La muerte, las catrinas, los diablos y los esqueletos se reproducen en San Miguel de Allende. El poblado luce el colorido que distingue al Día de Muertos que, desde hace poco más de una década, cobró vida con el desfile que se realiza el 1 de noviembre.
El papel picado que adorna las calles que desembocan al Zócalo hace sincronía con los colores del maquillaje, que decenas de mujeres y hombres crean en los rostros que quieren emular a la muerte, a la catrina o hasta el diablo.
“Esa sale en 300; si quiere pedrería, son 150 pesos más”, dice una de las creativas a una turista que luciendo el traje de tehuana busca complementar su imagen y el mejor diseño para ser parte de la fiesta con la que se recuerda a los muertos en San Miguel de Allende.
En el jardín central cientos de visitantes, en su mayoría canadienses y europeos, aprovechan la luz que está por extinguirse –pues el reloj marca las 18:30 horas–, para tomar sus mejores imágenes frente a la icónica iglesia y hacer tiempo para dirigirse al desfile.
Una familia, cuyo acento denota su origen mexicano, aunque “desde hace 20 años residimos en Los Ángeles”, explica uno de los integrantes; además del maquillaje porta playeras con calaveras para sumarse a la tradición que dicen “quisimos conocer y participar de ella. Por eso estamos aquí”.
Justo frente a la iglesia, un técnico hace pruebas del equipo de sonido municipal, pues “los niños del coro de la Casa de Cultura” están por subir al escenario para empezar la celebración en honor a los difuntos.
A unos metros, por la popular calle de Aldama (que ha sido fotografiada miles de veces, pues desde ahí se observa la iglesia a la perfección), el ir y venir no para en dirección al Parque Juárez; catrinas, diablos, monjes y hasta monstruos, maduros, jóvenes e infantiles, se dirigen al acceso del hotel Roosewood, donde el desfile inició a las 20:00 horas con dirección al Parque Benito Juárez. Todos marchan por igual, incluso los residentes del poblado que también se han sumado a la fiesta y que, como los turistas, portan atuendos que materializan el humor con el que los mexicanos abordan la muerte.
Matilda sirve Cena Negra
Mientras tanto en el Hotel Matilda todo se transforma, el olor a cempasúchil reina por todo el lobby y decenas de trabajadores poco a poco van recreando el escenario, que distinguirá a la velada de la tradicional Cena Negra, con la que se celebra la tradición de Día de Muertos.
El chef Vicente Torres ya detalla su propuesta gastronómica, la cual servirá a 140 personas el día de hoy; mientras que el artista Luis Fabián Flores se ocupa de detallar el montaje que, sumados a la música, crearán el ambiente propicio para la celebración de Día de Muertos, en la fiesta que Matilda ofrecerá por onceava ocasión a los convidados que con disfraces y maquillaje se sumarán a tan especial tradición. _
caov