Marta Mora Buitrón lleva prácticamente toda su vida dedicándose a la elaboración de esferas artesanales, en el pueblo michoacano de Tlalpujahua, en los límites con el Estado de México. Como ocurre con casi 500 familias en este municipio, ella ha aprendido la técnica del vidrio soplado para darle a sus productos un toque único, que cada año atrae desde octubre a miles de turistas nacionales e internacionales a la famosa Feria de la Esfera.
En su taller ubicado en la parte más alta de lo que de por sí es una comunidad cuesta arriba, explicó que hay cinco pasos fundamentales para completar el proceso de cada objeto: soplado, plateado, pintado, decorado y encasquillado.
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Bajo ese método, en una jornada laboral puede producir hasta mil esferas, aunque dependerá de la complejidad de cada pieza, mientras que la decoración lleva mucho más tiempo.
En el centro del pueblo, sobre la explanada Hermanos Rayón, decenas de comerciantes ofrecen distintos tipos de esferas a los visitantes; las hay blancas, doradas, azules, rojas, lisas y algunas con figuras como el rostro de la pintora Frida Kahlo.
También ofrecen esferas de tamaño jumbo, para que luzcan en la sala, o las que se esconden en una casita nevada que habrá de colgarse en el árbol decembrino.
Para complementar las compras, se ofrecen objetos de cantera, orfebrería en plata, herrería artística y muebles rústicos, con acceso libre a decenas de talleres que siempre están abiertos para atestiguar los procesos de producción.
Pese a la fama de Tlalpujahua, los años más recientes no han sido sencillos para sus artesanos. Marta dice que las ventas se cayeron en la pandemia, sin importar que hayan hecho la edición de la feria en el 2021, cuando aún pegaban los contagios de coronavirus en prácticamente todo el país. De su taller dependen ocho personas, así que deben aprovechar la temporada alta porque cuando llegue enero habrá que pensar en diversificar las actividades.
La llamada “tierra del Tezontle”, cuyos fundadores se dedicaban a trabajar en las minas de oro y plata, es hoy un pueblo mágico que goza de una ubicación privilegiada: a dos horas de la Ciudad de México, a tres de Morelia, y muy cerca de los santuarios de la Mariposa Monarca.
Con calles empedradas y un clima frío que cala hasta los huesos, también se destaca por su pan de pulque y la devoción de feligreses en la Parroquia del Carmen y su convento franciscano.
La Feria de la Esfera concluye hasta el 19 de diciembre, tiempo ideal para viajar a ese pueblo empedrado que por si fuera poco ofrece atractivos adicionales como el Parque Nacional, que conserva en la memoria las batallas emprendidas por los hermanos Rayón.
FLC