Su hogar son las calles de la ciudad, las banquetas. Su cama, son las bancas de los parques o las escaleras en algún edificio abandonado. Su alimento, el que "caiga" en el día, aunque para olvidar el hambre y el sentimiento, para ellos y ellas, unos buenos tragos de alcohol y una dosis de droga es lamentablemente, una alternativa.
Vagan por las calles, el olor a orines es evidente, aunque el asco de tener el rostro de la pobreza frente a frente es asfixiante e indignante. Son sociables porque coinciden con otros en similares circunstancias.
Miradas perdidas y frases divagantes; emociones escondidas en una bocanada de thiner o alcohol de caña. Son solitarios, pero tienen cientos de acompañantes, las moscas y los mosquitos que sin pedir permiso, se acercan a ellos como abejas al panal, tratando de entrar en sus ojos, en su nariz, en su boca, en su piel.
Ellos no se inmutan, no les causa molestia. Sin hogar, sin familia, sin dinero. Nada esperan de la vida porque la vida todo les ha quitado y la sociedad no les da. Son los olvidados. Cada rostro curtido por el sol y la mugre, cada mirada perdida por el consumo de droga o alcohol.
Ellos no tienen una sonrisa tipo Colgate, pero el brillo de su expresión maltrecha lo que da la sinceridad y la espontaneidad. La pobreza en Torreón se ve en todos lados, en cada rincón, en cada crucero. Sólo basta caminar por la avenida Matamoros entre Ramos Arizpe y Múzquiz de la ciudad de Torreón; justo en el sector donde la ciudad vio su primer esplendor comercial y económico.
Reunidos en una especie de “horda” se encontraba un grupo de personas sin hogar, en situación de calle como ahora se le denomina. Desde jóvenes, mujeres, hasta hombres de la tercera edad.
"No me queda de otra que tener fe", bolero de la Alianza
Ahí mismo se encontraba don Raúl Crispín, bolero del sector Alianza de 73 años de edad, quien hace unos días contó a MILENIO cómo lograba ganar al día 120 pesos para darle de comer a su familia.
Su familia enfrenta muchos problemas legales en donde han perdido propiedades, su propia casa, la boleada es su único sostén económico.
Hace una pausa y de sus ropas sacó una pequeña imagen metálica de la Santa Muerte y se la cuelga en el cuello: “No me queda de otra que tenerle fe”, señaló.
Algunos buscan trabajo
Con su gorra roja, José Carlos Ramírez Herrera, de 72 años de edad, en su rostro refleja el cansancio, pero también la esperanza. Es parte de este grupo y comenta: “Yo trabajé en una empresa minera, estoy pensionado, fui guardia de seguridad, pero ya no me quisieron. Yo quiero seguir trabajando. Estoy aquí porque me robaron todo, el celular, mi cartera. Tengo mis cartas de recomendación, porque quiero salir adelante".
Otros venden droga...
La plática es interrumpida por Agustín, joven que apenas superará los 30 años de edad, aunque por su estado de desnutrición, le hace parecer mucho menor. Apenas puede sostenerse en pie. Se abre su chaleco rojo sólo para mostrar su nombre tatuado en el pecho con grandes letras góticas “Agustín”.
“Mira, esta te cuesta 100 pesos, a la mitad 80 pesos, y así ¿De cuál quieres?”, cuestionó, mostrando una pequeña bolsa de plástico transparente conteniendo una sustancia en polvo blanco que aparenta ser cocaína o cristal.
Con un lenguaje apenas entendible, comenta que desde siempre ha sido pepenador. Un accidente en donde se enterró una varilla en el pie le causó fuertes dolores y una gran frustración por no poder seguir con su vida.
¿Eres feliz? Agustín no contesta, sólo sonríe a medias, pero de inmediato baja su rostro apenado, su mirada que muestra los ojos hundidos y ojerosos por su drogadicción; sólo se da la vuelta y camina rumbo a los sillones viejos en la olorosa banqueta que ya ocupan otros que como él, han sido olvidados por la sociedad.
Agustín sólo se sienta, las moscas lo acompañan, agacha el rostro, comienza ese viaje en donde quizás, sueñe con una vida mejor, sin dolor, sin soledad, sin hambre. Ni quien se acuerde de él.
