La ciudad de Estocolmo está inusualmente calurosa. Pero en lugar de unirnos a los fatigados suecos que refrescan sus aerodinámicas extremidades en el agua alrededor de Rosendals Garden, estamos en Frihamnen, un área de muelles industriales al este de la ciudad, con una fila tras otra de sillas.
Frihamnen es una mezcla utilitaria de bodegas, casas de subastas y de almacenes de envío. En una de las escaleras, un trabajador solitario del muelle está varado, dormido, en un sofá que fue desechado. Al ser domingo, el lugar está desierto.
De pronto, se abre una puerta y sale Lars Bülow, de cabellos plateados, está aquí para mostrarnos la galería privada más nueva de Estocolmo, el Museo de Diseño de Muebles (Museum of Furniture Studies, en inglés). Bülow, un diseñador de alrededor de 60 años, reunió unas 750 sillas en el lapso de su carrera profesional. Con su esposa, Kersti Sandin, fundó en 1992 la compañía de muebles sueca Materia, pero él compra sillas desde finales de los 70. La primera fue una silla Thonet original que data de 1859, que compró en una subasta en su pueblo de Smaland por 75 coronas suecas (alrededor de 31 libras en la actualidad).
“No comencé a coleccionar a propósito”, explica Bülow mientras nos conduce por unas tenebrosas escaleras de Magasin 6 para entrar a la sala de exposición amplia y brillante ocupó como galería. “Simplemente seguí encontrando piezas en contenedores en la calle y en tiendas vintage”.
Ahora, Bülow recibe alertas de eBay que se configuraron para avisarle cuando ciertas sillas estén a la venta y una lista en su cabeza que actualiza constantemente cosas que busca. “No le digo a nadie o el precio aumentará”.
El museo presenta 500 sillas de su colección, ordenadas en orden cronológico, una crónica de la fabricación, desde Thonet hasta la actualidad. Bülow nos acompaña señalando un sillón Eames, un Le Corbusier, y lleva nuestra atención hacia las marcas originales del fabricante y los arañazos olvidados que recuerdan la mano del artesano. Nada está restaurado. “Es parte de la enseñanza, y la historia”, dice Bülow.
La idea de la galería llegó a la mente de Bulow durante un viaje de 10 semanas en bicicleta desde Estocolmo hasta su casa de vacaciones en Portugal y, después de tres años de preparación, abrió el museo a los estudiantes en otoño de 2017. La entrada del público comenzó en febrero. Incluso para los menos obsesionados, es tentador ver cómo una forma de mueble absorbió a tantos diseñadores, especialmente los escandinavos, durante tanto tiempo.
Me sorprende una silla de aluminio de estilo antiguo hecha para un submarino estadounidense en 1943, que luce pesada, pero no pesa nada, y la pintura vibrante de una pieza angular de Gerrit Rietveld de 1917. Bülow venera a Bruno Mathsson, para quien trabajó al principio de su carrera. Señala la obsesión de Mathsson con la ergonomía: “Era egocéntrico. Se medía a sí mismo y hacía que las sillas se ajustaran. Si podía sentarse cómodamente en ella, pensaba, todos los demás lo harán”, dice Bülow mostrándonos una silla playera curvilínea tejida hecha en la década de 1980.
Descubrir a Mathsson, un sueco, es una revelación. Estrellas como Hans Wegner (danés), Alvar Aalto (finlandés), Carl Hansen (danés), Arne Jacobsen (danés) domina las tiendas de diseño. Pero no me llegan a la mente nombres suecos. Los suecos diseñan para uso colectivo, no para la gloria personal. Solo basta con ver a Ikea y el cinturón de seguridad de tres puntos, dice Bülow.
Solamente más tarde, en un recorrido de diseño por la ciudad, me doy cuenta de lo penetrante que es esta mentalidad sueca. “No somos una cultura de personas que se destacan”, dice el guía Jörn Moberg antes de explicar el concepto de lagom, que más o menos al traducirlo significa “justo lo suficiente”.
Moberg nos muestra el Grand Hotel -el primer hotel sueco en cambiar las sábanas con el cambio de huéspedes- y el diseño sueco antiguo en tiendas como Svenskt Tenn, que en parte lo administró el arquitecto austríaco Josef Frank, padre de facto del diseño “Moderno Sueco”. Es sorprendentemente tropical en color y un marcado contraste con la tienda de al lado, un outlet adornado frío y de concreto de nombre Granit. Para los ojos anglosajones, este es el tipo de lagom que vende.
A Bülow le preocupa la nueva generación de diseñadores de Suecia. Los turistas paseamos por las tiendas de Estocolmo con madera pálida y gris neutro, pero “los jóvenes no pueden salir de la sombra de la generación dorada”, dice, refiriéndose a Wegner, Jacobsen y otros. Él espera inspirar una nueva era, esta es la razón por la que “studies” (estudios) forma parte del nombre del museo.
¿Por qué la silla? Pregunto, mientras nos despedimos en la puerta. “Es un desafío ‘hacer’ la silla”, dice encogiéndose de hombros. “Refleja el tiempo en el que estamos y la tecnología. Refleja todo. ¿Te preguntas si necesitamos otra silla? Pero siempre lo haces”.