Vinieron los de Playboy a entrevistarme: Silvestre Faya Romero

El psicólogo Sexólogo, lector voraz que se alimentó de sexo, magia química y los cazadores de microbios, comparte que hay momentos que no se olvidan.

Silvestre Faya Romero es un sexólogo conocido, inteligente y multitemático. (Manuel Guadarrama)
Editorial Milenio
Torreón, Coahuila /

La sexualidad y las ciencias. La prestidigitación, el ocultismo, la teoría de la evolución, el cosmos y dios. Silvestre Faya Romero es un sexólogo conocido, inteligente y multitemático. 

Al echar una mirada al pasado se recuerda a sí mismo como un prepúber extrovertido que exploró por el simple deseo de saber, la magia química, el fantástico mundo de los microbios y por supuesto, las distintas formas del sexo y de amar. 

En su caso, como en el de casi todos, fue el aprender a leer la llave que le abrió las puertas de la percepción plena donde no se excluyó a la exactitud y la ciencia por el dogma, o la riqueza del conocimiento ante el mito. Incluso los tópicos poco considerados siguen siendo explorados en manuales de autoayuda. 

Están allí, todos, en él, junto a la meditación trascendental que le valió una entrevista para Playboy. Todos los temas y todos los extremos son explorados sin distinción. De adulto desarrolló algunos pasatiempos, y pocos saben por ejemplo que Faya fue entrevistador especialista en el mundo del espectáculo y mantiene en archivo docenas de audios donde atesora conversaciones que promovió para conocer a fondo a personajes de su interés, entre los que incluye a un cantante de la agrupación puertorriqueña Menudo. 

“Desde muy chico fui muy inquieto en la cuestión de sexo, recuerdo que de niño quería saber por qué las niñas tenían vagina y por qué los niños no teníamos. Cuando llegó la etapa del despertar sexual, al final de la primaria, conocí el placer de la masturbación porque los compañeros de la escuela me platicaban de eso. Fue una sensación placentera que ignoraba”. 

En ese tiempo el tener acceso a imágenes de mujeres guapas era algo complicado, pero los muchachos conseguían revistas. El joven Silvestre tenía confianza plena en sus padres y les platicó sobre las publicaciones. Fue así que su madre le consiguió los primeros libros sobre sexualidad. El primer ejemplar lo leyó en un día. Y los siguientes días los pasó igual, devorando libros.

“Mi papá era empresario taurino, criaba toros, era agricultor ganadero y tenía libros de producción y campos agrícolas. Pero mi mamá me consiguió libros sobre sexo que ella consideraba que podían contestar mis dudas, dirigidos a jóvenes”. 

Siendo un adulto ya, de la sexualidad a la psicología clínica exploró los perfiles de la sexualidad normal, anormal y patológica, desarrollando investigaciones en centros penitenciarios de 1975 y hasta 1983 al trabajar en el Centro de Justicia y Prevención de Torreón, atendiendo a pacientes con una inclinación a la sexualidad pervertida, considerada peligrosa pues se somete a las personas a través de la intimidación, uso de la fuerza o de argumentos manipulados, entre ellos a menores.

¿Si no hubiera sido psicólogo, que le habría gustado ser?

Yo creo que médico porque el campo médico está implícitamente relacionado con el campo psicológico, y lo que se conoce actualmente como sexología clínica, es la suma de estas dos áreas del conocimiento. Hay una tercera rama, que es la del derecho, que se involucra perfectamente con la medicina y la psicología para hacer una psicología y una sexología que se denomina forense, que también la incluyen en la práctica de los centros penitenciarios.

¿Qué está leyendo ahora?

Este, que se llama La riqueza en cuatro pisos, que lo escribió Xavier Serbia, que a este chavo lo entrevisté cuando trabajó en Menudo, que yo me dediqué veinte años a andar en el mundo del espectáculo. Estoy leyendo este otro de Daniel Amen, Usa tu cerebro para rejuvenecer, que es una propuesta interesante sobre uso de exámenes neurológicos que permiten modificar y hacer la neuroplasticidad.

¿Por qué veinte años en el mundo del espectáculo?

Todo está ligado, yo tuve al profesor Javier Lazalde Alcalá, el dueño de la librería El Renacimiento, fue mi maestro de neuroanatomía, él prologó un libro de José Nava Segura que se llama Neuroanatomía funcional y síndromes neurológicos; era admirador del neuroanatomista español Santiago Ramón y Cajal que dentro de sus libros, escribió uno que se llama La psicología de los artistas. Fue el que descubrió la teoría reticular del sistema nervioso, las computadoras trabajan con un sistema de red y lo que estamos viendo en el mundo es eso, Internet es una súper red.

Me comentó que lo buscaron de Playboy para una entrevista.

Para mí fue muy halagador porque vinieron los de Playboy a entrevistarme, que en ese tiempo no tenía consultorio, fue en 1979. 

Tenía consultorio pero no una sala de espera, solo un escritorio y dos sillas para los pacientes. Vinieron porque supieron que intentaba aplicar la meditación trascendental en mis pacientes. Los del penal. Me siento muy agradecido con dios y con la vida por todo lo que me dieron, y hasta lo que me quitaron. 

Como buen lector, Silvestre Faya cita a los pilares de la sexología. 

Conocido como el precursor en la década de los cuarenta, a la cabeza de esta lista ubica a Alfred C. Kinsey, seguido por William Masters y Virginia Jonson. 

Pero el sexólogo sabe que para llegar a este oficio se debe tener otros estudios reconociendo al primero como entomólogo, al segundo como ginecólogo y a la tercera como socióloga. 

“Hay momentos que no se olvidan y para mí fue crucial cuando aprendí a leer, la maestra que me enseñó se llamaba Dolores de la Isla, en primero de primaria. Cuando aprendí me hice consciente de que existía un mundo mucho más allá de las cuatro paredes de mi casa. Los libros de la escuela se me hacían superficiales y comencé a leer libros de magia, que fueron muchos, cuando menos cincuenta”. 

La segunda experiencia importante, apunta, ocurrió en secundaria cuando un maestro de biología le mostró una pieza de un esqueleto de mamut. 

La lectura obligada fue entonces los Cazadores de Microbios de Paul De Kruif, seguido de la Teoría de la evolución de Charles Darwin. A pesar de ello, quien definió su perfil fue el sacerdote Manuel García Guajardo quien lo llevó a la cárcel y le pidió hacer algo por los presos. 

Silvestre Faya les dio clases de filosofía. La psicología llegó al estudiar en el Iscytac, seguida por la sexología. El resto ya es historia.

CALE

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