Martha Ortiz da la bienvenida a sus comensales, una decena de personas para las que ya está prevista la mesa que, de entrada, llama la atención por sus colores naranjas que contrastan con el mantel negro y que se convierten en el marco ideal para El Menú negro.
Ese concepto que dice “llevo realizando desde hace 8 años”, y lo hago durante todo el mes que hoy concluye, dice la chef al referirse a la propuesta narrativa que tiene la esencia que la distingue al combinar la tradición mexicana de Día de Muertos, sus olores y sabores, con su particular estilo gastronómico.
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“Es una manera dentro de la tradición mexicana del Día de los Muertos, de celebrar la vida, es el propósito, a través de esta serie de alimentos que México ofrece con esta elegancia”, dice mientras ya se sirve la entrada que consiste en un arroz cremoso con huitlacoche, lajas de parmesano y pétalos de flores de calabaza.
“Y el segundo tema es mi historia de que los colores saben, yo creo que el negro tiene un sabor muy profundo, majestuoso, cuando probamos el mole negro estamos probando todo lo que significa, ese sabor a piedra, humo a una cuestión mágica”, dice al referirse al platillo fuerte del menú que este año “se distinguió por su magia”.
El vino tinto logra un maridaje perfecto con el plato fuerte que deja lugar al gran final (postre), un pan de muerto con mandarina y chocolate que sirve de antesala a la infaltable María que, con los colores de la tradición de Día de Muertos, se presenta acompañada de una piñata con todo los picos que representan los siete pecados, que ahora serán virtudes, asegura la chef en el menú de mano que forma parte de la experiencia.
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