Sentados frente a una pantalla, niños y jóvenes intentan aprender algo; la pandemia los ha obligado a un peligroso distanciamiento social.
Esther tiene 12 años, Orlando, 11; son hermanos. Ambos coinciden en una cosa: no les gusta estudiar a distancia. En ocasiones, Ruth, su mamá, los lleva a la casa del bosque, con la intención de hacer más amena la cuarentena; el problema ahí es la señal de Internet, no pasa mucho tiempo hasta que deciden volver a la ciudad, donde la conexión es segura.
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Ruth no quiere ni imaginar lo que están viviendo otras familias menos afortunadas. La entrevista también es a distancia, por teléfono; los niños no reconocen con quién están hablando, es una comunicación impersonal, por eso sus respuestas son cortas: si, no, no sé. Seguramente, el mismo fenómeno afecta la relación maestro-alumno en cualquier plataforma digital.
A ‘Teté’ le aburre estar sentada, extraña jugar con sus amigos, participar en dinámicas y ver al maestro en persona. Su materia favorita es Formación Cívica y Ética, quiere ser buena ciudadana. Sabe que el coronavirus es real, le tiene miedo, pero procura cuidarse, lavándose las manos y comiendo sano. Sus momentos más divertidos los pasa junto a su vecinita, cuando juegan a la cocina.
Para Orlando, la tarea que le han dejado no es mucha, pero extraña a sus amigos. Dedica tres horas del día a sus actividades escolares y el resto es para jugar y leer. El coronavirus no le da miedo. “Ha matado a mucha gente, pero pienso que a mí no me puede dar muy fuerte porque soy chico”, dice. ¿Qué le va a decir a sus maestros sobre la experiencia cuando vuelva a clases? “Que la odié”, asegura.
Esto a pesar de los grandes esfuerzos que ha hecho su escuela para lograr el mejor aprendizaje posible en casa. “Tuvieron plataformas listas casi de inmediato con todo lo necesario, tanto para subir tareas, como para atender las reuniones en vivo. En otros lados se exageraba, los niños tenían que estar de 8 de la mañana a 4 de la tarde; aquí la escuela tenía un horario más flexible”, comenta la mamá.
“Los niños están sentados a una computadora solo si les gusta, cuando están viendo algo de su interés, Tik Tok o no sé”, agrega. Aunque los maestros hacen hasta lo imposible por ser interactivos y divertidos, sigue existiendo una barrera. En la escuela, los niños tienen a sus amiguitos y se dan el tiempo para el relajo, parece ser este un ingrediente muy importante de la educación integral.
Sí hay saldos positivos. Ruth ha notado que sus hijos han desarrollado más independencia. “Ya saben que tienen una responsabilidad. Mis hijos se levantan, desayunan y se preparan para su conferencia, ellos saben que tienen que hacerlo.
Por ese lado creo que han aprendido a ser más responsables”, explica. Ella no ha tenido problema para apoyar a sus hijos en el uso de las distintas plataformas. “Afortunadamente son muy prácticas, no hay complejidad para usarlas. Yo pienso que habrá casos en los que la dificultad de la señal puede complicar a mucha gente”. Por ahora el año parece haberse resuelto, pero sigue la preocupación: ¿Qué va a pasar más adelante?
“Me preocupa que han perdido el ritmo que tenían de años. Se levantaban a las 6 de la mañana, estaban listos para el transporte a las 7. Ellos regresaban a la casa a las 7 u 8 de la noche, porque tenían actividades extra, nada más a cenar, bañarse y dormir. Me preocupa que no logren estar otra vez al 100 por ciento, porque pueden crear hábitos no muy afortunados”, revela.
Para volver a las aulas, hará falta total seguridad para los niños. De nada va a servir que se retomen actividades si surge un contagio y vuelven a cerrar. “Creo que sería muy desconcertante para ellos; preferiría yo, aunque sea difícil, que sea virtual, hasta que esté controlado”, opina.
Geraldine Saucedo es maestra de inglés de nivel primaria; fue antes de Semana Santa, cuando su trabajo sufrió el cambio repentino. “Nos apresuraron a entregar un cuadernillo para que los niños se llevaran trabajo a casa. En la segunda semana de vacaciones nos dijeron que íbamos a implementar la plataforma; nos enseñaron vía Zoom, le pican aquí, le pican acá, suben clases, listo. Esa fue toda la preparación que se nos dio”, cuenta.
