerpo reposa dentro de una caja de acrílico y con la mirada fija hacia la nada, da la impresión de que aún respira.
El día que murió, su dueña lo llevó con Willian, quien asegura haberle dado una segunda vida al disecarlo. “Lucas es la atracción principal”, dice en referencia al perro.
Cientos de especies y órganos internos de animales e insectos reposan en un modesto local ubicado al poniente de Monterrey.
En la parte superior de la fachada azul hay una lona con las leyendas “Museo de Taxidermia”, “Animales disecados y moldes”.
Sin embargo, esto no ha bastado para evitar que los vecinos lo confundan con una veterinaria, una base de taxis y hasta un sitio de “matanza”.
Al entrar parece que el espacio no es suficiente para todo lo que alberga: perros, gatos, reptiles, aves, roedores, especies de mar, cabezas de venado, órganos de caballo, colecciones de cráneos y esqueletos, insectos exóticos…
También hay una selección de fetos.
“Me trajeron a una perrita, y al momento de hacer la necropsia para disecarla, traía crías, eran cuatro. Dos eran desechos completamente, y dos ya estaban formados, a días de nacer”, cuenta el taxidermista y apunta hacia los frascos que contienen los restos de los canes diluidos en un líquido desde hace cuatro años.
En casos como éste, los animales no nacidos deben conservarse en una solución de formaldehído y naftalina. Resulta imposible disecarlos debido a que el tejido corporal es muy delgado.
Al fondo del local hay una puerta que no se abre al público. Se trata del área del taller, una combinación entre sala de necropsias, laboratorio de química y carnicería. El aroma es una mezcla desagradable de olores a sangre, órganos y soluciones.
Es ahí donde se realizan los trabajos para disecar a los animales, ya sea por encargo de clientes o para aumentar el tamaño de la exhibición.
“Tenemos una lista de más de 500 animales neutralizados, congelados y en químicos, en proceso de taxidermia para el museo”, afirma Celina, la guía oficial del sitio, y deja claro que el espacio será insuficiente dentro de unos meses.
El lugar se sitúa en la avenida Camino Real 2223, en la colonia Fomerrey 35, una zona cuya población está en situación vulnerable. Precisamente por ello –aunado al limitado presupuesto– decidieron colocar ahí su proyecto, para promover el conocimiento y amor por la vida de los animales.
El costo de entrada es de cinco pesos para los niños y 10 pesos para los adultos. Al hablar del dinero, los autores de la exposición lucen más preocupados por fomentar el afecto a la naturaleza que por sus propios ingresos, a pesar de dedicarse a la labor los siete días de la semana.
“Todo el que entra aquí se va contento, ninguno se ha ido enojado (…). Varios niños que vienen a hacer aquí sus tareas nos dicen: ‘aquí enseñan más que en la escuela’. También vienen familias”, menciona Celina sobre los visitantes.
Incluso, en su página de Facebook “Diseco Animales” son constantes los buenos comentarios que hacen los usuarios sobre el museo y la labor de los taxidermistas.
Sin embargo, aceptan que el entorno en el que se encuentran no es el mejor.
Han logrado la aceptación de muchos, pero también se han llevado insultos y difamación.
Su sueño es llevar el proyecto al primer cuadro de la ciudad y estar a la altura de recintos como el Museo de Arte Contemporáneo y el Museo de Historia Mexicana, con ayuda de la iniciativa privada.
Mientras eso sucede, el lugar abre sus puertas todos los días de 09:00 a 21:00 en la dirección ya citada.
“Si estuviéramos en un lugar más céntrico en Monterrey, esto va para arriba”, asevera con emoción el taxidermista.