Las paredes, los restos del techo y las campanas del Templo de Santiago Apóstol, en el municipio de Atzala, son el reflejo de la tragedia del 19 de septiembre del 2017, fecha del sismo de 7.1 grados Richter y que duró 90 segundos, tiempo suficiente para acabar con la vida de 12 integrantes de una familia que festejaba un bautizo en este recinto católico y no pudieron salir.
El rezago se observa desde la carretera que dirige a este municipio, sin embargo, el mejor escenario que ejemplifica y narra el hecho es el recinto religioso. Su fachada parece solo un "cascarón", ya que la mayor parte de su techo es escombro. Adentro se encuentra la piedra gigante que acabó con la vida de esta familia y sus puertas están en el suelo.
A cinco años del movimiento telúrico, este inmueble se mantiene como en la última misa en la que Ismael Torres y su esposa Manuela pretendían celebrar el bautizo de su hija Elideth, de tan solo tres meses; los acompañaba su hija mayor, los padrinos y otros integrantes de la familia. De este desastre natural solo cinco personas sobrevivieron: el sacerdote, un sacristán, el padre de la menor y dos mujeres.
“No sabían que había misa, por eso gritamos”
La señora María Morales Villegas acudió a la misa al escuchar las campanas, pues se celebraba el bautizo de la hija de una de sus vecinas. Con gran fe, fue al templo de la mano de su hija Rocío Loyola, quien en ese entonces solo era una adolescente.
"Llegamos a la iglesia y el padre todavía estaba afuera (…) Nos agarró el temblor adentro, empezamos a sentir el movimiento de las bancas, de la pared, las veladoras y flores se empezaron a caer y le salía polvo al techo. Todo empezó a caerse, lo único que hice fue hincarme", dijo con dolor.
Asimismo, manifestó que solo pudo tomar la mano de su hija, quien entró en una crisis nerviosa. Ambas mujeres se quedaron en su lugar y ella le pidió a Dios: "Que sea lo que tú digas, señor (…) Agarré a mi hija, cerré los ojos y solo sentí que el techo se nos vino encima. Todavía se sentía cómo se movía, pero ya estábamos debajo de todo, no podíamos salir", relató.
La afectada señaló que pasaron hasta 20 minutos para que dejara de caer la estructura y sus gritos de auxilio alertaron a la población, ya que todos pensaban que no había ni un sobreviviente en ese escenario.
"Después nos dijeron que no sabían que había misa. Aunque sonaron las campanas y es una comunidad pequeña, no sabían que estábamos ahí bajo todas las rocas, ya después nos empezaron a gritar desde afuera y les hablábamos para que pudieran dar con nosotros".
Su hija jamás la soltó, pero se escuchaban sus lamentos ya que parte de la estructura del arco cayó sobre su mano y pierna derecha. En el lugar había sangre, lágrimas, polvo e incertidumbre.
"Ya después nos sacaron unas personas, los mismos pobladores nos quitaron la piedra de encima, nos sacaron cargando y ya en la plancha de la iglesia nos revisaron y no servían los teléfonos para llamar a las ambulancias, por eso nos llevaron al hospital en Puebla”.
Las lesiones que sufrieron las dos mujeres fueron fracturas en sus muñecas, dedos, piernas y un episodio traumático.
Los vecinos de la zona afirman que la pequeña Rocío jamás volvió a ser la misma desde este desastre natural, ya que una de las secuelas son las complicaciones motrices, pesadillas y un recuerdo permanente.
Por su parte, Ismael, el padre de la niña Elideth y esposo de doña Isabel, dijo que tuvo afectaciones en su columna después de sobrevivir, sin embargo, se fue de Atzala luego de radicar en esta comunidad por 32 años, ya que permanecer en el sitio le recuerda a la familia que perdió.
“Aquí están los cuerpos”: cronista
El cronista del municipio René Reyes relató que ese día la comunidad estaba consternada por lo sucedido, ya que nadie se imaginaba que un martes, a la 1:14 de la tarde, se celebrara un bautizo en el templo.
"Nadie sabía que estaban adentro, sólo pensamos que se había caído la iglesia. Fue hasta que el padre salió con el sacristán suplicando ayuda, ya que un matrimonio con sus dos hijas y toda la familia estaba bajo los escombros. Salió pálido, dijo que sólo lo salvó el arco del altar, pero vivió el momento en que todo se derrumbó".
El cronista pensó su hija había sido víctima del sismo, por lo que el día del siniestro salió rápido de su casa para dirigirse a la primaria donde estaba la menor, sitio que se ubicaba a una calle del colapso del inmueble religioso. Una vez en la zona solo pudo apreciar una enorme nube de polvo que alarmó a la población.
"Me salí de la casa sin playera ni zapatos, fui por mi niña. Entre lo que corría escuchaba a personas llorar afuera de las casas, algunas se cayeron. Al pasar por la iglesia ya había gente que tenía miedo de que volviera a caerse el edificio. Llegué a la escuela y abracé a mi niña, estaba bien. Después fui a ver a mi cuñada que estaba en el quiosco, todos estábamos bien. Las llevé a mi casa y después volví a la calle para ayudar".
El escenario de polvo se visualizaba hasta Izúcar de Matamoros y Atencingo, dejaron pasar unos minutos y los hombres de la comunidad decidieron entrar y comenzar a gritar para saber si había alguien con vida. La respuesta a estos llamados fueron lamentos, pues había personas bajo los escombros.
"Un quejido nos dejó helados a todos, porque pensamos que ya no había vida humana. Después empezó a llegar gente de todos lados para ayudar, éramos más de 50 hombres haciendo una cadena humana, sacando todas las piedras de río que hacen esta iglesia que se construyó en el siglo XVIII, hasta que en un par de horas se pudo sacar a una señora, una adolescente y un hombre", dijo.
Al pasar las horas, cuando ya caía la noche, los pobladores empezaron a encontrar los cuerpos de la familia Torres, quienes se encontraban a medio camino del acceso principal del templo, cuando presuntamente intentaban salir del lugar por el fuerte movimiento de la tierra; sin embargo, no lo lograron y la torre que sostenía a las campanas les cayó encima.
Fueron más de 12 horas de labores para sacar los restos de las personas que estaban reunidas en el templo. Se habilitó un refugio temporal en el auditorio municipal para las 60 familias que reportaron daños estructurales en sus hogares, comedores al aire libre, centros itinerantes de atención médica y puntos para recibir y recolectar víveres.
"Después llegaron los médicos forenses para recoger a los cuerpos. Afuera ya había más familiares de ellos y lloraban. No sabíamos qué decirles más que ‘aquí están los cuerpos’. Es una situación que a la fecha duele y nos congeló en ese momento, porque nadie está preparado para estos casos", dijo.
Por último, el cronista señaló que en la comunidad también se derrumbó la presidencia municipal, la Casa de la Cultura, el tanque elevado, una estatua conmemorativa a Benito Juárez, el arco principal y el templo de Santiago Apóstol y 60 viviendas, sin embargo, lo peor fue conocer la muerte de 12 personas, entre ellas, menores de edad.
CHM