En los 15 años que Enedina Pimentel tiene viviendo en la Cima del Progreso, en el municipio de Manzanillo, Colima, ha visto una gran transformación en esta y otras comunidades vecinas, ubicadas al pie del último tramo de la carretera libre que une el puerto con el centro del estado.
“Ha habido muchos cambios en lo que yo he estado aquí, casi todos estos patios no estaban, aquí este no estaba, ahí pastoreaban vacas y chivos –dice señalando un gran terreno ubicado a su espalda, donde ahora se estacionan tráileres y se guardan contenedores de mercancía que vienen o van a cruzar el Océano Pacífico–, otros eran limoneras, huertos de plátano, sandía, maíz, pepino, tomate”
Manzanillo es el mayor puerto del país y el tercero en América Latina; pese a una constante saturación –incluso desde antes de la pandemia– es un gigante que no deja de crecer en cuanto al movimiento de contenedores, alimentándose de todo a su paso, ganando terreno a una ciudad en resistencia y comunidades que han cedido su existencia al desarrollo.
Jalipa, por ejemplo, es uno de los lugares comidos por el puerto gigante. La comunidad rural se ha convertido en dormitorio de traileros, en patios que fuera de la ley guardan contenedores de metal y en estacionamiento de filas que alcanzan hasta 20 kilómetros, para ingresar al recinto portuario.
En la Cima del Progreso, que paradójicamente no podría llamarse de otra forma, la historia de Jalipa parece repetirse. Hay predios que antes eran agrícolas y ahora se han convertido en patios, necesarios para el progreso. Al entrar a la localidad, se han instalado pequeñas fondas hasta donde llegan los choferes de los camiones. Siempre hay algunos estacionados ahí. El tráfico ya fue trastocado por esa nueva realidad.
Fotografías históricas consultadas en Google Earth muestran cómo el crecimiento del puerto ha devorado los campos verdes, al menos en un 30 por ciento, dando lugar a hectáreas de tierra fina que se levanta y lo cubre todo.
“Cuando meten o sacan tráileres, en mi casa es una lluvia de polvo”, dice Enedina mientras acomoda la tapa improvisada para evitar que su agua se ensucie. “Y todo el día, a todas horas, meten y sacan tráileres”, dice.
Para Marco Antonio Herrera, con 28 años de trabajo en el ramo de la logística, la situación es bastante clara: “entre más contenedores hay, más camiones se ocupan; van llegando más empresas y se van comprando camiones, si antes tenías un camión, ahora ocupas dos o tres, ahora ocupas un patio más grande, y eso se va recorriendo los patios hacia las orillas”.
Tan solo en 2021, el puerto de Manzanillo movilizó 3 millones 371 mil 438 de TEU’s, con lo que refrendó su liderazgo como el puerto más importante en materia de comercio internacional. En complemento, la aduana marítima de Manzanillo fue la que mayores ingresos le representó al país el año anterior, con 129 mil 881 millones de pesos.
Desde el patio donde labora, el mismo Marco Antonio explica que hay planes de desarrollo en la zona, pues se tienen proyectos para que la mercancía de Asia descanse en un puerto seco que se ubicará en la zona de la carretera libre Armería-Manzanillo, como una medida para agilizar el despacho en el puerto de Manzanillo.
“Toda esa zona se va a seguir creciendo para puros camiones y entre más contenedores haya, más camiones va a haber”, dice con la autoridad de la experiencia de casi tres décadas.
Cifras oficiales señalan el tránsito de 4 mil 900 camiones de carga todos los días en Colima, vienen o van a Manzanillo. “Cuando yo llegué aquí eran puros plantíos de papaya, ahora ya no, son puros patios de contenedores, les conviene más rentar la tierra que trabajarla”, afirma.