Aun el cielo carecía del cálido adorno que suele enternecer tras la noche, es el único que suele acompañar los cansados y garbos días en La Ola, aunque con frecuencia, al menos en Torreón, Coahuila, llega a ser un obstáculo para afrontar, no obstante el empleado desde hace 5 años, Juan Valero, optimista y alegre, dijo que es consciente, pero que es según la cara de la moneda, ya que en invierno el sol es un gran aliado, y "hace de las jornadas más llevaderas".
Eran las 9:00 horas, Juan ya había arribado dos horas antes en su bicicleta a la locación que le comprende aquel miércoles 17 de julio, se trataba de Línea Verde, dijo entre risas que se había levantado desde las cinco de la mañana y que traía toda "la gasolina" que necesitaba para enfrentar el trabajo del día, "una manzanita y un platanito".
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"Yo soy campesino y me gusta el trabajo, desde niño he trabajado en la siembra de maíz, frijol, plantábamos algodón, allá para La Laguna Seca en Viesca, Coahuila, ahí tengo mi rancho, en La Colorada, ahí tenía yo mis vacas y mis caballos", recordó Juan, mientras caminaba y recogía papeles.
El septuagenario explicó que lo primero que se realiza al llegar y tras ponerse el uniforme es comenzar a recoger los papeles y basuras del sector, "se agarran a mano alzada para ir despejando los caminos".
La razón por la que entró a La Ola
Al cuestionarle a Juan Valero sobre la razón por la que él decidió entrar a La Ola dijo severamente, "no me gusta estar de oquis", hubo silencio y posteriormente se carcajeó.
"Mire, a mí me gusta servir todavía a mi edad, yo soy pensionado, pero si algo me gusta de este trabajo es la limpieza, que las cosas queden ordenadas, es algo sencillo y tranquilo, pero hace mucho la diferencia, y mire, aquí transitan muchas personas, ellos cuando pasan miran bonito aquí", detalló.
La hora del almuerzo y una sombrita junto a un árbol
Eran aproximadamente las 10:00 horas, ya había recorrido un tramo considerable de aproximadamente un kilómetro recogiendo, Juan Valero se dirigió hacía su mochila y su bicicleta y tomó una bolsa de ahí, seleccionó un lugar acogedor bajo la sombra de un árbol, se cercioró que no hubiera plaga, y se sentó placidamente para posteriormente comenzar a disfrutar de "frijolitos y huevito" preparado por su esposa.
"Son 3 horas sin parar dándole a la limpieza, pero ya para esta hora yo siempre busco mi sombrita y me ando echando mi lonchecito", contó.
Un labor diario y permanente
Eran ya las 12:00 horas, el sol brilló por su ausencia a la mitad del cielo, pues nubes grises lo ocultaban, y amenazaban con su refrescante humedad el día, no obstante el calor se percibía predominante en el ambiente, Juan continuaba su labor junto a su herramienta, su fiel escoba.
"Este es un trabajo de todos los días, son ocho horas diarias porque si en un día imagínate todo lo que ya viste que tenemos que recoger, ahora si nosotros desapareciéramos dos o tres días, la cantidad de basura que se acumularía".
El hombre de 70 años dijo que su hora de salida es a las 14:00 horas, durante el trayecto por los 5 kilometros a cubrir, siempre sobresalió con un talante positivo, imperando una actitud alegre, laborando sonriente. Comentó que ya para la una de la tarde él se pone contentó porque podrá regresar a casa con su familia.
Al finalizar, cuando se le cuestionó respecto a un mensaje que dejar a la juventud actual, Juan Valero agregó que él jamás se imaginó que un día estaría limpiando las calles de la ciudad, pero que no importa lo que les depare en el futuro, siempre hay que mantenerse agradecidos por un día más aquí.
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