Don Ramón y la novia del panteón municipal de Torreón

Asegura que en su vida solo una vez vió un fantasma, que asume fue una mujer que enterraron vestida de novia.

Don Ramón a vivido en el panteón desde 1946. (Jorge Maldonado)
Jorge Maldonado Varela
Torreón, Coahuila /

Reyes Martínez, mejor conocido como don Ramón, es un hombre de 76 años que nació bajo el techo de una casa de adobe que se ubicaba en terrenos que daban al interior del Panteón Municipal número 1 de Torreón, ahí creció y se desarrolló como ayudante del cementerio y actualmente sirve como velador de un columbario ubicado en el lugar.

En su infancia las lápidas eran parte del patio de su hogar, las ceremonias fúnebres eran parte de sus días al estar tan cerca de ellas, incluso llegó a trabajar como sepulturero. La muerte siempre andaba en el aire de su entorno, pero aún así no se le presentaba nada sobrenatural.

Una noche de verano y luna llena todo cambió

Asegura que a pesar de vivir toda su vida en el panteón más antiguo de Torreón, con tumbas que datan de hace más de 120 años, nunca había visto señales de ultratumba, sin embargo, al final recordó lo que le pasó hace seis años.

“Ya son 76 años aquí y no había visto nada, pero mire, una vez sí vi y Dios es testigo. Fué hace como seis años y era tiempo de calor. En ocasiones yo me acostaba en una lápida por lo fresco que se siente. Me llevaba mi radiecito y una almohada. Además nada me daba miedo porque nunca había visto un fantasma”.

Aún recuerda que era luna llena, por lo que era una noche iluminada. Los perros empezaron a ladrar y lo hicieron levantarse de aquella lápida olvidada. Una mujer vestida de blanco caminaba a escasos tres o cuatro metros de él. Se alejaba poco a poco y sólo se le alcanzaba a ver la espalda y su cabello largo.

“Los perros estaban ladre y ladre, me levanté a ver qué era y vi a una señora de blanco caminando. Se veía clarita porque estaba la luna, parecía de día. Primero pensé que era Lucy, una vecina que tenía puerta en su patio hacia el panteón, también tenía el pelo largo”.

Fue al momento de hablarle a quien pensaba era su vecina, sin embargo, aquella mujer jamás volteó ni respondió alguna palabra, solo siguió su camino, he ahí cuando por primera vez sintió el terror de estar frente a un ser que parecía ya no pertenecer a este plano.

“Pensaba que era la señora Lucy, pero le hablé hasta tres veces y no me respondió nada. A la altura de ese pinabete se metió entre su sombra y ya no se vió, como si se hubiera metido a ese árbol. No volteó para nada y caminaba con unos pasitos lentos. Luego los perros no dejaban de aullar y de ladrar hacia ese pinabete”.

“Ahí empecé a sentir como si tuviera en la cara muchas hormigas, yo creo que del puro susto, jamás me había pasado. Pronto fui con unos tíos que vivían aquí en el panteón también y me dijeron que no cualquiera ve esas cosas, pero para mí era la primera vez en más de 70 años”.

Habrían sepultado a una novia

En ese contexto, don Ramón platicó que un día antes en ese panteón habían enterrado a una mujer que supuestamente había sido asesinada por su pareja sentimental justo antes de casarse. Dijo que era vecina del barrio y que su cuerpo había sido sepultado a unas cuantas lápidas de donde presenció aquella aparición.

“Ya más sereno yo pensaba que a lo mejor era el espíritu de esa mujer que habían enterrado aquí cerquita de donde la vi, además la habían sepultado con el vestido de novia y yo vi a la mujer toda de blanco”.

Prueba del miedo que sintió en aquella ocasión es que jamás ha vuelto a recostarse en aquella lápida olvidada en la que solía descansar.

“Ya no me he vuelto a quedar ahí en estos seis años, se me afigura que la veo. Es lo único paranormal que he visto en mi vida entre tantos años”.

A pesar de que no percibe un sueldo, apoya al panteón en algunos trabajos del cual saca para comer, además cuenta con su pensión de adulto mayor. Para no tener miedo dice que prende tu televisor, pero no niega que en cada luna llena se le afigura que ve venir a aquella mujer.

He vivido aquí en el panteón desde que nací en 1946, como he crecido, vivido y trabajado aquí, he visto como despiden a muchos muertos, chicos, grandes, de todo, no me gusta verlos pero a veces los familiares pedían que abriéramos la caja. Son momentos que también nos da sentimiento. Por eso ya no trabajé en eso, me daban ganas de llorar a mí también y ya no hallaba para donde voltearme”, añadió.

aarp


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