Roque Eleazar boleó zapatos con su papá y volvió al oficio tras jubilarse

Comentó que con la pandemia por covid-19 sí bajó su clientela, pero no pierde la esperanza.

Roque pide que se le tome una foto en medio de sus sillas de bolero. (Lilia Ovalle)
Editorial Milenio
Torreón, Coahuila. /

Con alegría don Roque pide que se le tome una foto en medio de sus sillas de bolero. Al sitio le puso un toldito y un ventilador de manera que el calor le hace lo mismo que "el viento a Juárez". Ahora está pensionado porque dijo, su padre, boleando zapatos a todos los hijos les dio una profesión y gracias a Dios él cumplió con su tiempo y de ejercer su profesión alcanzó una pensión.

“Me llamo Roque Eleazar Ríos Colunga a sus órdenes y haga de cuenta que nací en un cajón de bolear, estas sillas eran de mi padre pero de ahí éramos doce, y a todos nos dio carrera boleando mi papá. Yo soy ingeniero industrial nomás que yo estoy pensionado y pues retomé para que no esté solo mi changarro y seguir con la tradición de mi viejo”.

Don Roque comentó que con la pandemia por covid-19 sí bajó su clientela, pero no pierde la esperanza porque su negocio está en medio de oficinas de gobierno. Así su vista panorámica le ofrece la estampa de la Plaza Mayor en tanto que a espaldas tiene el edificio que alberga el Palacio de Justicia.

“Primeramente dios sale pa’chivear, pa’los frijolitos, aunque yo tengo mi pensioncita, gracias a dios y aquí en las oficinas federales también tengo pensión gracias a mi Cabecita de Algodón. Esto es para mantenerme activo porque mis hijos ya están grandes, ya nomás me queda uno”.

Don Roque es disciplinado y creyente. Y cuando no le caen los clientes se pone a estudiar El libro del Mormón y dice orgulloso, pertenece a la Iglesia de Jesucristo, a la que se acogió hace 18 años. La fe para él mueve montañas y apunta que dios es padre hasta para el que se pueda considerar el peor de los hijos.

En su caso sólo tuvo dos hijas y un muchacho. A todos les ofreció carrera y sólo su muchacho no ha ejercido su carrera, prefirió tomar la carretera como chofer de taxi. Roque lo respetó porque comenta, su muchacho tiene libre albedrío y tiene que respetar sus decisiones.

“Le va bien al chavo, conseguimos un carrito con todo y placas y ahí anda jalando de taxista. Igual yo que aquí aguanto calores y lluvias porque llego a las diez de la mañana y me voy a las nueve de la noche, me voy tarde porque en la tarde comienzan a caer clientes que no se bolearon en la mañana. Mi esposa me echa el lonche pero de aquí, a las tres que empieza el calor, tengo otra bolería que es de mi papá ahí en La Alianza y allá me voy buscando la sombra”.

Don Roque es un hombre amable e inteligente que le saca provecho a la vida. Así, debajo de su sombra, con un ventilador a un lado, escucha su música mientras espera que el cliente decida darle bola a los zapatos.

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