Lejos de ahí, rumbo a la colonia Zaragoza Sur, el rostro de otro joven también muestra otra cara de la pobreza. Aparenta más edad, pero Carlos Pérez tiene apenas 23 años de edad. Desde niño ha trabajado en el carromato de la familia, acarreando escombro de un lugar a otro. Hace unos meses quedó lesionado del hombro, por una caída, apenas logra obtener el ingreso para apoyar a la familia, que vive en unos lotes baldíos ubicados por el rumbo del Cereso de Torreón.
Aunque feliz por poder trabajar, su caballo no luce muy lúcido, le falta alimento y agua, está fatigado por las horas de trabajo. Y parece que le importa más su compañero de trabajo qué por sí mismo.
Debe atenderse y comprar los medicamentos que le recetó el médico. No tiene Seguro Social y aunque requería una operación, dice que no se puede dar esos lujos y ha preferido aguantar el dolor y seguir trabajando para obtener un ingreso para su familia.
Autoridades reconocen que niveles de pobreza han ido aumentando
El Coneval la describe como una persona que se encuentra en situación de pobreza cuando presenta al menos una carencia social y no tiene un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades y la pobreza extrema, es aquella que presenta tres o más carencias sociales y no tiene un ingreso suficiente para adquirir una canasta alimentaria.
Si bien las cifras de Coneval aseguran que los índices de pobreza han disminuido, en las calles de Torreón es alta la cantidad de personas sin hogar que se encuentran en las calles sin recibir un apoyo.
Tanto Diana Enríquez, directora de Cohesión Social de DIF Torreón, así como José Roberto Cárdenas Zavala, director general de DIF Coahuila, aseguran que se trabaja de manera coordinada las diferentes autoridades para brindar atención a las personas, niños y adultos que se encuentran en situación de calle; se reconoce que los niveles de pobreza van a la alza y prueba de ello, es la gran cantidad de personas que se encuentran sin hogar en las calles a expensas de la ayuda comunitaria.
A nivel municipal, Enríquez dijo: “Nosotros recibimos apoyo de Fundación Lala para nuestras casas asistenciales y para algunos donativos, pero sí efectivamente el problema de drogadicción es de salud pública, superando las cifras incluso de alcoholismo y omisiones de cuidados. Los problemas son integrales, un mismo problema pega a diferentes miembros de la familia y de distintas maneras. Se atienden adultos mayores, niños y atención a la mujer, con la idea de mantener la estructura familiar”.
Reconoció que por la pandemia: “Muchas familias se quedaron sin el apoyo económico, muchos empleos no se reactivaron, por lo que sí influyó”.
Atención médica, escuela para niños, apoyo alimentario, programa de adultos mayores en situación de abandono con una red de apoyo con vecinos para alimentarlos.
A nivel estatal, Cárdenas Zavala dijo que teniendo a la persona en situación de calle, por una situación laboral, alimentaria, económica, dijo, “siempre habrá un acercamiento para beneficiarlas a través del programa de despensas, económico, inclusión social, para que tenga posibilidades de salir adelante”.
Dijo que en cada Municipio se hacen diferentes brigadas en colonias, en donde la autoridad al tener conocimiento de cada caso, se les puede brindar una atención específica a cada persona en situación de calle y pobreza.
“Instituciones expertas deben atender a los que viven en la miseria”
Cuestionado sobre la responsabilidad del sector empresarial para apoyar a personas de situación de calle y pobreza, Carlos González Silva, presidente de Canacintra, dijo que como empresarios están para ayudar a las personas, que por capacidad y conocimiento, esté imposibilitado, se les capacita.
Sin embargo, aquellos que deambulan por la calle, reconoció que al no tener el “expertise” necesario, hay instituciones especializadas para brindarles atención. y dijo que están abiertos para apoyar en lo que fuera necesario.
En relación a aquellas personas que están en situación de calle sin hogar, con situaciones emocionales e incluso de salud que les impiden tener acceso a un trabajo y por ende a una estabilidad económica, González Silva dijo que no le tocan al empresariado atenderlas, ya que para ello hay instituciones especializadas en brindar esta atención.
“Aquí entran muchos factores, tendríamos que ver si son cuestiones psiquiátricas, entonces que los hospitales psiquiátricos los puedan ir albergando. “Claro que nosotros como empresarios estamos puestos para colaborar con la comunidad, pero como no tenemos experiencia en este tema, para nosotros es más fácil tener a un experto que los atienda; las industria capacitamos, a esto sí le sabemos”, concluyó.
aarp