En casa, el trabajo se le triplicó. Geraldine se convirtió en una especie de youtuber para sus alumnos: grababa videos, los subía a YouTube y pegaba el link en la plataforma. “Pasé muchos problemas con la edición, para convertir los archivos a cierto tipo, luego que pesaban mucho, que mejor desde la otra computadora porque tiene más capacidad. Es un show: cortar sonido, imágenes, que se desfasaron, hay que buscar algo atractivo… cada quien se las arregló como pudo”, revela.
Aprendió muchas cosas, es cierto, sobre todo en cuestión de tecnología, pero nunca supo si sus niños pusieron atención a los videos de entre 1 y 20 minutos. Las complicaciones también estaban del otro lado, en casa del alumno: “Mi hijo no puede tener la computadora porque la tengo yo por mi trabajo”, argumentaban algunos padres.
Si el papá y la mamá trabajan, ya usan dos equipos, con uno o dos hijos en edad escolar, necesitan cuatro máquinas.
“Conociendo a los niños que tengo, tal vez no todos… creo que los padres deben dejar de comprar tantos juguetes, X-box o Play Station, para invertir en otra computadora o tablet que sea exclusivamente de la escuela, vigilando el uso que el niño le dé”, opina Saucedo. Desde su punto de vista, la "Nueva Normalidad" obligará a las escuelas y a las familias a replantear su presupuesto, para priorizar la educación digital.
“No fue culpa de nadie, nadie pidió la enfermedad ni mucho menos”, reflexiona Geraldine y después agrega: “Pero creo que las escuelas sí pudieron haber capacitado mejor a los maestros en cómo querían las cosas. Yo siendo joven y conociendo la tecnología, no me costó trabajo, pero hay maestras más grandes, que necesitan esa capacitación en plataforma de videos”.
En esta precipitada adaptación, Geraldine vivió de todo: papás que ayudaron a sus hijos y otros que no tanto, aún con conocimiento del idioma. Finalmente se logró cerrar un ciclo con el deseo de volver a los salones a finales de agosto o principios de septiembre.
Saucedo propone que este regreso se dé en dos o tres días presenciales y salteados, y el resto a distancia. “El día que el niño va se le enseña el tema, una o dos actividades para ver si entendió y al otro día puede quedarse en casa con más actividades”, sugiere.
Brenda Hernández es licenciada en Educación con maestría en Mediación Pedagógica Humanista, lleva cinco años y medio dedicada a la docencia y actualmente enseña a nivel primaria. En esta cuarentena, ha tenido que aprender nuevas formas de comunicación, para transmitir conocimiento de forma clara y entendible a través de plataformas como Zoom y Meet.
“Trato de hacer lo mejor posible para que mis niños aprendan. Manejo mucho los materiales didácticos y ahora es un tanto imposible a distancia. Tengo niños que tienen problemas de escritura, dislexia, ortografía; es complicado verificar que de verdad haya un avance significativo”, dice.
Brenda es creadora del método NIFA (Niños Felices Aprendiendo), modelo extracurricular que sirve para regularizar a los niños en materias como español y matemáticas. Este proyecto le sirvió para titularse de la maestría y para emprender su propio negocio: Mundo Nifa. Adicionalmente creó su canal de YouTube: Máster Brenda, en donde sube videos para que sus niños entiendan mejor sus clases. “Me ha ayudado mucho a llegar a otros niños que no tienen el alcance de recibir clases particulares, niños que a lo mejor ni me conocen. Muchas compañeras me dicen que no dan clases por Zoom, porque las condiciones socioeconómicas no lo permiten; si esos niños pudieran encontrar mi canal y vieran alguno de los temas, les puede servir”, afirma.
Hernández considera que la retroalimentación es un factor clave a la hora de la reactivación escolar. “He escuchado que quieren entrar en agosto para que se dé una retroalimentación a los niños que la necesiten, me parece muy bien pensado; pero también seamos conscientes que en una o dos semanas no puedes regularizar tantas deficiencias en español y matemáticas.
“Esta forma de aprender virtual, aparte de que nos ha enseñado muchas cosas, podemos seguir utilizándola como apoyo. No está al alcance de todos el poder conectarse, pero sí creo que es muy buen recurso para resolver dudas de cualquier materia”, agrega.
