Los visitantes del complejo Springline en Menlo Park, California, se encuentran rodeados de una sensación de confort y lujo propia de los hoteles de alta gama: paredes blancas con acabado de arcilla romana, una mesa de centro de mármol gris y blanco, y un banco de cuero blanco bajo un lienzo de resina de 20 por 10 centímetros grabado con las palabras: “Hola, mañana”. El aroma característico de Springline, con notas de brisa marina salada, nenúfar blanco, almizcle seco y melón dulce, permanece en el aire.
Pero Springline no es necesariamento un hotel. Es un resort laboral, lo que significa que el diseño de sus oficinas se inspira en el de los hoteles boutique.
El complejo es una plaza de 2.5 hectáreas situada a pocos pasos de la estación Caltrain de Menlo Park, en la bahía de San Francisco. Incluye dos edificios de oficinas de primera categoría, nueve restaurantes, espacios de trabajo al aire libre y terrazas donde la gente puede convivir y relacionarse, instalaciones de gimnasio, un simulador de golf de alta gama, una tienda de comestibles italiana de lujo y un edificio de 183 viviendas. Y, como todo buen resort, cuenta con un calendario de actividades comunitarias, desde ferias de cocteles artesanales hasta discotecas silenciosas.
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Según la inmobiliaria Cushman & Wakefield, la tasa de desocupación de oficinas en Estados Unidos ronda el 20 por ciento, por lo que los distritos empresariales del centro de la ciudad están haciendo todo lo posible por recuperar a los trabajadores, incluyendo espacios de trabajo parecidos a un complejo turístico que igualan o superan la comodidad de sus hogares.
El concepto proviene de “la imagen de un complejo turístico, de un lugar o un edificio hermosos, algo que te hace decir: ‘Quiero vivir esta experiencia; quiero estar allí’”, afirmó Matthias Hollwich, director fundador de la empresa de diseño global HWKN, que está diseñando un resort laboral, Sky Island en el área de Canada Water, en Londres. “No es como estar en casa. No es como los demás edificios de oficinas. Es novedoso”.
“Mucha gente entra en la oficina y dice: ‘¿Por qué estoy aquí? Podría hacer exactamente lo mismo en casa’ —agregó Hollwich—. Así que hay que ofrecerles algo mejor, pero no se trata de hacerlo entretenido como un club. La gente sigue queriendo ir a trabajar para ser eficiente”.
La transformación de las oficinas tradicionales en estos espacios de trabajo con servicios como de hotel se conoce como hotelificación. En esta nueva versión, existe la capa adicional de la experiencia de hospitalidad, que Amy Campbell, arquitecta y asociada sénior de Gensler en San Francisco, describe como “anticiparse a las necesidades de los demás y luego crear alojamientos para ello”.
Campbell dijo que estaba viendo la hotelificación en todos los sectores, incluyendo residencias y aeropuertos y la llamó: “Un nicho de mercado que vamos a ver crecer”.
Tendencia mundial
Otros conceptos de resort laboral en el país son el Habitat de Los Ángeles, que se autodenomina campus de “vida-trabajo-crecimiento”, y el Mart de Chicago, con 222 mil 967 metros cuadrados de espacio de oficinas que incluye salones para inquilinos, un bar escondido, un gimnasio mejorado con clases privadas de bicicleta fija, cabinas de meditación, un nutriólogo titulado, botas de compresión Normatec y una sauna de infrarrojos, explicó Campbell.
En Londres, el 22 Bishopsgate, de 62 pisos, alberga 25 empresas, así como restaurantes de alta gama; una zona con casilleros para quienes van y vienen del trabajo, espacio para mil bicicletas y un taller de reparación de bicicletas; puestos de comida, restaurantes e instalaciones para hacer ejercicio.
Además, el Sky Island de Hollwich en Canada Water es un complejo de 32 mil 516 metros cuadrados que se espera empiece a construirse la próxima primavera y estará entre el centro de la ciudad y Canary Wharf.
Hollwich, quien dijo haber acuñado el término resort laboral, reveló que Sky Island incluirá dos edificios de oficinas y una plaza con un mercado abierto en el que habrá puestos de comida, bebida, música y entretenimiento. Habrá un “bar de computadoras portátiles” y otros espacios de trabajo colectivos e individuales.
Las terrazas en los pisos superiores tienen la intención de fomentar las reuniones al aire libre, al igual que el barco que la empresa tiene previsto mantener cerca del muelle de Canada Water. El último piso estará dedicado a la “relajación y la socialización”, según Hollwich, y contará con un spa terapéutico de agua salada. Para volver a casa, se podrán alquilar kayaks y bicicletas.
A lo largo de los años, las empresas han ido mejorando sus espacios con la esperanza de aprovechar más a los empleados. En la década de 1870, la Larkin Soap Co. en Búfalo, Nueva York, contaba con comedores interiores bien iluminados y ventilados, baños públicos, clínicas hospitalarias y un gimnasio. El edificio de Connecticut General Insurance Co. en Bloomfield, Connecticut, que se terminó de construir en 1957, tenía una tienda departamental Lord & Taylor de formato pequeño, un boliche y una peluquería. Y las empresas tecnológicas de Silicon Valley tienen campus con salas de videojuegos y canchas de voleibol.
Todos se esfuerzan para que los empleados estén más felices y saludables, lo cual, en última instancia, aumentará la productividad, según Nikil Saval, autor de Cubed: A Secret History of the Workplace. “Había una especie de descontento percibido entre los trabajadores que impulsó los cambios de diseño”, explicó Saval. Había la idea de que “si mejoraban los entornos, se resolvería un descontento básico sobre el trabajo”.
Los servicios adicionales son atractivos, pero ¿harán que los trabajadores abandonen la comodidad de su hogar, soporten largos desplazamientos y vuelvan a las oficinas? Saval, que ahora es senador por el estado de Pensilvania, dijo que no se opondría a “invertir en entornos propicios para el trabajo y el bienestar de las personas”, pero advirtió a las empresas que el concepto podría no resolver por completo la resistencia a volver a la oficina.
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