Cuando el año pasado llamé al aeropuerto de Tegel de Berlín“horrible”, sus defensores salieron listos para dar pelea. Un colega se acercó para reprenderme y varios lectores escribieron para decir que “no podían estar más en desacuerdo”.
“Creo que es el mejor aeropuerto del mundo y la pieza más inspiradora de la arquitectura centrada en el cliente que he visto en un edificio público”, dijo un lector. Los defensores de Tegel fueron tan vehementes que utilicé un viaje reciente a Berlín para considerar si debería pensarlo de nuevo.
Tegel se construyó en 90 días en 1948 para facilitar el transporte aéreo de Berlín. Su terminal hexagonal de concreto se inauguró en 1974. La forma le da a Tegel lo que sus defensores consideran su principal ventaja: sus puertas permiten un rápido acceso de entrada y salida. No hay largas caminatas por el aeropuerto.
Los mostradores de inmigración están espaciados alrededor de las puertas de la terminal en lugar de estar centrados en un solo lugar, lo que significa que si llegas, como hice yo, en un vuelo tarde (y retrasado) desde Londres, logras pasar en un par de minutos.
Pero inmediatamente te encuentras con uno de los defectos de Tegel: no tiene conexiones ferroviarias. Hay opciones de transporte público, las cuales están más abajo, pero iba a presidir un evento temprano al día siguiente, así que rompí con mi práctica habitual y me subí a un taxi y aplacé mi investigación sobre Tegel para el viaje de regreso al día siguiente.
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Con un poco más de tiempo en el viaje de regreso a casa, seguí el consejo del aeropuerto y tomé un tren S-Bahn a la estación Zoologischer Garten, donde encontré el autobús X9 al aeropuerto. Por desgracia, el autobús no acepta tarjetas de plástico y no tenía nada más pequeño que un billete de 50 euros para la tarifa de 2.80 euros. No quiero meter a nadie en problemas, así que digamos que lo que le falta al X9 en instalaciones modernas de cobro lo compensa en los conductores de buen trato.
El autobús deambuló por el tráfico de la tarde, se tardó 45 minutos en lugar de los 20 anunciados, pero noté que los viajeros más inteligentes toman el tren a Jakob-Kaiser-Platz y se suben al X9 para un viaje mucho más corto a Tegel.
Con la batería de mi iPhone que se estaba agotando al momento en el que llegué al aeropuerto, busqué una terminal de computadora para imprimir mi pase de abordaje, pero solo están disponibles para los pasajeros de Lufthansa. Puedo ver el atractivo de Tegel para los nostálgicos. En general, la década de 1970 resuena: las tiendas, la comida, la tecnología.
La forma hexagonal significaba que teníamos nuestro propio control de pasaportes y línea de seguridad asignados. Para nuestro vuelo de British Airways a London City, compartíamos el espacio solo con un vuelo de BA con horario programado similar en dirección a Heathrow. Así que, acceso rápido una vez más, a un área de salida repleta. Me dirigí al “punto de carga” designado para recargar la batería de mi teléfono: había dos enchufes de pared, probablemente instalados originalmente para las Hoover de los limpiadores, y ocupados permanentemente por los grupos escolares de mitad de trimestre que regresaban a Londres.
Probablemente sea injusto esperar que Tegel se actualice. Desde hace años debería estar cerrado, solo a la espera de la apertura del aeropuerto de Brandenburgo de Berlín. Ese es el nuevo aeropuerto que ha hecho más daño la reputación de eficiencia y competencia de Alemania de la posguerra que cualquier otra cosa. Se encuentra con casi una década de retraso y muy por encima del presupuesto.
Se supone que Berlín Brandenburgo abrirá sus puertas en octubre de 2020, y Tegel se convertirá en un parque científico de alta tecnología y un barrio residencial. Pero hay voces que piden que se salve el antiguo aeropuerto. Los berlineses votaron con 56 por ciento a favor de que Tegel permanezca abierto en un referéndum no vinculante en 2017. Ellos y muchos lectores del FT adoran el lugar, por razones que en gran medida sigo sin comprender.