El pasado 20 de febrero, la actriz mexicana Karla Souza causó revuelo en los medios cuando, durante una entrevista con Carmen Aristegui para la cadena CNN, reveló que había sufrido una violación por un director de cine, cuyo nombre decidió omitir.
Su polémica declaración causó numerosas reacciones de apoyo entre la comunidad artística, y tuvo como 'efecto colateral' la separación del productor Gustavo Loza de la empresa Televisa.
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Pero eso no fue todo: dos días después del señalamiento de violencia sexual, diversos medios informativos publicaron la noticia de que Karla Souza había admitido que, en el pasado, había coqueteado a productores para conseguir papeles. Dichas notas se sustentan en un video de una entrevista que la actriz dio al programa Estilo DF.
En dicha entrevista —que fue compartida en un tuit de un usuario identificado como Luiss Del Valle—, la actriz reconoce haber cometido errores y admite que "cuando veía que a un productor, quizás, le gustaba, yo usaba esa relación para en algún momento, tal vez, recibir un papel o alguna promoción de parte de él".
El usuario @LuissLm remató su tuit —que ha sido reproducido en numerosos medios— con el hashtag #LaPura Neta y la leyenda "juzgue usted mismo".
Tanto el tuit con el video como las notas periodísticas han circulado abundantemente en las redes sociales, donde innumerables usuarios los usan como argumento para desestimar los señalamientos de Souza y burlarse de quienes la defienden o apoyan.
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Independientemente de la simpatía o antipatía que pueda generar en alguien la actriz, su trabajo o sus declaraciones, y ante la imposibilidad de conocer en un futuro inmediato la verdad acerca de lo que ella denuncia, llama la atención el siguiente hecho:
Con frecuencia, cuando un ciudadano o una ciudadana acusan un abuso sufrido por alguna figura con poder, casi de inmediato surgen voces que buscan criminalizarlos —o, al menos, desacreditarlos— a partir de la exhibición en medios de sus actividades, declaraciones, ideas y hábitos, particularmente cuando éstos no se ajustan a las ideologías conservadoras y a los "valores tradicionales" de la sociedad mexicana, como si éstos fueran la causa del abuso o la vejación sufridos.
Pero entonces, y considerando la invitación que el usuario @LuissLm hace a "juzgar nosotros mismos" —como si quienes usamos las redes sociales constituyéramos un tribunal anónimo e invisible, que juzga y condena sin conocimientos, sin pruebas y sin derecho de réplica—, vale la pena preguntarnos:
El coqueteo reconocido de una mujer, sea actriz o no, ¿justifica que ésta sea violada, acosada o abusada sexualmente? Una actriz que aprovecha que un productor se sienta atraído hacia ella, ¿merece, como acto de justicia, ser violada por éste o por alguien más? El que una actriz 'use una relación' para obtener ciertos beneficios, ¿debería castigarse con una penetración sexual forzada o cualquier otra práctica que ella no desee realmente?
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Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas fuera "Sí", estaríamos cayendo en un razonamiento equivocado que en lógica se llama 'arguméntum ad hóminem' —aunque, en este caso, sería 'ad féminam'—, que según la ubicua Wikipedia, consiste en "desacreditar a la persona que defiende una postura señalando una característica o creencia impopular de esa persona" y, con ello, "dar por sentada la falsedad tomando como argumento quién es el que la emite".
Este tipo de razonamiento se conoce como falacia, pues la veracidad o validez de un argumento no depende de los juicios morales subjetivos que alguien pueda emitir sobre la persona que lo emite.
Al respecto, la Convención Interamericana para Prevenir la Violencia contra la Mujer señala que la violación, el acoso y el abuso sexual en el ámbito del trabajo es un tipo de violencia, y que toda mujer tiene derecho al goce y ejercicio de todos los derechos humanos y las libertades consagradas por los leyes internacionales sobre derechos humanos.
Por todo ello, un coqueteo no puede ser justificación moral, o de ninguna otra especie, de una violación.
FM