Quién fue el Señor de Mapimí y por qué es el "Cristo de los laguneros"

Cada año, devotos cruzan dos días por la sierra desde Torreón a Cuencamé para adorar a su rey, ¿por qué?

Aseguran que la Sierra de Jimulco "le gustó para quedarse". (Rolando Riestra)
, Christian Sánchez y Lili Figueroa
Mapimí, Durango /

Más de 300 años lleva esta tradición de cruzar más de 300 kilómetros en carreta de Torreón a Cuencamé, con llantas desgastadas, agua, frijoles, tortillas, pero el corazón lleno de devoción al Señor de Mapimí, cristo milagroso, imagen que sus pobladores aseguran, los mantiene unidos y de pie.

Para algunos creyentes, ni el polvo del camino, ni los dolores musculares y mucho menos el hambre, les impide visitar cada año al señor de Mapimí, pues aseguran que se trata de una experiencia única.

¿Por qué tienen Fe al Señor de Mapimí?

Cuenta la leyenda que el Señor de Mapimí iba ser atacado el 6 de agosto de 1715, cuando un jueves santo los españoles del Real de Mapimí, realizaban una procesión cargando la imagen y sufrieron el ataque de los tobosos y cocoyomes, indígenas de la región.

En la refriega murieron poco más de 100 españoles y cerca de 300 criollos, contando niños y mujeres, sin embargo, la imagen fue escondida en la Sierra de Jimulco en Coahuila, donde los pobladores aseguran que "le gustó para quedarse".

"Todo parte de la imagen del Señor de Mapimí, que antiguamente estaba en la parroquia de Santo Santiago Apóstol en Cuencamé, dado que en 1715, un jueves santo, hubo una revuelta de los indígenas, quienes destruyeron y quemaron el pueblo, y para resguardar la imagen algunas personas la llevaron a Jimulco y ahí la dejaron", explicó el padre Alberto Frausto Rodríguez.

De Jimulco iba una indígena a mostrar su respeto, su amor y veneración a la imagen, es cuando los padres de la misión de San Antonio en Cuencamé, deciden llevarlo a esta comunidad en procesión en unas mulas.

Finalmente, fue el templo de Cuencamé quien le dio asilo en su Iglesia y desde entonces, cada año, los pobladores de Jimulco a bordo de decenas de carretas peregrinan dos días para visitar a su rey.

Travesía de Torreón a Cuencamé

El camino para llegar de Torreón a Cuencamé suele estar lleno de obstáculos, y el principal temor de los caballos, es una pieza fundamental para las familias. Las víboras de cascabel, con el sonar de su cola, advierten que tratarán de alcanzar con sus colmillos a quienes pasen cerca de ella. En ese momento, los más jóvenes del grupo toman las riendas de la ruta.

Sin importar, el hambre o la sed, la fe permite a los devotos del Señor de Mapimí avanzar. La experiencia de cada año cruzar los cerros y la sierra que conduce de Torreón a Cuencamé, para estos pobladores es especial.

Ni las complicaciones del clima, el miedo o el cansancio inundan los corazones de los creyentes del Señor de Mapimí, quienes finalmente llegan a su destino.

¿Quién fue el Señor de Mapimí?

Hasta el momento no existe un dato de quién elaboró la imagen del Señor de Mapimí, pero se cree que fue traída de Europa.

aarp

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