La fotografía es un arte cada vez más accesible al público, ya que las herramientas digitales facilitan montajes complejos y las redes sociales como Instagram y VSCO permiten la difusión de los proyectos de manera instantánea. Sin embargo, la cámara sigue siendo un medio y el fotógrafo detrás es quien realmente manipula la escena, la luz y el ángulo, para lograr un resultado de impacto visual. Paloma Rincón, una fotógrafa mexicana viviendo en Madrid, nos muestra que la destreza detrás del lente no es cualquier cosa, sino todo un arte reservado para aquellos que saben mezclar el lado técnico con una dosis de creatividad.
Su portafolio está inundado de imágenes gráficas, coloridas y optimistas que se caracterizan por explorar el mundo del bodegón de una manera muy particular, pues lejos de remembrar la pintura clásica de antaño con sombras fuertes y perfiladas, nos confrontan con explosiones cromáticas y escenas enigmáticas.
Tanto su trabajo comercial como sus proyectos personales son minuciosos, pues cada imagen está plagada de detalles, y su proceso creativo es metódico una vez que surge la idea inicial. "Investigo y documento mis proyectos para hacer un desarrollo creativo más amplio, juego con bocetos en donde hago pruebas y luego preparo los sets", explica la fotógrafa. Las ideas que plasma surgen de distintas maneras, desde un mero concepto, hasta la investigación más formal de un material y sus interacciones en el mundo real.
En su portafolio comercial se encuentran grandes firmas internacionales como Coca-Cola, Google, Ikea, Ford, Toyota, Samsung, Playstation, Swatch, Absolut y muchas más. Para este tipo de comisiones nos comparte que su reto principal ha sido que el cliente confíe y pueda imaginar el resultado a partir de referencias o bocetos más abstractos. Esto implica hacer un seguimiento del proceso y respetar cada una de las fases del trabajo.
Aunque su base es Madrid y su trabajo la ha llevado a viajar por toda Europa, algunos de sus proyectos personales reviven sus raíces mexicanas. Tal es el caso de Acapulco, un proyecto que hace homenaje a su infancia y las vacaciones familiares que recuerda. La serie está plagada de referencias a los años 80 tardíos y principios de los 90.
"Quise llevar todo este universo de memorias a una colección de imágenes en donde utilizo plantas y frutas tropicales, agua y elementos que remiten a la costa, animales presentados de manera escultórica y detalles más abstractos en elementos como las estructuras inspiradas en los materiales de la ahora tan famosa silla Acapulco," comparte Rincón.
Los juegos visuales que encontramos en su fotografía yuxtaponen disciplinas como la escultura, el diseño y la ilustración, que conviven en universos inesperados creados por la artista. Su estilo tan característico logra fusionar de manera casi imperceptible técnicas virtuales con composiciones reales, borrando los límites entre lo táctil y lo digital.