Tienen cinturas pequeñas, caderas anchas, glúteos y senos prominentes, largas cabelleras y labios abultados; vestidas con ropa y accesorios de marcas como Louis Vuitton y Versace; se retratan en autos costosos y en sitios opulentos. Mejor conocidas como “buchonas”, son mujeres vinculadas sentimentalmente con narcotraficantes. Su estilo, su canon de belleza, sus aficiones, su vida, es vista en sus redes sociales diariamente por sus miles de seguidores, quienes no solo las celebran, también las consideran un modelo aspiracional.
“El narco salió del clóset y está de moda”, dice en entrevista la fotógrafa y artista Mayra Martell (Ciudad Juárez, 1979), quien en Wildhunting, su proyecto más reciente, ha documentado la estética de las mujeres de los narcos.
“Mi intención era hablar del narcotráfico a través de la belleza ligada directamente con la violencia”, comenta la autora, quien centró su investigación en Culiacán, Sinaloa.
Además de mostrar la influencia que ejercen los cánones estéticos impuestos por el narcotráfico, el documental también señala la capacidad de las redes sociales para hacer de la intimidad del narco un espectáculo al alcance de millones de personas. Esa fue una de las razones por las que Wildhunting recibió este año el Premio Internacional Ankaria Photo, concebido “para explorar nuevas vías en el lenguaje fotográfico, propuestas que anticipen nuevos caminos en la época de internet”, en el cual participaron alrededor de 200 proyectos de autores de todo el mundo.
En 2017, gracias a una beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, Martell se trasladó a la capital sinaloense para continuar “en campo” la investigación que había iniciado un poco antes siguiendo los perfiles en Instagram de las novias, amantes y esposas de narcotraficantes.
“Me interesaba la belleza como elemento de poder, y también una cuestión que llamo `el narco sale del clóset´. Me llamaron la atención estos personajes con miles de seguidores en Instagram. Las redes sociales develaron la vida de los narcos y la de sus novias; los lujos y la violencia, y mostraron cómo la sociedad fue adquiriendo un gusto por esa violencia. Es muy sorprendente, y al final es el reflejo del momento histórico y social en el cual estamos”, expresa.
Estética “buchona”
“La belleza siempre tiene un contexto cultural: lo que es bonito para ti, quizás no lo es para otros. Todo tiene que ver con una sociedad determinada y en este caso estamos hablando de Sinaloa, con una cultura fundada en el narcotráfico. Ahí la estética femenina está muy definida”, explica Martell.
En Sinaloa todo tiene que ser ostentoso, dice. “Estamos hablando de una población que no ha tenido muchas alternativas en educación. Hay gente que lo único que quiere es tener dinero y vivir lo pocos años que van a vivir como millonarios”.
Sin pretender hacer apología, la fotógrafa describe a las protagonistas del proyecto como “mujeres superfuertes e inteligentes; para tratar con narcos tienen que ser muy duras. Conviven con la muerte y cualquier ser humano que está tan cerca de la muerte desarrolla una apreciación muy diferente de la vida”.
La artista multidisciplinaria aclara: “No estoy validando lo que hacen. Las mujeres en el narcotráfico son guerreras y saben cómo hacer para que los hombres hagan lo que ellas quieran. Son listas y llegan a tener tanto dinero que se vuelven empresarias”.
Narcos y celebridades
Martell no podría precisar cuándo el narco pasó de ser una cultura marginal a escalar posiciones en la sociedad, pero sí reconoce a uno de los personajes clave para que la narcocultura se volviera un tema aspiracional: Roberto Aréchiga Gamboa, El Chino Ántrax, líder del grupo criminal Los Ántrax y sicario muy activo en las redes sociales, donde exhibía sus lujosos pasatiempos y adquisiciones. En 2011 publicó una foto suya al lado de la celebridad estadunidense, Paris Hilton, con quien se le vinculó amorosamente. Aunque nunca se comprobó el romance, esa imagen mostró que un líder del narco también se codeaba con lo más selecto de la farándula.
Vinculada sentimentalmente con El Chino Ántrax, Claudia Ochoa Félix fue una de las protagonistas del proyecto. Los medios de comunicación la bautizaron como La Emperatriz del Ántrax, en las redes sociales era conocida como La Kardashian del narco.
La fotógrafa cuenta que para convencerla de que participara en Wildhunting, le dijo abiertamente de qué iba el proyecto: “no puedes mentirles porque te investigan y si les mientes no se van a enojar, te van a matar. Así que le dije: ‘Estoy haciendo un documental sobre la belleza en Sinaloa, sobre las buchonas`”.
Ochoa Félix, asesinada el año pasado en Culiacán, llegó a 300 mil seguidores en Instagram, empresas como Swarovsky le regalaban productos para que los promocionara en sus redes.
La fotógrafa es contundente cuando afirma: “tenemos que olvidarnos de esta imagen del narco marginado. No. El narco está muy activo en el medio corporativo, en el medio político y en el medio social. No está optando por los lugares marginales de la sociedad, está arriba. Es otra clase social y no precisamente la más baja”.
La documentalista habla sobre la necesidad de renovar los conceptos sobre el narcotráfico. “Ya no es la generación de narcos que bajaron de la sierra, ahora muchos son narcojuniors que hasta tienen máster en Europa, porque el narco se volvió una corporación. Tenemos que dejar de ser infantiles en este tema y entender que el narcotráfico está en todos lados”.
Martell compara Wildhunting a una visita guiada a una fábrica. “Nos espantamos del narco, pero al mismo tiempo consumimos lo que produce. No queremos ver qué hacen cómo viven, cómo se matan, para que sigamos consumiendo”.
La conclusión: “La violencia del narco tiene capas muy profundas que nos hablan de las carencias del ser humano, de una sociedad fallida, enferma, cuyos intereses tienen que ver con el dinero”. _
Reconocimiento
El premio Ankaria Photo incluyó una residencia en Barcelona con el prestigioso comisario y crítico Joan Fontcuberta, y la exposición en el Palacete del Embarcadero, en Santillán, España, como parte del festival PHotoEspaña.
bgpa