Tres hombres jóvenes ingresaron al mar en una de las playas del puerto de Mazatlán, que al caer la tarde ya se encontraba más agitado de lo habitual.
En cuestión de minutos, estos tres hombres, entre la multitud, comenzaron a luchar por regresar a la orilla, pero la corriente de las olas los arrastraba mar adentro.
De inmediato sonó el silbato del joven salvavidas, quien había observado oportunamente a los jóvenes. El agitado movimiento de sus brazos confirmó el desesperado intento de los hombres por mantenerse a flote, lo que encendió las alarmas. Los tres estaban luchando por no ahogarse.
Mientras el salvavidas avanzaba lo más rápido posible, enfrentándose a olas cada vez más feroces, el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte y la marea subía con gran intensidad.
Dos de los intrépidos jóvenes habían logrado controlar la situación y, aunque lentamente, iban regresando a la playa. Indicaron con señales al salvavidas que su compañero no podía regresar y permanecía a la deriva.
El salvavidas nadó hasta el joven que aún se encontraba a la deriva, en medio de una playa abarrotada de personas, típica de las tardes de vacaciones de verano en Mazatlán, donde todos los días parecen ser fines de semana.
Se logró la mitad de la hazaña; ahora, el salvavidas, con gran habilidad, arrastró al joven que ya no podía nadar hasta la playa. Este acto fue aplaudido por los presentes, quienes le dieron una ovación y se tomaron fotografías con él.
Este incidente ocurre en un contexto donde, en el Pacífico Mexicano, a pesar de la distancia de las costas mexicanas, cuatro fenómenos naturales están agitando las aguas del mar.
Este agite se manifiesta en el incremento de mareas, altos oleajes y vientos de distinta magnitud a lo largo de la costa mexicana, como reflejo del efecto Fujiwhara, que resulta de la interacción de los ciclones Emilia y Fabio.
MO