Seis años han pasado de esa noche que cambió la vida a decenas de familias, de la noche en que la tierra tembló por el sismo de magnitud 8.2 que sacudió a los 42 municipios del Istmo de Tehuantepec.
Con esos recuerdos, en Jerónima, mujer zapoteca de 80 años de edad, la psicosis se apodera de ella cada que se acerca el mes de septiembre, para ella, la perdida más grande no fue ver como su casa se redujo a escombros, sino fue perder a su compañera de vida, a su hermana, el sufrimiento es “demasiado, porque perdí a mi compañera, que más quiero, ahorita estoy sufriendo mucho, porque ahorita casi estoy sola” revela a MILENIO.
Desde hace un sexenio, Jerónima vive en su casa “china”, donde los recuerdos se agolpan “desde ayer me estoy acordando de todo, tengo miedo, porque todavía sigue temblando, por eso no he podido entrar adentro”.
Ella recibió la ayuda del gobierno federal para reconstruir su vivienda, con el apoyo de sus familiares logró hacerlo; sin embargo, no la habita por temor a que un nuevo sismo la derrumbe y le quite la vida, pero para su desgracia, hace unas semanas las rachas de viento terminaron por desgarrar su casita “china”, hoy busca la manera que sus familiares la manden a reacondicionar para continuar viviendo ahí, pues con esfuerzo y temor, pasa las noches en una hamaca ubicada en la orilla del corredor.
“No puedo entrar a la casa, miedo totalmente, prefiero estar en la calle, porque en la calle ahí viví, aunque es bonita mi casa, no puedo entrar”.
Se suman historias
A 22 kilómetros de Juchitán, en el municipio de Unión Hidalgo, Liliana, a quien el sismo del 7 de septiembre le arrebató a su padre y su pequeña casa en el barrio “Palmeros”, hoy, junto con sus dos hijos vive en un pequeño cuarto de lámina que hace las veces de recamara, cocina y comedor, ella recibió la ayuda por concepto de pérdida parcial, esto a pesar que su vivienda fue pérdida total.
En ese terremoto ella perdió a su padre, quien fue rescatado aún con vida bajo los escombros, sin embargo un par de horas más tarde murió y en el sepelio se le fue el dinero que le dieron como damnificada.
“Ocupamos para el sepelio de mi papá, los nueve días y los 40 días, a eso ocupamos, ya no pudimos construir más otra vez la casa, ya lo que pudimos hacer, lo que nos apoyaron con una lámina, eso fue como hicimos esta casita”.
Atrás quedaron los recuerdos de la casa donde creció junto a sus padres, hoy las circunstancias le ha enseñado a vivir en ese cuarto donde la temperatura supera los 42 grados en el día, calor que mitiga con un ventilador maltrecho que apenas lanza aire y un refrigerador que no puede prender porque no le alcanza para pagar el recibo de luz.
“Nos cambió la vida a todos nosotros la familia, fue un golpe muy doloroso, que hasta ahorita no podemos asimilarlo porque ya no es igual, todo cambió para nosotros”.
A estas historias se suman las aproximadamente 350 familias que no pudieron reconstruir sus viviendas, aunque fueron tomadas en cuenta en el censo realizado por el gobierno federal, la falta de escrituras o el no contar con la propiedad legítima de la casa mediante un testamento, hizo que el proceso de reconstrucción no avanzara.
Aurelia Benítez Castillejos, notaria pública de Juchitán, explicó a MILENIO que hubo personas que aprovecharon esta tragedia, quienes de manera ilegal se hicieron de varias propiedades.
“No se concluyeron con muchas personas porque no contaban con sus escrituras es más habían gentes que se aprovechaban y hacían escrituras de terrenos distintos de su propiedad efectivamente porque no justifican de la propiedad y pues en eso el gobierno no puede apoyarlos por eso es muy importante que tengamos nuestros documentos, nuestras escrituras en reglas”, recomendó.
A seis años, los trabajos de reconstrucción no se logran concluir al cien por ciento en ninguno de los 42 municipios afectados, aún se puede ver el escombro por las calles, así como viviendas tal y como las dejó el terremoto que vino a cambiar no solo la vida para miles de familias, sino también la arquitectura tradicional.
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