Política migratoria, los pone en manos de la delincuencia

El fundador de la Casa del Migrante en Saltillo asegura que de no haber un cambio por parte del gobierno federal, la inseguridad y los secuestros seguirán.

La cena de fin de año en la Casa del Migrante, fue un mar de historias. (Raúl Palacios)
Fernando Mejía Barquera
Saltillo, Coahuila /

Al finalizar el año, el padre fundador de la Casa del Migrante de Saltillo, Pedro Pantoja, dice feliz que en los últimos tres meses de 2019, gestionan 3 mil solicitudes de refugio, lo malo es que los migrantes, están en manos de la delincuencia, pese a la presencia de la Guardia Nacional y demás fuerzas de seguridad.

Observa que de no haber un viraje en la política migratoria del gobierno federal, el año que inicia, seguirá igual: inseguridad y secuestros de migrantes.

HISTORIA

En la cena de fin de año, organizada en la Casa del Migrante, un hombre, acompañado de su hijo de 5 años, narra su pesadilla. En el plato se ven restos del pollo catracho, guisado y servido por mujeres hondureñas. El nombre se reserva por razones obvias.

“Ahí en Laredo me tuvieron secuestrado, como 5 días, fue un cartel. Pues sí, pidieron algo de rescate a familiar de Estados Unidos. A los dos nos secuestraron. Nos dejaron libres y aquí estamos. Estuvimos al borde de la muerte lo superamos, gracias dios; ahí quedaba todavía más gente y el que no paga lo matan”.

Aparte, el sacerdote, lanza “eso que lo entienda el gobierno: no los repriman, no los persigan, se los entregan como regalo al crimen organizado”.

En su reunión de fin de año los migrantes se dieron tiempo para la reflexión, guiados por el sacerdote. De inicio se hizo una gran fogata al centro del patio de estás instalaciones de 20 años. Cada uno, alrededor de cien reunidos, entre hombres, mujeres y niños, aventó un leño al fuego y micrófono en mano, manifestaron su deseo para el 2020.

De color y ojos felices, Kevin de Honduras, pidió “esperamos la posibilidad de trabajo y salir adelante y echar ganas. Solicite refugio en México pero me lo han negado”. Fue deportado, pero regreso de nuevo. Es un “terco social”, como los llama el padre Pantoja.

Del mismo país, Jaime Yáñez, pide “mi deseo es que todos podamos lograr metas que tenemos, como tener un buen trabajo, llenos de salud, ir a trabajar a los Estados Unidos; la verdad ando por aquí porque quiero sacar adelante a mi familia”.

A las 7 de la noche en Saltillo, hace mucho frío. La fogata está gigante y los migrantes están contagiados del año que inicia. Confían en seguir adelante. A los Estados Unidos.

Marlene es una mujer joven que solo ella sabe por qué salió de su país. La falta de trabajo, sí. Pero, cuando habla en sus ojos se ven muchas cosas más. Frente a todos le pide “a Dios, nos de fuerza para seguir adelante aquí o en Estados Unidos, pero que el este con nosotros que nos ayude”.

Desde una bocina los migrantes, escuchan una canción que es para ellos “los problemas vienen y van/ y al final todo sigue igual/ alzó mi copa aquí para brindar…”.

LA CENA

En la cocina de la casa, un espacio grande y limpio, encontramos a Ana acompañas de otras mujeres. Todas de Honduras. Informa en qué consiste la cena de fin de año.

“Un pollo catracho, acompañado de tajadas de plátano…por acá, tenemos la ensalada de col, el encurtido: picante, rábano, chile jalapeño, cebolla, vamos a preparar arroz”. Mira emocionada sus guisos de los que saldrán 150 raciones, pero, cuando habla de su fiesta de fin de año de 2018 se quiebra.

“Estuve muy feliz, porque estaba con mi familia, hermanas, mis hermanos y mis dos hijos, mi esposo, una familia grande, todos juntos”. Sus ojos están brillosos y anuncian algunas lágrimas. Se le dice que en algún momento lo podrá repetir. “Eso espero, aquella vez en casa, hicimos carne asada, también un plato típico de Honduras”.

Esta casa, como otras 84 que hay en el país han crecido bajo la animación de la iglesia católica y feligreses. La sociedad civil. El gobierno, simplemente “ha estado ausente”. Éste y los anteriores, dice el padre Pantoja.

Él mismo, advierte a las autoridades que la migración “nunca” parará, pese “al muro” de la Guardia Nacional. Repite y advierte, como para que el gobierno lo escuche que con la política de contención de migrantes “el peligro es muy grande, es muy grande, están en manos del crimen organizado”.

Durante la cena en un espacio grande y limpio que funciona como comedor, pide a los migrantes “llevemos corazón y ojos a su familia, en este momento hagan de cuenta que están en su casas con sus hijos: los abrazan, los rodean y vuelven a repetir tú eres mi padre, tan valiente como migrante”.

En la Casa, está Maritza Sarahy de Honduras. Con 24 años de edad va embarazada y su parto se prevé para el14 de enero.

“Migración me agarró en Piedras Negras y me trajeron para acá, pero allá me apretaron la panza, llegué aquí y me llevaron al hospital”. Su esposo, hermana de 27 años de edad y su hijo de 10, fueron deportados. Maritza, alegó que quién la iba a cuidar. Hubo oídos sordos y se quedó sola.

La cena de fin de año, fue un mar de historias de los migrantes.

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