Movidos por películas, series y noticiarios, cada vez son más quienes buscan pasar sus vacaciones en lugares donde se vivió o se vive la tragedia humana, como la frontera entre México y EU o los sitios que frecuentó el narcotraficante colombiano Pablo Escobar.
Los viajeros de este denominado “turismo oscuro” llegan a lugares marcados para siempre por muertes, catástrofes o sucesos macabros como el desastre nuclear de Chernóbil (1986) o campos nazis de concentración, ansiosos de conocer in situ qué ocurrió, las consecuencias y, en algunos casos, hacerse la selfi correspondiente.
Recrear el drama de miles de emigrantes en un “tour experimental” con actores vestidos de policía mientras los turistas cruzan la frontera estadunidense por la noche desde México; visitar la cueva Tham Luang, donde quedaron atrapados 12 niños tailandeses, o los escenarios de los genocidios de Ruanda y Camboya son algunos destinos.
Y la ruta Helter Skelter recorre en Beverly Hills, Los Ángeles, los lugares de los crímenes de Charles Manson y sus seguidores o los narcotours de Medellín, Colombia, de Pablo Escobar se han convertido también en lugares de ocio y entretenimiento.
La palabra tanatoturismo mezcla el turismo como una actividad placentera y “el dolor, el sufrimiento y la muerte”, explicó Daniel Liviano, estudioso de este fenómeno y profesor de la Universidad Oberta de Cataluña, España.