El otro día me encontré con un amigo estadounidense que viaja mucho. Este año se superó y viajó más que nunca, y logró ver pingüinos en la Antártica, gorilas en Uganda e iguanas en las islas Galápagos.
Sin embargo, la historia de sus excursiones que se quedó en mi mente se refiere a un asunto que el viajero moderno parece encontrar infinitamente desconcertante: cómo empacar una maleta.
A mi amigo, un excorresponsal extranjero, le gusta viajar ligero. Yo no tenía idea de qué tan ligero hasta que me contó que su guardarropa para un viaje de tres semanas a Uganda solamente incluía tres calzoncillos, mucho menos de los que yo llevo para pasar un fin de semana en Gales.
El truco, dijo, era una técnica que aprendió cuando cubría la guerra de Camboya: cada vez que tomaba una ducha, también echaba su ropa en la regadera y dejaba que sus pies, el champú y el jabón hicieran el trabajo de una lavadora.
De inmediato me di cuenta de lo atractivo que era eso, aunque tenía algunos límites evidentes, como la necesidad de estar en un lugar durante el tiempo suficiente como para que la ropa se pueda secar. Y no me veo pisando una blusa blanca en un viaje de negocios y sería complicado hacerlo en unas vacaciones familiares, especialmente en un viaje en el que también hay bebés.
Pero la idea tiene la gran ventaja de ser racional, práctica y comprobada. Es más de lo que se puede decir de una gran cantidad de consejos disponibles para lidiar con el equipaje.
La semana pasada, cuando busqué en Google “Cómo empacar una maleta”, aparecieron 449 millones de resultados, más que “Cómo acabar con la pobreza” y “Cómo curar el cáncer” en conjunto. Sin embargo, una gran cantidad de los consejos eran totalmente obvios (lleva tu ropa más voluminosa puesta en el avión), absurdos (colocar toallitas suavizantes de tela entre la ropa para mejorar el olor) o contradictorios.
El aeropuerto de Heathrow y Qantas te aconsejan que comiences por colocar en la cama toda la ropa que crees que que vas a necesitar antes de empacarla. Entonces, según Heathrow, debes eliminar un tercio de la ropa. Qantas dice que ese montón de ropa debería reducirse a la mitad.
Las aerolíneas y los aeropuertos por supuesto deberían hacer su parte en este frente. La enloquecedora combinación de las siempre cambiantes reglas sobre el equipaje de las aerolíneas y los controles de seguridad, también provocaron nuestra sed de instrucciones.
Sin embargo, no hace muchas décadas estas directrices no eran necesarias. Las únicas personas que podían permitirse viajar tenían sirvientes para que se ocuparan de sus montones de arcas y baúles, según un artículo de la Universidad de Lund escrito por un académico que se une a las discusiones sobre estos asuntos
No fue hasta que comenzó a despegar la tendencia de los viajes masivos a fines del siglo XIX que empezaron a surgir viajeros que llevaban sus propias maletas, junto con una gran cantidad de instrucciones y manuales sobre cómo empacar. Se podría pensar que en la actualidad ya sería un asunto dominado en la segunda década del siglo XXI.
Sin embargo, los guerreros del camino como Neal Keny-Guyer continúan asombrando. Él dirige Mercy Corps, la organización humanitaria global con sede en Oregón, y nunca documenta una maleta.
Todo lo que lleva cabe en una maleta de mano de 20 pulgadas, me dijo la semana pasada, incluso para un típico viaje de tres semanas, como el que realizó este año de Bagdad a Davos a Goma en la República Democrática del Congo. La misma regla se aplica a los viajes familiares.
Él y su esposa una vez viajaron con sus tres hijos a Cuba y Guatemala durante tres meses: “Todo lo hicimos con el equipaje de mano”.
Admiro su habilidad, que supera totalmente mis propios esfuerzos patéticos. Sin embargo, por si les sirve de algo, les comparto las pocas cosas que han funcionado para mí: mantén una lista de lo que te hizo falta durante tu último viaje y también consigue organizadores de equipaje para que puedas separar todo en pilas reconocibles.
Si es posible trata de empacar todo en tu equipaje de mano, y si no puedes, no te preocupes. La vida generalmente sigue adelante. Olvídate de todas los chistes que escuchaste sobre doblar o enrollar, junto con esas reglas de “5, 4, 3, 2, 1” que dicen que no debes llevar más de cinco pares de calcetines y ropa interior, cuatro blusas, tres pantalones, dos pares de zapatos y un sombrero. Todos estos consejos son demasiado genéricos para ser útiles.
Ignora las aplicaciones que te enseñan a empacar por la misma razón, así como a cualquiera que diga que debes gastarte el salario de un mes en comprar una maleta con una carcasa dura y cuatro ruedas.
Finalmente, recuerda que la especie humana logró viajar a la Luna y regresar. Algún día, también sabrá cómo empacar.