No sabe cómo ni por qué, pero a los 12 o 13 años, Óscar Zamudi encontró un libro; era una de las primeras ediciones de El Poder de la Imagen Pública de Víctor Gordoa. “Me lo encontré en la casa y me llamó la atención. Yo creo que fue el primer libro que leí con ganas, no porque me dijeran que lo tenía que leer. ¿Cuándo habrán escrito ese libro? No crean que soy una flor recién cortada”, cuenta.
“Pero si le preguntas a cualquier persona, es muy raro de encontrar, mucho más de leer a esa edad”, agrega. Tiempo después, Zamudio halló Los siete hábitos de la gente altamente efectiva de Stephen R. Covey y comenzó a comparar su contenido.
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“Se me hace una mezcla muy interesante para entender que las formas sin fondo son muy poco sostenibles, y que la imagen y la percepción, a través del tiempo, se convierte en reputación”, concluye.
Estas lecturas y otras más llevaron a Óscar a meditar la diferencia entre principios y valores. Para él, los principios son intrínsecos y los valores aprendidos. “Los principios son como la verdad, existen por sí solos”.
Ahí encontró otra comparación: la ética de la personalidad contra la ética del carácter. La primera se relaciona con la imagen pública, con las formas, la prensa, la imagen verbal y no verbal; en cambio, la segunda tiene que ver con el fondo, con los principios.
A Óscar recurren los políticos en búsqueda urgente de mejorar su imagen.
Generalmente, piden cosas como un examen de colorimetría para encontrar su estilo y su color. “Eso va a mejorar una foto y su imagen ante el espejo, pero no va a cambiar sus vidas de forma trascendental”.
“Las personas comunes y corrientes estamos más informadas y sabemos mucho más. Ya no nos convencen con verse bien, hablar bien, hacer promesas, salir bien a cuadro o tener buenas fotos. Si nos quieren convencer, tendrán que mostrar lo que hay detrás, su familia, su educación, su rutina”.
Una persona de mala reputación puede proponerse como líder y hasta podrá ganar una elección, pero las consecuencias a largo plazo serán fatales. “¿Cuál es el riesgo? Lo que hemos vivido hasta ahora con muchos de quienes nos han representado. Ellos tendrán sus propias consecuencias; el problema es cuando nos hacen partícipes de sus actos”, expone.
Todo lo vulnerable nos puede, nos conmueve; pero ese recurso ya ha sido sobreexplotado. “Si yo como político me tomo la foto con un adulto mayor, como sucede hasta en imágenes de campaña, se supone que debemos asumir que esa persona está comprometida con ese sector. Eso es lo que ya no funciona”.
Óscar asegura que no importa cuánto trabaje para bien una persona, si en un mal momento, con un acto, puede destruir todo lo construido en años. “No debería ser algo por lo cual debiéramos aterrarnos, pero muchos se aterran porque no han sido congruentes, tienen de qué temer”.
Zamudio aconseja estar por encima de las circunstancias. Es más fácil desintegrarse y hacer a un lado el yo. “Es más cómodo fluir ante una situación adversa. Hay algo que siempre ayuda, porque engaña a nuestro propio carácter: sonreír. Sonrían todo el tiempo, aunque no tengan ganas”, dice.