Desde que te lanzas de la lancha con el visor y el snorkel bien puestos, sabes que todo será una sorpresa. En el exterior se contempla la enorme extensión de agua salada que va del azul turquesa al marino según la profundidad y las mareas; también ves las formaciones rocosas que van creando la Isla del Espíritu Santo, pero bajo del mar hay un universo impresionante que se abre infinito para el asombro de quienes se sumergen en él con entusiasmo.
Viaje marítimo al pasado
La salida fue por la mañana, en el malecón de La Paz, donde la embarcación tripulada por Luis esperaba el arribo del grupo. Bajo el techo y acomodados en hilera, todos nos pusimos chalecos salvavidas, un poco más ligeros que los convencionales, lo que agradeceríamos al nadar. Nos espera un recorrido de seis horas desde el puerto hasta esa ínsula en el Estado de Baja California Sur de unos 99 kilómetros de extensión.
Espíritu Santo es una reserva ecológica que acoge distintas especies de fauna y flora. Aves hay tantas, que algunas formaciones se conocen como “la isla de las gaviotas” o “zona de fragatas”. Verlas volar es hermoso, más aún a esta última especie, que aunque no tiene una anatomía diseñada para vivir en el agua, pues no puede mojar sus plumas y sus patas son como de gallina, habita en extensiones de tierra en medio del mar.
También hay halcones de cola roja, garzas reales y pequeños mamíferos como la liebre negra y el gato de cola de campana corriendo salvajes entre las formaciones volcánicas.
Su “descubrimiento” se adjudica a Hernán Cortés, quien registró su existencia durante la expedición que realizó a la península en 1534. En una zona había una enorme cantidad de ostras de madreperla, así que la llamó Isla de las Perlas, y tiempo después, en 1631, Francisco de Ortega y Juan de Iturbide comenzaron a explotar el negocio de las perlas, el cual creció tanto que varias reinas de aquellos días tenían estas joyas naturales de una perfección inaudita en sus coronas. El criadero estuvo activo hasta 1910, cuando literalmente explotó de la mano de los revolucionarios locales.
Sin embargo, se han descubierto en diversas partes de la isla vestigios arqueológicos que datan de 40 mil años atrás. Hay cuevas funerarias y una con la pintura rupestre de una ballena. En cuanto a etnias, los pericúes eran quienes habitaban esa parte de la península. En una parada del recorrido es posible ver lo que parece una enorme máscara labrada en la piedra. Se dice que ahí llegaban los antiguos habitantes a dejar ofrendas pensando que se trataba de un dios.
¡Hola, lobo marino!
Hay un pequeño islote en una parte del recorrido donde se puede ver a los lobos marinos de California tomando el sol plácidamente, con sus cuellos estirados cual divas de cine asoleándose. Sus cuerpos brillan por la luz del sol reflejado en su pelaje húmedo, el cual cambia de color después de un rato en la superficie. Sus aletas se mueven de vez en cuando y parece que sonríen.
Ellos son parte del espectáculo, pero lo más asombroso sucede cuando el visitante se arroja al mar para hacer snorkeling. La primera sorpresa son los incontables peces de colores, pequeños y grandes, alargados y redondos, fosforescentes y transparentes, con líneas y puntos, que van y vienen entre los corales, las algas, las rocas o en la profundidad más solitaria, donde el azul turquesa te rodea como el aparente silencio. Pero allá abajo todo es vida. Hay un ir y venir como de ciudad submarina, donde los erizos reposan y minúsculos seres acuáticos se esconden entre multifamiliares de piedra enlamada.
De pronto, se presiente una mirada vigilante. Una sombra que pasa a lado de quien nada con la vista hacia abajo. Al voltear la cara se descubre un lobo marino qué pasa, como si nada, a un lado. Se vislumbra su carita sonriente, su cuerpo curveándose. Parece que les da curiosidad la visita. Los jóvenes y las hembras son quienes se acercan, aclara Julio, el guía. “Son como perritos”,comenta, aunque luego cuenta que los del islote son los desterrados, los que no quisieron estar en el Lobario, la zona especial y cerrada de Espíritu Santo donde están protegidos cerca de 500. Ahí reinan los machos alfa. En temporada de celo, como ahora, es mejor no acercarse pues podrían atacar.
Un par de lobos marinos juegan, efectivamente, como cachorros pero bajo el agua. Otros dos se colocan panza para arriba y mueven las aletitas como haciéndola de muertito. Son unas criaturas fascinantes.
El recorrido también integra una tiempo en una playa de la isla para comer un delicioso ceviche con fruta y verdura, jugar en el agua de la alberca natural que se forma ahí, y sigue con una última parada para hacer snorkeling en un lugar bajo, donde se entiende por qué se le conoce como “el acuario más hermoso del mundo”, dividido por nombres como el Candelero, la Gallinita, la Ballena y San Gabriel.
Sin duda es el ecosistemas mejor preservado de todo el Pacífico Mexicano y podríamos arriesgarnos a decir que de todo el país. En el municipio de La Paz, incluyendo la isla, no se ha dado la deforestación que en otras zonas al ser un hábitat desértico (donde radica su enorme belleza), porque no todos los caminos están pavimentados y hay muchas playas que no han podido ser devastadas por el ser humano debido a la dificultada para llegar a ellas. Esto, aunado con un buen control de parte del gobierno, ha conseguido que se pueda disfrutar de este tesoro mexicano de una manera natural, ecológica y sumamente atractiva.
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