Según la maestra, la educación virtual nunca sustituirá las clases presenciales. “En Zoom o Whats App, los niños chiquitos se distraen. Las sesiones a veces son de hasta 40 minutos y el siempre verme a mí, nada más hablando, no capta su atención. Esto nos cambió la vida a todos. Hoy en día el trabajo del maestro debe ser más valorado; habemos muchos que enseñamos de corazón”, comenta.
El experto
Cuando se incorpora a la videollamada, parece que está en la playa; hasta las palmeras se mueven, se trata de una de esas plantillas que sirven de escenario en Zoom. Miguel Montaño es consultor en tecnología educativa, en esa descripción se unen sus dos grandes pasiones: la tecnología y la enseñanza.
Montaño se graduó de la licenciatura en Computación en 1991 y sigue estudiando, pertenece a la segunda generación de la Licenciatura en Innovación y Tecnología Educativa (modalidad virtual) en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Quiso salir de su zona de confort y estudiar otra carrera que incluyera la docencia, práctica que desarrolló a nivel bachillerato y universitario en la década de los noventas.
“Vi la oportunidad de acercarme a la docencia y de manera virtual; ya me habían comentado algunos conocidos que se estaban aperturando ese tipo de oportunidades, tanto para cursar, como para ejercer. Estaba la maestría, vi la carrera. Decidí empezar desde abajo, para tomar otra vez las bases; porque pareciera fácil, pero tiene su seriedad. No es nada más entrar a una plataforma y ya. Tiene su lado pedagógico y técnico”, comenta.
Miguel nunca se imaginó que la tecnología educativa tomaría un papel protagónico de forma repentina, ante una crisis sanitaria de orden mundial. “Creo que nadie estaba preparado para lo que estamos viviendo, sin embargo, las instituciones que se han preparado para tener entre su oferta educativa la modalidad virtual, son aquellas que tienen más oportunidades de sobrevivir o de sobresalir”, asegura.
Cuando se decretó la cuarentena, muchas escuelas no tenían plan emergente, pero Montaño no quiso aprovecharse de la situación. “Como estudioso de la tecnología educativa he analizado el mercado nacional y he visto buenos ejemplos de implementación de plataformas educativas en instituciones grandes, pero las medianas o pequeñas se han dejado deslumbrar por plataformas que no son propiamente Learning Management System.
“Los docentes pueden presentar avisos, calificaciones o pueden mandar tareítas, pero no son plataformas completamente educativas. Sí hay LMS para elegir, en dos grandes rubros: las plataformas comerciales y de código abierto. Las más comunes son Canvas y Moodle, tienen la ventaja de que cualquier institución con pocos recursos puede implementarlas”, explica.
El consultor también recomienda las herramientas de Google para la docencia, marca que ha desarrollado en los últimos años diferentes soluciones para la enseñanza, entre ellas Classroom. “Es una plataforma que podría ser hasta cierto punto gratuita, requiere de una inversión mínima para efectos de servidor”, describe.
Otro software que ha entregado buenos resultados es Blackboard, LMS que ha sido utilizado por la UAEH y el mismo Tecnológico de Monterrey. “Todo depende de las posibilidades presupuestales que tenga la institución y el tiempo que le va a dedicar a la implementación. No es algo fácil, hay que tener mucha capacitación, casi un organigrama alterno, y mucho compromiso por parte de la institución”.
Para Montaño, las escuelas apenas sobrevivieron utilizando herramientas como Whats App, Zoom y Meet. “Fue provisional, de forma emergente, no es ni lo mejor ni mucho menos una opción adecuada. “La realidad es que las instituciones lograron sacar adelante su año escolar, pero esta pandemia nos tiene que servir como lección, para que haya un plan y se busque la oportunidad de crecer. Prácticamente pueden duplicar su oferta educativa, pero tienen que invertir”, advierte.
"El padre de familia, sea en modalidad presencial o virtual, debe involucrarse". (Miguel Montaño)
La distancia puede facilitar la educación colaborativa y su evaluación por resultados. Montaño aconseja que los maestros asignen casos prácticos a sus alumnos, para que ellos manipulen el material y lo suban a la nube. “Puedes evaluar la elaboración, el no plagio”, indica. Los exámenes de opción múltiple siguen estando vigentes, siempre y cuando vayan enfocados al aprendizaje significativo.