Según la psicología, ¿por qué celebramos el Día del Padre?

¿Qué nos motiva, según la psicología, a festejar a nuestros padres: el amor o la culpa? Una psicoanalista nos da la respuesta, que de seguro te sorprenderá.

¿Qué motiva a celebrar al papá: el amor o la culpa? (Shutterstock)
Francisco Masse
Ciudad de México /

Según la psicología, ¿cuáles son los motivos para celebrar el Día del Padre? Muchos dirán que es el amor, mientras que otros señalarán que todo deriva de la culpa, y habrá quien diga que, ante la ausencia del padre, nada hay que celebrar.

En México, el Día del Padre es una celebración ambivalente. Por un lado, el tercer domingo de junio de cada año en los restaurantes y las casas abundan las familias que celebran al "rey de la casa"; sin embargo, en términos económicos la derrama es de aproximadamente la mitad de la que registra el Día de las Madres, y en muchos hogares mexicanos el padre es, muchas veces, una figura ausente.


Entonces, ¿por qué los mexicanos nos empeñamos en celebrar al padre y, también, a la madre? ¿Cuáles son las motivaciones psicológicas que nos motivan? Para responder a estas preguntas, MILENIO conversó con Eva Marcuschamer, quien es doctora en Psicología Psicoanálítica, autora de diversos libros y psicoanalista en práctica privada.

MILENIO: Desde el punto de vista psicológico, ¿cuál es la motivación para una fiesta como el Día del Padre?

Eva Marcuschamer: Yo creo que el Día del Padre —y el Día de las Madres— es un fenómeno principalmente cultural y, sobre todo, comercial. Sin embargo, en ellos interviene, casi invariablemente, la culpa que se siente ante el padre y la madre.

Esta culpa tiene muchos orígenes: la principal causa es por la idea inconsciente de "haberles hecho daño", por ejemplo cuando siendo bebé uno o una muerde el pezón de la madre mientras ésta nos amamanta, o bien, porque cuando hay diferencias y uno está tan enojado, uno puede llegar a desear o tener fantasías reprimidas que mueran o desaparezcan. Esto genera culpa, a veces en grados tan intensos que generan patologías —como cuando uno no puede relacionarse con el sexo opuesto.

Por eso, una fiesta como el Día del Padre es un modo inconsciente de compensar la culpa que se siente por estos deseos —que, enfatizo, son inconscientes; es decir, que se trata de un pensamiento o un deseo reprimido y, por lo tanto, uno se da cuenta consciente de ellos— de destruir al padre o a la madre.

Por todo ello, al padre y a la madre se les compensa con un día. Y por eso, éstos se han vuelto tan sagrados: mientras más culpígena sea la sociedad, más sagradas son estas fiestas.


M: En tu opinión, ¿por qué en México se celebra más el Día de la Madre que el Día del Padre?

EM: Porque el hombre mexicano es, en general, bastante maltratador con su esposa. Pero esto es un fenómeno complejo, pues el odio que siente por su madre se lo dirige a la esposa. Entonces, por esa misma culpa es que se venera a la madre.

Por otro lado, una generalidad de los hombres es infiel. En México, la figura de la "casa chica" es muy común y culturalmente aceptada. Además, en el inconsciente del mexicano existen dos concepciones de la mujer: la virgen y la puta; así, la virgen es la madre y la puta es la esposa. Así pues, la madre se venera mucho más.

En México, los hombres maltratan, denigran y son infieles. Pero eso se paga con un precio: el precio de la culpa.

M: Entonces, ¿también tiene que ver la abundancia de madres solteras, de familias monoparentales y de 'casas chicas'?

EM: Como decía: el hombre mexicano, en general, es abandonador; pero, paradójicamente, siempre tiene una presencia y una figura en la familia. Esto llama la atención pues, desde el inconsciente, la figura paterna la da la madre. Y si bien hay figuras masculinas como el del abuelo, el tío o el hermano mayor, todas éstas se derivan del padre, tanto en el sentido cultural como emocionalmente.

Y esto tiene una razón anclada en los fundamentos, pues en el momento de la concepción estaba el padre. Siempre hay un padre.


M: El panorama que pintas es desolador…

EM: Por un parte, sí. Pero también es justo mencionar que hay dualidades. Es decir, también interviene el amor.

En efecto, interviene la culpa por el deseo de destruir o "matar" a los padres, pero también está el amor. Y en las relaciones sanas, hay más amor que odio. Pero ese odio no se tolera, porque, ¿cómo puede uno odiar a quien "nos dio la vida"?…


FM

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