Hablar del suicidio es complicado. Quién lo hace es sobreviviente, perdió a alguien, o por su trabajo ha debido informarse. Para el resto es un tema que se ignora, involuntariamente porque es una de esas cosas que sí pasan, pero nunca a uno; o conscientemente si se estigmatiza o se desinforma con juicios erróneos sobre las causas y las víctimas. Cada caso es diferente, pero encontramos rasgos similares como la falta de información sobre su prevención y la falta de tacto una vez que ha sucedido.
Entre los fundamentos de gobernanza de la Organización Mundial de la Salud (OMS) está que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.1 (OMS, 2014, 7)”.
Si pensáramos que la sociedad es un organismo vivo en el que podemos reconocer síntomas de malestar como el racismo y la violencia ¿por qué pasamos por alto los indicadores de la población en el tema del suicidio? Por ejemplo, a partir del 2006 el INEGI dejó de calcular las estadísticas sobre los intentos de suicidio y se concentró en las muertes por lesiones autoinfligidas (como también se le conoce al suicidio), solamente.
Sin embargo, es gracias a los últimos datos del INEGI en el tema (2018) a nivel nacional, que sabemos que por lo menos en los niños y niñas entre 10 y 17 años, el suicidio es la cuarta causa de muerte; así es, los casos comienzan a los 10 años de edad (y aquí es importante considerar que la idea de cometer suicidio no aparece en el transcurso de un par de horas, sino que toma meses o años, y en muchos casos, más de un intento fallido previo).
Y en La Laguna...
Si buscamos información local nos encontraremos con que, en los últimos veinte años completos, la tasa de suicidios anuales ha ido al alza hasta llegar a 53 el año pasado en Torreón, 27 en Gómez Palacio, y 13 en Ciudad Lerdo. En total se registraron 93 muertes por suicidio en el año 2020.
Y en caso de que el número pueda parecer bajo comparado con la cantidad de habitantes de la Zona Metropolitana de La Laguna (ZML), quizá sea necesario mencionar las estadísticas que se cruzan con estas.
El mayor porcentaje de estas muertes ocurren entre los 20 y los 30 años de edad, pero también entre personas sin acceso a la educación media superior; ocurre más en hombres que en mujeres y la mayoría se trata de muertes violentas.
Si pensáramos que la sociedad es un tejido (social) en el que cada quien es un hilo que forma parte de un patrón, entonces nos daríamos cuenta que cada suicidio era nuestro para prevenir, y cada suicidio es nuestro para lamentar.
La culpa
Si bien es cierto que las personas allegadas a las víctimas pueden llegar a sentir una enorme culpa que requiere tratamiento profesional, la pérdida de un hilo en el tejido social hace a nuestra sociedad más frágil, inestable; difícil de reparar.
Conforme avanza el tiempo y las generaciones crecen, vamos entendiendo que todas y todos tenemos un papel que interpretar a favor o en contra de la violencia de género, el cambio climático, la explotación de los recursos, los abusos a derechos humanos, etc.
También tenemos un rol en la prevención, discusión y superación del suicidio. Como activistas, docentes, periodistas, académicos, 'influencers', líderes religiosos, familiares... ¿qué papel jugamos, y cómo lo que hacemos, decimos o pensamos afecta los casos de suicidio? Empecemos por hablar del suicidio en la primera persona del plural. Perdimos 93 habitantes el año pasado y tenemos casos registrados en lo que va de este año.
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En cada trinchera tenemos trabajo que hacer: En el 2020 se registraron 93 suicidios en tres ciudades de la Zona Metropolitana. El suicidio es la cuarta causa de muerte de niñas y niños mexicanos entre los 10 y 17 años de edad. El mayor porcentaje de suicidios en la Zona Metropolitana de La Laguna ocurre entre jóvenes de 21 a 29 años de edad.
aarp