En las inmediaciones de la garita El Chaparral, en Tijuana, se escucha a un hombre gritar: “¡mil 320!... ¡Sofía González Huerta, de Michoacán¡”.
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Es el anuncio de un agente del Instituto Nacional de Migración (INM) de que la persona debe pasar a un costado del puerto fronterizo para que la trasladen a solicitar asilo a las autoridades de los Estados Unidos.
Blanca tardó tres meses para que la llamaran, cuando escuchó su nombre, se sonrojó. Es de Michoacán y esperó durante este tiempo junto con sus dos hijas.
Integrantes de la caravana, que hace mas de un mes llegaron a Tijuana, también se anotan en la lista que controlan los propios migrantes, pero los llamados se reducen a unas 30 personas por día.
“Siento que es bastante tiempo de espera y vaya, tengo el mil 775, apenas va el mil 316, imagínese estamos hablamos de unos dos meses de espera”, expresó el hondureño Erick Peña.
Mientras tanto, alrededor de 3 mil migrantes esperan en albergues.
Marco Antonio abraza con todas sus fuerzas a su esposa Magaly. Su hija, Jazmín Lucero, no aguanta y romper en llanto.
Esta familia originaria de Guatemala no sabe cuándo volverán a reunirse, pues ellas pedirán asilo; él se quedará en México a trabajar. Así lo decidieron.
“Hace un mes y medio que me llamaron. Llegue con la caravana de El Salvador. Siento tristeza porque se va algo, la mitad de mi corazón y mi nena. Las amo, las quiero mucho. Si puedo, un día, paso para allá”, explicó tratando de contener el llanto.
RLO