Joe Accurso, un quiropráctico de 47 años, se niega a vacunar a su hija contra la polio, el sarampión o la tosferina, porque cree que esas enfermedades infecciosas no son en realidad peligrosas y podrían incluso ser beneficiosas para la niña.
"En realidad me decepciona que ella no tenga la oportunidad de infectarse con la varicela y otras enfermedades que fortalecerían su cuerpo en el futuro. Esa es nuestra principal razón" para rechazar las vacunas, dijo en una entrevista.
Joe Accurso y su esposa Cathy, una fisioterapeuta, forman parte de un grupo minoritario en Estados Unidos que reivindica la posibilidad de escoger en materia de vacunación.
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Estos padres, muchos de los cuales son blancos, con educación universitaria y de clase media alta, eligen entonces no inmunizar a sus hijos contra enfermedades que en el pasado han sido responsables de millones de muertes infantiles al año alrededor del mundo.
Para ellos, esas infecciones no son tan terribles comparadas con los peligros de las vacunas que, dicen, están siendo escondidos del público en nombre de las ganancias de los laboratorios farmacéuticos, una creencia compartida por millones de personas en el mundo desarrollado.
Esos padres también son influenciados por supuestos denunciantes en la industria médica que afirman que los datos sobre la efectividad de las vacunas han sido manipulados, que hay un aumento en el número de casos de niños negativamente afectados por la vacunación y que ingredientes dudosos han sido ocultados.
Alimentados por esta desconfianza en la comunidad médica, más de siete millones de estadunidenses siguen varios sitios de Facebook que cuestionan las vacunas, escribió en diciembre Richard Stein, médico cardiólogo de la universidad de Nueva York, en la revista médica Germs.
"Las teorías de la conspiración en las redes sociales abundan y prosperan, regocijándose de su edad dorada", denunció.
ESS