La pandemia del SARS Covid-19 revolucionó la vida de todos, para muchos el aislamiento provocó depresión, ansiedad, entre otras crisis que poco a poco se han ido superando, pero para Felipe Antonio González, un joven de 30 años de edad, fue la oportunidad para crear el proyecto de la escuela móvil de educación lúdica para niños en condición de calle.
A causa de la emergencia sanitaria que se vivió a nivel mundial, Felipe perdió su empleo como bartender, por lo que buscó generar ingresos económicos a través de la entrega de comida a domicilio en el servicio de motomandados.
Fue de esta manera, que el estudiante del doceavo ciclo de la licenciatura en Educación en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), fue observando que cada vez había más niños en situación de calle, trabajando en los semáforos de los cruceros de la ciudad.
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Esta necesidad de afecto y educación en los menores, lo llevó a crear el proyecto de la escuela móvil, para el cual compró un autobús a su vecino que tenía una marimba, y cuya unidad ya no ocupaba por estar en malas condiciones, lo que no fue un impedimento para Felipe, quien con la ayuda de amigos y vecinos poco a poco la pintó, la reparó y fue adaptándola para consolidar su idea.
“Desde inicios de la pandemia me surgió la idea cuando pusieron alberca para los niños y vi que pasaron un par de niños y no se metieron a las albercas porque pues, iban en su triciclo y tenían que trabajar”, explicó para Milenio el joven estudiante y también padre de Karime, una alegre niña de 4 años de edad quien lo acompaña a dar sus clases en la escuelita móvil.
A través de esta escuela, Felipe imparte talleres de arte, pintura, dibujo, plastilina, cuenta cuentos, biblioteca móvil, con material didáctico que ha logrado colectar con el apoyo de algunas personas que conocen este proyecto altruista que con mucho cariño lleva a los niños en condición de calle, y de los que en su mayoría, son migrantes.
La ruta la traza cada martes en los puntos donde ha detectado que hay afluencia de menores trabajando en los cruceros, y aunque a veces, se le complica salir a cumplir con su objetivo por la falta de combustible para la unidad, dijo que siempre hay el amigo que le da 200 pesos para que pueda llevar sus talleres a los creceros de la ciudad.
Felipe Antonio González mencionó que le faltan seis meses para terminar la carrera en la que reconoció que se ha atrasado en culminar, pero eso no lo desanima, pues confía en hacer de la escuela móvil de educación lúdica su proyecto de vida el cual continuará hasta donde las fuerzas le alcancen.
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Su sueño es lograr tener una unidad móvil más grande, en donde se pueda servir alimentos a los niños, tener un área climatizada y baño para el aseo personal de los menores, un área de psicología pues comenta que los niños en condición de calle tienen que enfrentarse a situaciones adversas de la vida donde el amor y el afecto es un tema desconocido para ellos.
El joven estudiante, destacó que este proyecto le servirá para titularse como licenciado en educación, ya que su escuela móvil de educación lúdica ganó el primer lugar a nivel estatal en ciencias sociales y en la feria nacional se posicionó en el tercer lugar presentando su propuesta piloto de cómo inició su idea hasta poder materializarla.
Para esta labor ha recibido el apoyo de la catedral “Señor de Tabasco”, donde guarda su unidad y donde instalará de manera permanente de 10 de la mañana a 5 de la tarde el “mochilón” para recibir las donaciones de útiles escolares, ropa y zapato que la gente desee hacer para sumarse a esta labor altruista.
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HCM