A tres meses, no hay rastro de los 17 hombres asesinados en San José de Gracia

Autoridades han implementado operativos en San José de Gracia y más de un centenar de policías se presentaron al municipio, en los límites con Mazamitla, Jalisco.

Elementos de seguridad realizan operativos. (Especial)
Jorge Martínez
Michoacán /

¿Cómo se desaparece a 17 cadáveres? Desafortunadamente, en México existen distintas maneras. Más en Michoacán, en donde hace tres meses fueron fusilados 17 hombres en San José de Gracia y, hasta ahora, la policía no tiene pistas ni testimonios de qué pasó con los cuerpos.

De hecho, si el multihomicidio no hubiera sido grabado y subido a redes por uno de los vecinos, es muy probable que los policías estatales —a los que hoy acompaña MILENIO en un operativo— no estarían en busca de estos cadáveres, sino de otras personas a las que también han desaparecido por la región.

“Hemos detenido a 21 sujetos como probables responsables del fusilamiento pero ninguno ha revelado qué hicieron con los cuerpos”, cuenta uno de los agentes. “No sabemos si los sepultaron o qué. Estamos esperanzados a encontrar algún indicio o que uno de los homicidas regrese a la escena del crimen”.


Se sabe que aquel 27 de febrero pasado, una vez cometido el multihomicidio, los asesinos aventaron los cuerpos en una camioneta negra donde se los llevaron, limpiaron con agua la sangre que escurrió sobre la banqueta y después huyeron. 

En un intento por encontrar los cadáveres, las autoridades de Michoacán implementaron un operativo en San José de Gracia y más de un centenar de policías se presentaron al municipio, en los límites con Mazamitla, Jalisco. Según el secretario de Seguridad Pública de Michoacán, José Alfredo Ortega, la violencia ha disminuido en la región con la llegada de la policía estatal. “Se mantiene cierta tranquilidad. El restablecimiento de un destacamento ha permitido mantener el control”.

Como es una zona disputada por grupos criminales, MILENIO ha decidido acompañarse con la policía. De hecho, en los últimos días ya se han registrado enfrentamientos en Mazamitla. Se sabe porque las autoridades michoacanas instalaron retenes en las carreteras de salida e ingreso a San José de Gracia.

En algún momento del patrullaje, la Fiscalía estatal encuentra una de las tres fincas que hoy serán confiscadas. Dicen que son propiedad de los homicidas.

Una pertenece a Ernesto Mascorro Martínez, El Chaparro, líder de un grupo criminal cuyo nombre parece de banda musical: Los Pájaros de la Sierra. Según las autoridades, esta organización trae pelea con el CJNG. La finca sólo tiene una planta. Está pintada de un caprichoso verde. Los vidrios están rotos y, en este momento, la chapa de la puerta principal es forzada por las autoridades. Adentro de la casa hay un altar a la Virgen de Guadalupe. Se ven varias sillas y una mesa, todas de plástico. A la mesa la cubre un mantel color rojo. Por la puerta de una de las recámaras que quedó entreabierta, se observa una cama sin tender, ropa tirada en el piso y un par de tenis.

A un kilómetro de la casa de Mascorro se ubica la otra finca resguardada. De acuerdo con las autoridades, el domicilio fue habitado por otro de los líderes de Los Pájaros de la Sierra. La casa no es ostentosa como la Mascorro. También tiene un solo piso. Una de las ventanas, cuyo cristal está roto, da a la cocina, sucia, llena de polvo. Desde ahí se aprecia que la casa está revuelta, que las pertenencias de quienes la habitaron son un manojo de cosas tiradas en el piso o amontonadas sobre la mesa. En la cochera ladran dos pitbull color gris que sobreviven al encierro; los vecinos los alimentan ahora. Sobre la calle, a unos metros de la puerta principal, un automóvil Volkswagen mal estacionado también es asegurado por el Ministerio Público.

La última casa confiscada se ubica a pocas cuadras del centro de San José de Gracia. Fue construida sobre un amplio terreno. 

“Por lo menos debe tener unos 150 metros de extensión”, calcula uno los policías que resguardan el lugar.

Pero lo que sobresale está el techo: un asta con la bandera mexicana. Como esos restaurantes campestres donde la luz es importante, la finca cuenta con más de 50 ventanas. Los grandes jardines y los juegos infantiles ahora son asaltados por la maleza. El sol ya se comió la pintura de la fachada de la residencia.

“Los operativos le están quitando el miedo al pueblo”, dice uno de los vecinos de la última finca asegurada. “Eso sí: seguimos sin saber qué pasó con los 17 que mataron”.

ledz

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