María del Carmen es una de las buscadoras integradas a Grupo Vida.
La necesidad de encontrar a su hijo le permitió desarrollar un ojo que distingue a simple vista los pedazos de madera de los huesos humanos.
Hace seis años desaparecieron a uno de sus hijos en una fiesta de Independencia en un ejido de La Laguna.
Y aunque ella tomó valor para ir “con los jefes del punto” y reclamar la devolución de su muchacho, nunca más supo de él.
“Cuento seis años de que desapareció mi hijo Jorge Alberto Grana Peralta. Él y otro muchacho andaban en un rancho que lo tenían los ‘del punto’, así le decían".
"Ellos no quería que hubiera ruido, ese rancho es grande y hay gente a todas horas porque jugaban baby fut a las diez de la noche y terminaba como a la una de la mañana".
LA DESAPARICIÓN
“Cuando estaban no querían que la gente hiciera nada de ruido. A mí se me hacía raro porque iba y a las siete de la tarde ya estaba todo serio. Esa vez, del 15 de septiembre para el 16 andaban festejando y habían puesto la candidata a reina. Mi hijo y otro andaban en una moto dando vueltas, y llegó otro muchacho”.
El tercero les mostró la motocicleta y Jorge Alberto se subió de copiloto para probar su velocidad. Pero los halcones se habían apostado en la plaza.
Al verlos pasar los siguieron hasta llegar a una casa abandonada. Ahí se les privó de la libertad.
María del Carmen cuenta que supo porque de los tres muchachos, uno pudo escapar y le contó todo.
“Mucha gente dice que los golpeaban y que ellos gritaban, que les pegaban con unas tablas y que ellos gritaban y lloraban. Otros me dicen que no, que ahí los mataron, pero yo no creo porque si los hubieran matado ahí los hubieran dejado. ¿Para qué los querían?”.
El día siguiente de la fiesta estuvo marcando a su teléfono celular sin hacer contacto.
María del Carmen se fue a buscarlo al rancho y ahí le dijeron “Ve al punto”. Sin saber qué era realmente, se movilizó a una tienda donde había un carro rojo, como le habían indicado.
“Que lo voy viendo. No podía ser, el encargado del punto era un compadre porque yo le bauticé una niña. Le pregunté -¿Qué pasó?, y él me dijo que no sabía que era mi hijo”.
El hombre añadió que hacía media hora había pasado El jefe. Su relación sacramental se disolvió y nunca más se hablaron.
EL SILENCIO
Ella nunca supo más de su compadre pues al caminar de un ejido al otro se lo ha encontrado y el silencio entre los dos se impone.
María del Carmen denunció tres años después la desaparición forzada de su hijo al conocer a la maestra Silvia Ortiz Sánchez Viesca, representante de Grupo VIDA quien le infundió valor para acudir a la Fiscalía.
“Yo la mera verdad tenía miedo, pero tres años después puse la denuncia, y también una hermana del muchacho que se llevaron con mi hijo, es de Matamoros, la puso. Yo busqué a Silvia, platiqué con ella y me pidió que pusiera la denuncia. Desde esa vez ando con ella ayudando en lo que se puede pero mis esperanzas no se me mueren”.
María del Carmen vive para su familia. Su esposo bebe mucho y uno de sus hijos se droga. El más chico, un hombre de 25 de edad es quien se volcó en el deporte.
“Es algo así tan fuerte que no lo hablamos en la casa. Nos miramos, callamos. Cumple años mi hijo y le hago una comidita y cuando no tengo ganas de hacerle comida le digo a mi esposo que lleve un pastel para festejar a mi hijo".
“Todos los días es estar pensando en él y pedirle a dios que me lo cuide, me lo proteja donde ande, que si necesita un vaso de agua o un taco que se lo den. También le pido a mi padre dios que si mi hijo ya no está aquí, que me diga dónde para ir a buscarlo”, concluyó.