Cuando le gustaba el futbol le iba al Pachuca. Vivió la época dorada de los Tuzos con Chitiva, Calero… y ahí se quedó. “Hay algunas cosas que no me han gustado de los manejos del futbol”, confiesa. En la Fototeca Nacional, Adolfo encontró a quien sería su esposa, Paula Alicia Barra, chilena que le llevaría a conocer la receta secreta de las empanadas.
“Tenía un gusto por la música latinoamericana y por los paisajes del cono sur que había alcanzado a ver en revistas, en documentales, y otras cuestiones políticas, (Salvador) Allende, la Unidad Popular, el respeto que yo tenía por ese tipo de personas”, narra.
Los paisajes de Chile, su comida y su gente lo atraparon. “Los chilenos tienen un aprecio sincero por el mexicano. Te reconocen por tu forma de hablar y en ese momento sientes la calidez de su trato”, cuenta Ledezma. De la variedad de sándwiches chilenos, surgió la idea de importar la cocina andina a México.
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“El concepto de un pan recién horneado, con ingredientes frescos era la idea. El freno que tuvimos en ese sentido fue la competencia con las tortas, es muy complicado competir con eso”, revela. Pero la intención de ofrecer gastronomía de inspiración chilena se mantuvo de pie.
Así nació La Sureña, el único restaurante chileno de Hidalgo. En ningún otro lugar de la región se preparan las empanadas de pino. “Han tenido una aceptación bárbara. La empanada para el chileno es como el mole para nosotros. Sin empanadas, sus fiestas no existen”.
La receta que ocupa Adolfo es realmente de su suegra, doña Paulina Moulain. El toque está en la carne de primera calidad. “Hacemos las cosas como si fueran para nosotros. Comemos exactamente lo mismo que el cliente”, dice.
Para dar a conocer los ingredientes chilenos por excelencia, La Sureña ofrece la pizza como plataforma. “Los italianos la inventaron, pero perdieron la exclusividad hace mucho tiempo. No hay forma de esquivar las fusiones. En la pizza encontramos la forma más completa de inspirar la comida chilena, usando el merquén, el queso ahumado y la aceituna negra”.
El salmón fresco, prácticamente crudo, le recuerda al mercado de Puerto Montt. Con solo probar lo, Adolfo vuelve a Chile y se vuelve a enamorar.