Pok’ok Baby y el Fular Noas, envuelven la nueva vida con los colores del desierto

Especial

Si bien en Coahuila se tiene historia con el telar en cuanto a la confección de sarape, la producción de rebozos o fulares tiene su alma y ombligo enterrado en el sur de México.

Para la Comarca Lagunera, las piezas estaban prevendidas, ofreciendo otros productos como monederos. (Cortesía)
Katia refirió que el año que viene tendrá un giro contando con fulares en preventa. (Cortesía)
Editorial Milenio
Torreón, Coahuila /

Durante el 2020, la colaboración entre la productora Katia González, quien representa a la cooperativa chiapaneca que confecciona la marca Pok’ok Baby, y la promotora cultural Nadja Milena Muñoz, quien al impulsar la crianza consciente estableció Pañales y Fulares Kichitos, generó un producto artesanal único denominado Fular Noas, mismo que tuvo un tiraje de excepción que se distribuyó en la Comarca Lagunera.

En entrevista telefónica Katia González explicó a MILENIO que la edición de este fular se terminó de tejer en agosto y en el último trimestre del año en curso a través de las redes sociales se han dedicado a compartir fotos sobre las experiencias que viven las mamás que adquirieron el fular.

“Fue un tiraje bastante prometedor porque sí compraron y se interesaron por el proyecto porque se sintieron identificadas con los colores del desierto y la soledad de la maternidad reflejada en los degradados vibrantes que representan su alegría y el sobrevivir en este pequeño oasis dentro del desierto”.

El diseño fue exclusivo para la tribu que representa Nadja Milena, y es Katia quien explica que la cooperativa tiene la modalidad de personalización de telares a principios de año. Se trata de diseños únicos pero con la particularidad de que todo el proceso de producción es cien por ciento artesanal. 

“Milena se interesó muchísimo en nuestro proyecto, ella ya nos venía siguiendo en nuestras redes sociales y cuando me proponen hacer el Custom Noa, me interesa y me adentro en el proyecto, diseñando y haciendo todo lo que tiene que ver con ilustraciones para promoción y contando los hilos para el telar”.

Si bien en Coahuila se tiene historia con el telar en cuanto a la confección de Sarape en Saltillo, la producción de rebozos o fulares tiene su alma y el ombligo enterrado en el sur de la república mexicana. Katia González explica que se cuida la confección de cada pieza como si se tratara de un hijo único e irrepetible.

Primero hay una planeación de un boceto digital donde se contabiliza cuántos centímetros de cada color van a conformar el fular pues se tiene una densidad de hilos distribuidos y para lograr los efectos degradados se tiene todo pensado.

“Posteriormente estos bocetos y esta escritura de cuántos hilos tienen que ir por cada centímetro, lo pasamos al maestro urdidor que está preparado para contar los hilos y para poder montar el telar que, se monta entre cuatro o cinco hombres que se encargan de tensar los hilos y de poder contar cuántos metros y cuántas piezas saldrán, con barbas o sin barbas de cada montada”.

Katia dijo que posteriormente se tardan de dos a tres semanas tejiendo, de acuerdo al tiraje. Y en el caso de Noas, que fue un tiraje considerable en los tres telares, se tardó un mes y medio el proceso de tejido solamente. Así llegaron a la región 70 piezas únicas a un precio accesible.

“Cuando se termina de tejer se desmonta el telar, se lavan las piezas, aquí hacemos un prelavado para que al momento de cortar y de confección las piezas queden tal cual en la talla que se solicitaron y no se reduzcan. Cuando pasan a proceso de confección que incluye el secado y que puede ser incluido por temporada de lluvias, pasamos al proceso de costura y de esto se encargan mujeres de Larráinzar que son parte integrante del taller”. 

Cien por ciento artesanal y mexicano

Este esquema de trabajo permiten que la comunidad participe realizando creaciones artesanales y Katia dijo que esto no se puede separar del vivir comunal, y aunque fuera una sola pieza, o 70 como en el caso del proyecto Noa, cualquiera pasa por el mismo esquema, de ahí que Pok’ok Baby se encarga de introducir y difundir todos estos procesos artesanales, siendo tzotziles.

Para la Comarca Lagunera, las piezas estaban prevendidas, ofreciendo otros productos como monederos, lo que permite contar con un ingreso seguro para los integrantes del año que al inicio de 2020 eran 60 pero con la crisis económica se elevó a 70 para darle seguridad a más familias con su trabajo.

“Incrementamos porque se necesitaba garantizar el sustento y la alimentación de las familias que requerían trabajar y no sólo fue de mi parte sino de la apertura de la cooperativa para que más personas se integraran en el taller de tejido”.

Los interesados en contactar con estos artesanos chiapanecos pueden buscar la página de Pok’ok Baby, y se mantienen en Instagram y Facebook. Y aunque la personalización con tribus para realizar diseños exclusivos de momento quedó suspendida, Katia refirió que el año que viene tendrá un giro contando con fulares en preventa, otros con piezas en existencias, algunos productos con hilos de alpaca o seda.

“Nosotros procuramos guiarnos por el comercio justo, que no depende solo del precio que se le da al consumidor sino de un trabajo horizontal y de un ingreso lo más equitativo posible para todas las partes.

Nosotros consideramos que recae el peso más fuerte de nuestro proyecto es en los tejedores y por eso nos diferenciamos porque podemos en un tiempo de pandemia y de crisis económica poder sobrellevar el proyecto por la sustentabilidad en la economía horizontal comunal que se tiene”.

RCM

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