Tatuajes: la piel, lienzo de los artistas de la tinta

Molly Tattoo, Mala Leche y Mickethrash hablan del difícil camino para defender su derecho de tatuarse, pero también de ser ‘tattooist’.

Tres tatuadores mexicanos hicieron de las suyas en humanos y botellas durante la tercera edición de a convención de tatuajes. (Édgar Negrete)
Tatuar “es un arte, no una moda”. (Édgar Negrete)
Eduardo Gutiérrez Segura
Ciudad de México /

Tan antiguo como la humanidad, el arte de usar la piel como lienzo por los virtuosos de la tinta evolucionó: desde su uso terapéutico, descubierto en la momia de El hombre de hielo (cinco mil 200 años a.C.); como ornamento en las tribus polinesias, de batalla para los maoríes, de protección en el antiguo Egipto, señalar criminales (Grecia y Roma), hasta ser una expresión de libertad.

Cristina Martínez no quitó la mirada a las agujas que marcaron su piel, gracias a la labor de Rubí Nandayapa, el momento que vivieron fue íntimo, el resultado del encuentro fue una obra que la mujer de 41 años llevará consigo el resto de su vida y que le recordará siempre este día, así como lo hacen otros tattoos que ya adornan su cuerpo.

“Me gusta mucho la sensación y cómo se ven en la piel. Se hace adictivo, es como una droga… me gusta el dolor (risas). Representa para mí que puedo hacer lo que quiera, nadie me puede decir qué ponerme, es mi decisión; ya se abrió la mente de que no es estar marcado, antes no te abrían la puerta por eso, ahora es imposible que te la cierren”, dijo Martínez a M2.

Cristina luce en su lienzo carnal homenajes a sus películas favoritas: Naranja mecánica, Star Wars y The Shining; a su mamá, su papá, sus hermanas y su nombre: “El primer tatuaje que me hice, a los 22 años, fue la representación de mis padres bajo un sol y cuando me di cuenta de que, no dolía, me gustaban, se veían bien y que ya no es tan criticado, de ahí me seguí”, argumentó la también pedagoga.

Ese derecho de elección es de ambos lados, del tatuado y el tatuador, como lo es también la lucha por querer vivir de esta actividad, los obstáculos son varios, como reveló Cynthia Cuevas, mejor conocida como Molly Tattoo, que a sus 31 años, lleva más de una década dedicada al arte de dibujar sobre la piel humana.

“Como mujer ha sido un paso importante, en mi caso fue: no eres del barrio, no puedes aprender a tatuar, pero vi mucho la evolución y que muchos artistas se arriesgaron a ofrecer algo más visual, enfocarlo más al arte, con propuestas de corrientes artísticas para el lienzo de la piel; quedó atrás el catalogarse solo como algo de cárcel, llegará un punto en el que todos tendremos uno.

“Lo que provoca tener un tatuaje trascendió, para que se vea más bien la actitud y la aptitud de quien los tiene y no irse a lo superficial, banal y discriminatorio; he visto una evolución muy grande, se quitó el tabú, aunque aún vivimos en una cultura sexista, al principio me pasó que porque me veían más fresa, creían que no tenía el derecho a expresarme en este medio”, analizó Molly.

Tras varios años de “aguantar y tratar de proponer, me arriesgué y dije: ‘Tengo algo más que dar, no solo como artista, sino como ser humano, quiero abrirme y que conozcan lo que puedo hacer’, si fue un despegue y aventarte a los leones (risas) para que me desgarraran”, recordó Cuevas, quien fue invitada por el ron Kraken para expresarse a través de intervenir una botella.

Para los hombres el camino tampoco es fácil, como aseguró Francisco Sánchez, el famoso Mala Leche: “Fue algo complicado el entrar a la comunidad, creo que eso afectó mi aprendizaje, fue más lento. No es tan fácil que alguien te abra las puertas para enseñarte a tatuar, lo hice con la experiencia, pero cada vez que tatúas aprendes algo, pero sí costó trabajo, porque hay segregación”.

Sánchez opinó que así como en las culturas antiguas, hoy se mantiene la esencia de que el tatuarse es un ritual: “Vas trabajando el diseño, cómo lo vas a interpretar, a la hora de la ejecución también, cada uno tiene sus manías, también la interacción con el tatuado cuenta mucho, porque no es algo que vas y compras, sino que es confianza mutua y se agradece, es un código de complicidad”.

Además de lo místico, Molly aceptó que tatuar: “Es una responsabilidad bien grande, es marcar la vida de alguien, ellos se van a acordar de ti hasta el último de sus días, así que hay que hacer una experiencia grata, les digo: ‘Haces tu tatuaje a través de mí, soy el vehículo que te permite expresar algo tuyo’.

“De mi parte, cuando propongo algo, es expresarme y que el otro ser humano diga: ‘Me conecto con eso que dice y lo quiero para mí’, vincularte con otro por algo gráfico está superchido”, abundó Cynthia, quien confesó que su primera rayada fue “superfea”, aunque importante para ella, era la portada del disco In Utero de Nirvana, que se hizo en el cumpleaños de Kurt Cobain, ya no lo tiene.

TABÚ

NORMALIZACIÓN
Ser tatuador es una profesión que demanda de aquel que quiere seguirla “comer, respirar, pensar y vivir tatuajes”, como expresó Molly, y que también ha vivido en carne propia Mickethrash, que se inició en este mundo hace mucho y hoy agradece que varios ídolos normalicen el “verse rayado”.

Y ADEMÁS

IMPULSANDO VOCES URBANAS
Tatuar “es un arte, no una moda” y para impulsarlo, el ron Kraken invitó a cinco tatuadores a intervenir botellas con su mejor expresión: “Captamos que algo estaba mal, en México las marcas no ven el arte urbano y buscamos apoyar a estas tribus que están en la sociedad a través de la tinta, porque es como el color de nuestro líquido. Buscamos ahora movernos a algo más personal, los tatuajes, que son algo que portas hasta el día que te mueras”, aseguró Gonzalo Ortiz de la Huerta coordinador en Kraken.